Sofonisba y Lavinia, dos pintoras

Sofonisba y Lavinia, dos pintoras

El Museo del Prado presenta la historia de dos pintoras de la segunda mitad del siglo XVI que alcanzaron reconocimiento y notoriedad en sus ambientes y que ahora toca poco menos que santificar. Se suma así al masivo movimiento de reivindicación feminista/femenina al que no hay institución artística en el mundo actual que pueda resistirse.

Sofonisba Anguissola (h. 1535-1625) y Lavinia Fontana (1552-1614) nacieron y se formaron en Cremona y Bolonia respectivamente, dos ciudades italianas cercanas. Partieron de perfiles familiares y biográficos distintos, aunque en los dos casos el papel paterno fue fundamental para condicionar sus respectivas carreras. Los papás empujaron a sus niñas, como hoy mismo en cualquier ambiente. Ambas se valieron de la pintura para alcanzar un papel significativo en la sociedad en que les tocó vivir. Y lo mejor de todo, ambas fueron perfectamente aceptadassin alharaca ni rollos patateros.

Sofonisba Anguissola, perteneciente a una familia de la pequeña nobleza de Cremona, se convirtió en una dama pintora afamada y respetable gracias a su talento, ciertamente, aunque sin duda tambiuén al empeño promocional de su padre. Su nombre es el de una aristócrata cartaginesa de la Segunda Guerra Púnica, hija del general Asdrúbal Giscón, que jugó un papel central en el juego de alianzas de Numidia durante la guerra antes de poner fin a su vida para evitar caer en manos de los romanos: fue inmortalizada en innumerables obras pictóricas, teatrales y literarias los siglos posteriores, generalmente adscrita al arquetipo de la mujer fatal.

La Anguissola practicó sobre todo el retrato y llegó a dama de compañía de la reina Isabel de Valois, viviendo en la corte más poderosa de la época la del rey español Felipe II. Para Lavinia Fontana, hija de un pintor de cierto prestigio, la pintura fue el ámbito natural que acabó por convertir, empujada por su padre, en su modus vivendi. Dicen que fue la primera en ser reconocida como una artista profesional, traspasando los límites impuestos a las mujeres de la época. Su producción fue amplia y variada con numerosos retratos y pintura religiosa para iglesias y oratorios privados, aunque también se ocupó de asuntos mitológicos. Y fue la primera mujer en abrir un taller propio.

Sofonisba Anguissola inició su educación artística siguiendo la pauta de las clases aristocráticas. Recibió lecciones de música, danza y literatura, además de dibujo y pintura. Destacó como dibujante y sobre todo como retratista, practicando repetidamente con su propia imagen y con su familia. Sus numerosos autorretratos reflejaron los ideales femeninos del momento: discreción, pudor, modestia y prudencia. Gracias al despliegue diplomático de su padre, estos autorretratos se convirtieron en cartas de presentación y piezas de coleccionista que forjaron su temprana fama. Surge así en forma mito femenino que quisieron emular otras mujeres; la más relevante, Lavinia Fontana, quien en su autorretrato de 1577 recuperó el modelo de Sofonisba para subrayar esa misma condición de mujer culta y artista.

Antes de su llegada a España, Sofonisba Anguissola realizó algunos retratos de personajes ilustres de su tiempo que atestiguan su temprana fama y sus dotes para un género en el que optó por los retratos sedentes. La misma tipología que empleará Lavinia Fontana veinte años después para retratar a artistas, letrados, médicos, humanistas o clérigos. Sentados ante un escritorio, sorprendidos en su actividad intelectual –reforzada esta con un gesto retórico de las manos y por la vivacidad de la mirada–, los retratados por las dos pintoras reflejan una condición fundamental de la época: su ‘auctoritas’, el prestigio moral y cívico que sus conocimientos y dedicación les reportaron.

En los años que pasó en la corte española, Sofonisba ejerció como profesora de dibujo y pintura de Isabel de Valois, además de retratar a casi todos los miembros de la familia real, aunque ninguno de los retratos está firmado. Su posición oficial en la corte no era la de pintora y, de hecho, sus cuadros fueron recompensados con ricos textiles o joyas. En los ejemplares que en la actualidad se reconocen de su mano, se advierte su adaptación a los modos del retrato de corte español. Por entonces, la figura más significativa en la corte era Alonso Sánchez Coello (h. 1531-1588), «retratista del rey» que fijó las convenciones del retrato cortesano. Además de los rasgos físicos, se debía mostrar el carácter dinástico y las virtudes de la familia: distancia, quietud y severidad habsbúrgica. Sofonisba siguió estas pautas aunque atemperadas por su gusto por los detalles, una percepción psicológica que atenúa la distancia y contención de los Austrias españoles, y una atmósfera envolvente y tamizada que suaviza los contornos de las figuras.

Los retratos fueron la principal ocupación de Lavinia Fontana en Bolonia y más tarde en Roma, género en el que destacó por la variedad de tipologías utilizadas: desplegó todas sus habilidades para visualizar la opulencia de la indumentaria, los variados textiles, las numerosas joyas o la fina elaboración de los encajes, además de los inevitables perritos falderos. El ‘Retrato de familia’ de la Pinacoteca de Brera es un excelente ejemplo de su evolución, un grupo familiar captado con cierto aire de cotidianidad. Una idea que se prolonga en ‘Dama con cuatro jóvenes’, una instantánea doméstica vinculada muy probablemente al casamiento de la protagonista.

La producción religiosa de Sofonisba Anguissola es muy escasa, mientras que Lavinia Fontana desarrolló una producción religiosa totalmente profesional que abarcó tanto obras devocionales de pequeñas dimensiones y soportes variados (cobres, tablas y telas) como grandes lienzos de altar. Y fue la primera artista que realizó composiciones mitológicas, donde además de desarrollar su capacidad de invención, tuvo que adentrarse en la representación del desnudo femenino, un terreno escabroso. La sofisticada sociedad boloñesa fue capaz de conciliar el seguimiento de los postulados religiosos contrarreformistas y disfrutar de las representaciones mitológicas, con el desnudo, principalmente femenino, como protagonista. La disposición de los desnudos, en los que incorpora detalles que van más allá del relato mitológico al uso, o la presencia de joyas, velos y transparencias, que refuerzan y estimulan la sensualidad de las anatomías, dan buena cuenta de su potente capacidad de invención.

Cierran la exposición algunas piezas que dan cuenta de la fama alcanzada por las dos pintoras. Las recopilaciones biográficas elogiosas sobre mujeres ilustres fue un género literario que tuvo un notable desarrollo desde el siglo XV. La edición publicada en 1609 por el valenciano Pedro Pablo de Ribera–Glorias inmortales, triunfos y heroicas hazañas de ochocientas cuarenta y cinco mujeres, antiguas y modernas…–es un excelente ejemplo. Incluye una importante semblanzade Sofonisba, una más breve de Lavinia y las de otras artistas de la época. Lo que viene a desmentir el relato de discriminación que tan fácilmente se enarbola. Una prueba de la notable fama de Sofonisba fue la visita que recibió unos meses antes de morir en Palermo del joven Antonio van Dyck. Una página del diario de viaje de este pintor y su retrato de la anciana dama recuerdan el emotivo encuentro entre ambos artistas.Lavinia también inspiró textos y objetos laudatorios como la medalla acuñada en Roma en 1611 con su efigie en relación directa con la práctica de la pintura por una cara y la alegoría de la Pintura por otra.

Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 6
Despliegue: 7
Comisariado: 7
Catálogo: 8
Información a los medios: 9
Folleto explicativo: 9

Museo del Prado – Sala C del Edificio Jerónimos
Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Historia de dos pintoras
Comisariada por Leticia Ruiz, Jefa del Departamento de Pintura Española hasta 1500
Hasta el 2 de febrero de 2020.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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