LA IGLESIA CATÓLICA TIENE NUEVO LÍDER TRAS DOS DÍAS DE VOTACIONES

FUMATA BLANCA EN EL VATICANO: ¡¡¡¡HABEMUS PAPAM!!!!

Miles de fieles se congregaron en la Plaza de San Pedro para presenciar el histórico momento que marca el inicio de un nuevo pontificado

Fumata blanca
Fumata blanca. PD

¡Habemus Papam!

El humo blanco que ha emergido la tarde de este 8 de mayo de 2025 de la chimenea de la Capilla Sixtina ha provocado una explosión de júbilo entre los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro.

Tras dos días de cónclave y varias fumatas negras, los 133 cardenales electores han alcanzado finalmente el consenso necesario para elegir al sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años.

La tradicional señal de la fumata blanca, visible poco después de la quinta ronda de votaciones, confirma que la Iglesia Católica tiene un nuevo líder espiritual.

Ahora, el mundo entero aguarda expectante el momento en que el cardenal protodiácono salga al balcón central de la Basílica de San Pedro para pronunciar la histórica frase «Habemus Papam» y revelar la identidad del nuevo pontífice.

Eso y esperar a que revele que nombre elige.

La elección del nombre al ser elegido pontífice es mucho más que una formalidad dentro de la tradición de la Iglesia Católica.

La tradición se remonta al siglo VI, cuando Mercurio Romano decidió cambiar su inapropiado nombre de dios pagano por el de Juan II.

Desde entonces, se ha convertido en el primer acto simbólico del nuevo Papa y con una fuerte carga programática.

La sala de lágrimas

En la «sala de las lágrimas», el elegido se prepara para su primera aparición pública, asumiendo un cambio radical en su vida.

La «fumata bianca» indica que un candidato ha superado los dos tercios de los votos de los 133 cardenales electores y ha aceptado el cargo.

Tras un meticuloso recuento por los cardenales escrutadores y revisores, el cardenal Pietro Parolin o Fernando Filoni ha formulado la pregunta clave: «¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?». Con un «sí», el elegido, si ya es obispo, se convierte en Papa de inmediato. Si no, como en el caso del cardenal Timothy Radcliffe, sería ordenado antes.

El nuevo Papa ha elegido su nombre tras la pregunta «¿Cómo quieres ser llamado?», y en la «Habitación de las lágrimas» se viste con una sotana blanca, ajustada entre tres tallas disponibles, junto a la muceta roja, estola y solideo blanco.

En menos de una hora, tras saludar a los cardenales y rezar el Te Deum, aparecerá en el balcón de San Pedro para el esperado «Habemus Papam».

Mientras, las campanas de la basílica, lideradas por el «Campanone» de 8.950 kg, repican en la plaza, celebrando la llegada del sucesor de Pedro.

Un cónclave relativamente breve

El proceso de elección ha seguido la tendencia de los últimos cónclaves, que se han resuelto con relativa rapidez. Los dos anteriores, que llevaron a la elección de Benedicto XVI en 2005 y de Francisco en 2013, se completaron en apenas dos días, con 4 y 5 rondas de votación respectivamente.

Este cónclave ha contado con 133 cardenales electores, de los cuales el 80% fueron nombrados por el papa Francisco, representando a 71 países diferentes. Para elegir al nuevo papa se necesitaban dos tercios de los sufragios, es decir, 89 votos.

La química detrás de la fumata

Uno de los aspectos más fascinantes del cónclave es el mecanismo que permite al mundo conocer el resultado de las votaciones: la fumata. Este ritual, que se remonta formalmente a 1903 durante la elección del papa Pío X, se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles de la transición papal.

Actualmente, la fumata se genera mediante un sofisticado sistema que combina tradición y ciencia moderna. Las papeletas de votación se queman en una estufa especial instalada en la Capilla Sixtina, junto con productos químicos específicos que determinan el color del humo:

  • Para la fumata blanca, que anuncia «Habemus Papam», se utiliza una mezcla de perclorato de potasio, lactosa y colofonia, que produce un humo blanco y espeso.
  • Para la fumata negra, que indica que no hay consenso, se emplea una combinación de perclorato de potasio, antraceno y azufre, generando un humo negro claramente visible.

Desde el cónclave de 2005, se utiliza además una segunda estufa eléctrica conectada a un sistema electrónico que ayuda a controlar mejor el color del humo, evitando las confusiones que ocurrieron en cónclaves anteriores.

Curiosidades históricas de las fumatas papales

A lo largo de la historia, las fumatas han protagonizado momentos de confusión y anécdotas que han quedado grabadas en la memoria colectiva:

  • En 1958, durante la elección de Juan XXIII, se produjo una de las fumatas más caóticas de la historia. El humo comenzó siendo blanco, desatando la euforia entre los fieles, pero luego se tornó grisáceo y finalmente negro, generando gran confusión. En aquella época, los cardenales utilizaban paja húmeda para el humo negro y paja seca para el blanco, un método mucho menos preciso que el actual.
  • Durante la elección de Benedicto XVI en 2005, aunque la fumata no falló, sí lo hizo la estufa dentro de la Capilla Sixtina. El humo se acumuló hasta hacer irrespirable el aire para los cardenales. El cardenal holandés Adrianus Simonis relató posteriormente que la capilla se llenó de humo cuando la estufa, recién modernizada con productos químicos para aclarar el color, falló estrepitosamente.
  • En 2013, con la elección de Francisco, una densa fumata negra fue adquiriendo gradualmente un tono gris, confundiendo a los fieles hasta que finalmente se tornó blanca, provocando un estallido de alegría en la plaza.

El origen del cónclave: una historia de encierros y reformas

El término «cónclave» deriva del latín «con llave», haciendo referencia a la práctica de encerrar a los cardenales hasta que eligieran un nuevo papa. Esta tradición tiene sus raíces en eventos históricos que obligaron a la Iglesia a establecer un sistema más estructurado para la elección papal.

El gran ejemplo histórico que inspiró el cónclave actual tuvo lugar en 1268, cuando tras la muerte del papa Clemente IV, los cardenales tardaron casi tres años en elegir a su sucesor. La prolongada vacante llevó a las autoridades de Viterbo (donde se realizaba la elección) a tomar medidas drásticas: encerraron a los cardenales en el palacio papal, redujeron su alimentación y hasta llegaron a quitar parte del techo para exponerlos a la intemperie, forzándolos así a tomar una decisión.

Las reformas en los rituales para la elección papal también se vieron influenciadas por figuras controvertidas como Benedicto IX, considerado una de las figuras más infames de la historia papal. En el siglo XI, este pontífice llegó a vender el trono papal a cambio de dinero, un acto de corrupción que socavó enormemente la credibilidad de la Iglesia y evidenció la necesidad de un sistema más transparente.

Datos sorprendentes sobre los cónclaves papales

  • El cónclave más largo de la historia duró 2 años y 9 meses (1268-1271) y culminó con la elección de Gregorio X.
  • El cónclave más breve ocurrió en 1503, cuando Pío III fue elegido en apenas un día.
  • Hasta el siglo XX, los cardenales dormían en celdas improvisadas dentro de la Capilla Sixtina durante todo el cónclave. Actualmente se alojan en la Casa Santa Marta, aunque siguen manteniendo un estricto aislamiento.
  • Durante el cónclave, los cardenales tienen prohibido cualquier contacto con el exterior. No pueden usar teléfonos, internet o cualquier dispositivo de comunicación, bajo pena de excomunión.
  • Las votaciones se realizan en papeletas donde cada cardenal escribe a mano el nombre de su candidato, intentando disfrazar su caligrafía para mantener el anonimato.
  • Tradicionalmente, al nuevo papa se le pregunta qué nombre desea adoptar inmediatamente después de su elección, antes incluso de presentarse al mundo.

Con la fumata blanca de hoy, se cierra un capítulo y se abre otro en la historia de la Iglesia Católica. En las próximas horas, cuando el nuevo pontífice aparezca en el balcón de la Basílica de San Pedro, comenzará oficialmente un nuevo pontificado que definirá el rumbo de una institución milenaria en un mundo en constante cambio.

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