Sitio de Cartagena de Indias (1741). 4   

Por Carlos de Bustamante

(Sitio de Cartagena de Indias, por José Ferré Clauzel)

Cualquiera de mis amigos que lea estas gestas, puede que, como yo, se arme un verdadero lío. ¿Quiénes eran realmente los enemigos de España, los franceses o los ingleses? Creo sinceramente que los dos. Bien solos o en coalición.

Lo más frecuente en numerosos enfrentamientos fue que España defendiera a la Europa cristiana contra numerosas herejías, motivo por el que una autoridad -a quien tanto debemos los españoles- dijera de España que era la `reserva espiritual de Europa`. En la guerra de Cartagena de Indias, nada tuvo que ver la religión de los contendientes. Como corsarios, los atacantes ambicionaban las posesiones y riqueza de España en el Nuevo Mundo.

DEFENSA EN SOLITARIO

En el momento de iniciarse el sitio, Cartagena de Indias sabía que había de defenderse contando solo con sus propias fuerzas, aunque esa situación fuera más favorable unos meses antes. En diciembre de 1740 había llegado al Caribe una escuadra francesa que mandaba el marqués D’Antin. Esta fuerza, que el gobierno francés enviaba, alarmado por la caída de Portobelo, se dirigió a Guadalupe y Martinica con el fin de aprovisionarse para organizar un desembarco en Jamaica y conquistar esa isla, en poder de los británicos, en nombre de la Corona española. La idea era unir ambas escuadras, la francesa y la española, y hacer frente a la escuadra inglesa de Vernon. Las previsiones no se cumplieron porque D’Antin no encontró los recursos esperados en Guadalupe y Martinica, que habían sido devastadas por una tormenta tropical. Ante la situación, el jefe francés se desvió a Santo Domingo, donde esperó la llegada de otra flotilla enviada desde Francia al mando de Laroche-Alart. Pero este se retrasaba, y cuando llegó la escuadra de D’Antin tenía a gran parte de sus hombres enfermos y no estaba en condiciones de combatir. La totalidad de la escuadra francesa regresó entonces a su país, mientras que la española, que mandaba el almirante Rodrigo de Torres, zarpó desde La Habana para escoltar a los galeones que trasportan el oro y la plata a España. Ahora, Vernon sabía que Cartagena de Indias no podría recibir refuerzos por mar, y consideraba llegado el momento de apoderarse de la preciada presa.

EL ESPÍA DE JAMAICA

El plan de ataque de Vernon para tomar Cartagena tenía dos partes. Una consistía en realizar un desembarco al norte de la ciudad, en el sitio conocido como La Boquilla. Desde allí, la fuerza avanzaría por tierra para rodear la plaza y ocupar el Cerro de La Popa, donde se levantaba el fuerte que los británicos llamaron San Lázaro y los españoles San Felipe. Una posición dominante desde la que podían batirse las murallas de Cartagena.

La segunda parte del plan exigía forzar la entrada de Boca Chica con el grueso de la escuadra y penetrar en la bahía exterior, después de eliminar las baterías españolas de Tierra Bomba y ocupar las fortalezas de San Luis y San José. Como es lógico, el plan se decidió por el alto mando británico en absoluto secreto, pero los españoles lo conocían por un misterioso espía que desde Jamaica hizo llegar la información al gobernador de Cuba. La valiosa y detallada revelación aportada por este espía, a quien los españoles llamaron «el paisano de Jamaica» y que nunca fue identificado, permitió que Lezo y Eslava activasen puntualmente las defensas de Cartagena ante el inminente ataque. El enigmático y anónimo personaje, al que España debe tanto, salió de Jamaica, y en La Habana entregó un informe pormenorizado del plan de ataque, que se cumplió en casi todos sus puntos, excepto algunos cambios que los ingleses tuvieron que adoptar sobre la marcha una vez iniciada la operación. De acuerdo con los datos facilitados por el espía jamaicano, en la mañana del día 13 de marzo, tres navíos británicos efectuaron un reconocimiento de Punta Canoa y bordearon las playas de La Boquilla, a unas dos leguas al norte de la ciudad.

El 15 de marzo, el grueso de la escuadra enemiga, con Vernon a bordo de su navío insignia Princess Carolina, apareció frente a la zona pantanosa de La Boquilla. Fondeados en la ensenada de Playa Grande, entre Cartagena y Punta Canoa, los ingleses iniciaron al día siguiente los preparativos de desembarco. El virrey Eslava mandó con urgencia un refuerzo a La Boquilla, y para evitar el pánico en la población dictó un bando draconiano en el que hacía saber que «cada individuo capaz de tomar las armas que abandone la ciudad será castigado con la pérdida de sus bienes». Este edicto se complementaba con medidas destinadas a elevar la moral de la tropa. Cada soldado recibiría 50 pesos y cada destacamento, ocho barriles de aguardiente.

El desembarco de los ingleses fracasó por el desconocimiento  de las condiciones del lugar. Eso hizo que los navíos de línea quedasen muy alejados de la costa por el escaso calado y no pudiesen proporcionar apoyo artillero a los soldados en tierra. El fracaso alteró también los planes de ataque a Cartagena de los británicos, que desistieron de marchar sobre la ciudad rodeándola por el Cerro de La Popa. Una maniobra que les hubiera evitado tomar los castillos de Boca Chica y Tierra Firme, algo que tuvieron que hacer al no poder desembarcar en La Boquilla. Al amanecer del 17 de marzo, los barcos ingleses se aproximaron a Tierra Bomba y se inició el cañoneo sobre las tres baterías españolas instaladas en la parte norte de la isla. Los criterios de Lezo y Eslava para hacer frente al ataque empezaron a ser diferentes. El almirante vasco consideraba que el lugar principal del ataque británico sería Boca Chica, mientras que el virrey desconfiaba de las verdaderas intenciones del enemigo y seguía enviando refuerzos a La Boquilla. Lezo decidió concentrar en la bocana de Boca Chica sus cuatro navíos para apoyar la resistencia del fuerte San Luis y, en previsión de sorpresas, colocó en la barra arenosa de Boca Grande otros dos navíos y una pequeña embarcación artillada.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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