Reformas pendientes en el turismo español

(PD).- El sector turístico, uno de los grandes sostenes de la economía española, vive horas amargas. La profundidad de la recesión ha evaporado un porcentaje significativo de la demanda exterior.

La entrada de turistas en España se redujo un 11,8% entre enero y mayo, dando continuidad a un proceso de caída que se prolonga ya doce meses, mientras que las pernoctaciones en hoteles descendieron un 10,2% en el mismo periodo.

Este declive, especialmente acusado en la afluencia de ciudadanos alemanes y británicos, dos de los principales mercados emisores hacia España, corroboran la comprometida situación en que se hallan las compañías turísticas nacionales, que ven cómo la crisis erosiona sus ingresos (fruto de la menor demanda, pero también de la abrupta rebaja de precios) y eclipsa sus perspectivas a corto y medio plazo: el propio Gobierno prevé un descenso del 10% en la llegada de turistas este verano.

Esa menor afluencia se conjuga con la debilidad del mercado interior, castigado por unos niveles de desempleo sin paragón en Europa, y con el exceso de oferta, creando una mezcla demoledora para el sector.

Pero los problemas del negocio turístico español no se derivan únicamente del bache económico y del repliegue de la demanda. Tienen también raíces estructurales, fruto de un armazón de costes muy poco elástico, de un crecimiento desaforado al calor de la burbuja inmobiliaria y residencial, y de la creciente presión competitiva de otros destinos en el área del Mediterráneo, como Egipto, Turquía, Marruecos o los Balcanes.

Ante este cruce de factores exógenos y endógenos, las medidas adoptadas por el Ejecutivo (ampliación hasta mil millones de la línea del ICO para renovar las instalaciones turísticas, o la bonificación de las tasas aéreas para las compañías que transportes más viajeros) se antojan insuficientes para un sector que necesita como agua de mayo dotarse de flexibilidad y competitividad (España acaba de perder un puesto, hasta el sexto, en el ránking de competitividad que elabora el Foro Económico Mundial).

Para ello es precisa la adopción de otras medidas de alcance, como una mejora de la fiscalidad (¿por qué no una reducción del IVA?), un aligeramiento de la maraña normativa y burocrática, progresar en la cogestión de los aeropuertos o una revisión de la legislación sobre costas. Sin un esfuerzo suplementario, que mire más allá de la crisis, los improvisados esfuerzos del Gobierno para mantener a flote el turismo serán pan para hoy y hambre para mañana, un futuro que la economía española, a la que este sector aporta casi el 11% del PIB, no se puede permitir.

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