Memoria histórica. Batalla de Lepanto. 3  

Por Carlos de Bustamante

(Batalla de Lepanto por Jose Ferre Clauzel)

Ciertamente puntilloso, no me conformo solamente con lo dicho por san Juan Pablo II y que mis amigos y probables únicos lectores habréis podido leer en un artículo anterior.  Me refería  a  la contribución de España a las raíces cristianas de Europa.  Buscadas y encontradas transcribo a continuación lo referido por SS.  el papa emérito Benedicto XVI.  Palabras que, a buen seguro, harán rechinar los dientes de rabia a más de uno – aquí sí- `y de una´: «El diablo quiere destruir España», le dijo Benedicto XVI al entonces ministro Jorge Fernández Díaz.

Jorge Fernández Díaz fue ministro del Interior con Mariano Rajoy durante cinco años. Durante una reciente videoconferencia, Jorge Fernández Díaz ha relatado que el 17 de junio de 2015 Benedicto XVI le aseguró que «el diablo quiere destruir España». El que fuera ministro del Interior con Mariano Rajoy entre 2011 y 2016 ya había desvelado este hecho el 22 de enero, durante la presentación en Madrid del libro La pérdida de España, de Alberto Bárcena, y lo ha reiterado ahora. El encuentro, al que asistió con su esposa, duró poco menos de una hora y tuvo lugar en el monasterio Mater Ecclesiae, situado en los jardines vaticanos, donde reside Joseph Ratzinger desde se renuncia al pontificado en 2013. El ministro le pidió que rezase por España, a lo que el Papa emérito respondió: «El diablo quiere destruir España». Y le dijo por qué: «El diablo sabe los servicios prestados por España a la Iglesia de Cristo. Conoce la misión de España, la Evangelización de América, el papel de España durante la Contrarreforma, la persecución religiosa de los años 30…» Fernández Díaz añade que Benedicto XVI concluyó esas palabras con un mensaje de esperanza: «[El diablo] no lo conseguirá. Pero apliquen las cuatro herramientas necesarias para derrotar al diablo en esta batalla». Y enumeró: «La humildad, la oración, el sufrimiento y la devoción a la Santísima Virgen».

Ya el 21 de octubre de 2012, durante un breve encuentro con ocasión de la canonización de la religiosa española de la enseñanza Santa Carmen Sallés, el ministro le había pedido al todavía Papa que rezase por España «en las circunstancias actuales», no solo políticas sino también económicas, entonces en lo peor de la crisis. «Ya lo hago», fue entonces la respuesta de Benedicto XVI.  Dicha la importante cita, de la que doy fe   ser absolutamente cierta,  continúo  con  la memoria  histórica de Lepanto

DISCORDIA SOTERRADA

Los planes de Ali Pachá eran concentrar las galeras más débiles en el ala derecha, más cercana a la costa, al mando de Mehmet Scirocco, bey de Alejandría. En el ala izquierda, que daba al mar abierto, se situarían las naves mejores y más rápidas, dirigidas por Uluch Alí, con la intención de rodear a los barcos de la Liga mediante un ataque masivo, lo que dejaría atrapada a la totalidad de la flota cristiana contra una costa hostil. La recomendación de Uluch Alí, que no se llevó a cabo, consistía en realizar un despliegue en mar abierto para aprovechar la superioridad numérica turca y envolver a la flota enemiga. En cuanto al dispositivo de combate adoptado por la flota otomana, era similar al de la cristiana, con una formación dividida en cuatro partes: tres delante en formación de media luna, con un cuerpo central y dos alas, y una formación de reserva en retaguardia. El retraso en las comunicaciones resultó determinante en la catástrofe turca, ya que poco antes de iniciarse la batalla iba en camino una orden del gran visir Mehmet Sokolli que autorizaba a Alí Pachá a invernar en el golfo de Patrás, como pedían algunos de los mejores jefes de la flota otomana. Pero esa orden llegó demasiado tarde, cuando todo estaba decidido y la derrota se había consumado. Dos incidentes arrojan luz sobre las discordias y enemistades que anidaban soterradas en el bando de la Liga, especialmente entre venecianos y genoveses, y estuvieron a punto de dar al traste con la alianza antes de la batalla. Uno de ellos se produjo en Gomeniza, en la costa turca albanesa, donde los barcos cristianos hicieron aguada. Cuando Doria, el almirante genovés al servicio de España, quiso revistar a la nave capitana de Venecia, el capitán general veneciano Veniero se lo prohibió terminantemente, advirtiéndole que lo haría ejecutar si pisaba su barco. Tragándose el desplante, Juan de Austria hubo de resignarse a que la inspección la hiciera Colonna, el comandante de las galeras pontificias. El otro caso, de consecuencias más dramáticas, tuvo también como protagonista a Veniero. El veneciano mandó ahorcar a un capitán y a varios soldados de España, que iban embarcados en una galera de Venecia, por causa de una pequeña discusión. Don Juan montó en cólera y quiso castigar de la misma forma a Veniero, aunque al final transigió, por no romper la unidad de los aliados cuando ya estaban prácticamente a la vista del enemigo.

AVISTAMIENTO

Cuando la flota turca salió de Lepanto el 5 de octubre para ir al encuentro del enemigo, Alí Pachá ignoraba todavía la posición exacta de la fuerza cristiana. Para informarse, y tras echar el ancla, envió por delante a uno de sus mejores corsarios, Kara Kodja, que luego moriría en la batalla. Con extrema audacia, Kodja consiguió infiltrarse con dos fustas pintadas de negro entre los barcos de la Liga y regresó para dar cuenta a Alí Pacha de los efectivos cristianos desplegados frente a la costa, aunque el cálculo que hizo de las galeras enemigas fue menor que el real. Además, parece que confundió a las mastodónticas galeazas venecianas con naves de transporte. Tras informar, el corsario fue enviado la noche del 6 de octubre en misión de avanzadilla, al mando de 20 galeras, para proteger de cualquier ataque por sorpresa a la armada otomana. Fueron sus vigías los primeros que dieron aviso de la aparición de la escuadra cristiana al alba, y en cuanto Alí Pachá lo supo, dio orden de levar anclas y prepararse para el inminente combate. Hacia las 7 de la mañana del 7 de octubre de 1571, la vanguardia de la armada de la Liga, tras pasar por el estrecho entre la isla de Oxia y la costa continental griega, dobló la punta Escrofa y se adentró en el golfo de Patrás. Ante ella apareció la enorme masa de velas y barcos de la flota otomana, que se aproximaba con el viento a favor en orden de batalla. El choque era ya inevitable.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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