Fraternité, un cuento fantástico pero fallido

Fraternité, un cuento fantástico pero fallido

Con esta divisa -fraternidad- tan manida y tan inexistente, esta compañía francesa muy apoyada en su país presenta una pieza muy conmovedora en su primera parte que resulta destrozada de repeticiones, balbuceos e incoherencias en la segunda, hasta el punto de anular todos los méritos dramáticos, escenográficos e interpretastivos de una producción de lujo tan cara como insulsa.

Nunca segundas partes fueron buenas, dice el bachiller Sansón Carrasco en la segunda parte del Quijote; y aunque en su caso luego corrige con un ‘¡Vengan más quijotadas!’, en esta que comentamos no es posible. Y es que ante la exagerada duración de la propuesta, seguramente muchos espectadores dudaron si marcharse tras la primera hora y media (algunos lo hicieron) ante la perspectiva de otros tantos sesenta minutos después de uno de esos intermedios matadores que muy pocas creaciones teatrales aguantan. Hubiéramos acertado.

Fraternité se presenta así: Érase una vez un mundo en el que desaparecían aquéllos que más amamos. Se desvanecían sin razón aparente. Los que quedaban lo hacían heridos, amputados de sus seres queridos. Se establecieron centros de cuidados para tratar a las personas cuyo dolor no parecía tener fin. Estos centros se convirtieron en lugares de suma importancia, donde esta comunidad de amputados emocionales se congregaba para reflexionar y reparar el mundo. Y donde, también, en ocasiones, encontraban alegría. Y pasaron los años. Y la misma pregunta seguía presente: ¿dónde están los desaparecidos? Y un día, un joven llamado Saïd dijo: «Está dentro de mí. Llevo a mi madre dentro de mí». Una distopía intrigante que sucede mañana mismo, como suceden el terrorismo yihadista y el virus chino, que eran inesperados.

Pero son tantas las tramas de ciencia-ficción en el teatro de hoy día, tan frecuentemente absurdas, disparatadas y aburridas, que llegas a la función precavido. Y por eso la buena puesta en escena te sorprende favorablemente en base a la escenografía de Alice Duchange y la iluminación ded Jérémie Papin. Te sometes mal que bien a la doble presencia de pantallas con discursos explicativos y parafernalia informática de Jérémie Scheidler, y acoges con gusto la banda sonora ideada por Teddy Gauliat-Pitois y Antoine Richard.

Pero sobre todo lo que te fascina es el numeroso y variopinto reparto que representa el melting pot de nuestras sociedades repletas de emigrantes de primera y segunda generación, en los que coexisten dificultosamente sus patrias originales con el país de acogida, en un pulso vacilante de idiomas -árabe, tamil, vietnamita y francés- y costumbres. Viendo y escuchando la irrupción de estos trece personajes sacados de Lavapiés o Pigalle, por no hablar de Entrevías o Bagneux, la fantaciencia toma dimensiones realistas, y su continuo entrecruzarse en escena se convierte en un carrusel atractivo.

Es un poliédrico melodrama de vidas humildes, un paisaje poblado de alegrías y tristezas cotidianas, el de todos estos personajes sorprendidos repentinamente por la desaparición inexplicable de la hija, la esposa, el padre, seres queridos con un amor que la ficción convierte en irreal, de dimensiones tan trágicas e insalvables que no suele darse en la vida real, donde los humanos estamos acostumbrados y se diría casi preparados para pérdidas esperadas o repentinas, a veces comprensibles y otras atroces, pero siempre aminoradas por el tiempo. Aquí no, aquí crece el dolor con los años. Ese enorme volumen sentimental te invade y es casi irresistible la emoción. Y es lo que salva, eleva y trasciende una primera parte del espectáculo que le pone el corazón en un puño y los ojos húmedos al más pintado.

Caroline Guiela Nguyen introducía la obra este verano en el Festival de Avignon, diciendo que ‘plantea la cuestión del tiempo desde el punto de vista de los que esperan, y no desde el de los que regresan. Los personajes del espectáculo son los supervivientes de una catástrofe que se llevó a sus seres queridos. Vemos cómo a lo largo de los años y décadas siguientes se reúnen tratando de llenar el vacío que ahora se encuentra en el corazón de sus vidas. Di a mi equipo un texto sin diálogos, en el que hablaba del espectáculo desde un punto de vista literario y estético. A continuación, trabajamos sobre esta historia original con los actores, el escenógrafo y los diseñadores de vestuario y sonido a través de momentos de improvisación e investigación. A través de esos intercambios pudimos escribir la obra. En un principio, sólo teníamos la arquitectura narrativa básica: duración, época y sobre todo el tiempo. En realidad, es este lugar, este centro de curación y consuelo, lo que dio al proyecto su estructura, lo que guió su construcción. El otro aspecto fundamental era encontrar los rostros adecuados para llevar la historia al escenario. Desde el principio, quise que el protagonista fuera el grupo, por lo que pasamos dos años reuniendo a este equipo de actores profesionales y no profesionales, de orígenes muy diferentes y con edades comprendidas entre los 21 y los 82 años, y que hablan diferentes idiomas durante el espectáculo’.

Así es, personajes potentes en un ambiente fantasmal. Pero cuando trascurre el intermedio y esperas cuál de los posibles desenlaces elegirá la obra y qué sorpresas aún pueda deparar, comienza la decepcionante sucesión de explicaciones imperfectas que alargan todo y lo trivializan hasta la extenuación. Dice Caroline Guiela Nguyen que ‘lo fantástico es que hayamos sido capaces de reunir todos esos cuerpos en un escenario para una ficción que es en sí misma fantástica… Para nosotros, imaginar el futuro no es sinónimo de distopía. Todo lo contrario. Queremos mostrar la idea del futuro como un espacio y un tiempo en el que la curación, la reparación y la aceptación del otro en toda su alteridad nos permita mantener viva una sociedad profundamente herida, amputada y cambiada’: el mensaje buenista siempre ganador en la ficción y la realidad, los buenos sentimientos de los buenos ciudadanos que se apenan buenamente del sufrimiento ajeno y se consuelan haciendo alguna buena obra. La mirada condescendiente de aquellos buenos franceses de los ‘comités de soutien’ que apoyaban a los antifranquistas y a todos los anti del mundo en los años sesenta llegada hasta aquí para apoyar una utópica fraternidad de razas, edades y sexos, que no por fotogénica es menos difícil.

La compañía Les Hommes Approximatifs se fundó en 2009, reuniendo un equipo de ocho personas que siguen juntos, entre ellos Caroline Guiela Nguyen, hija de padre ‘pied noir’ argelino y madre vietnamita. En sus producciones -la penúltima, Saigón, fue un enorme éxito que visitó brevemente Madrid y Barcelona- afirman ‘una doble pasión por la ficción y lo real, vertientes que se exploran conjuntamente reuniendo a actores aficionados y profesionales procedentes de diferentes horizontes sociales, geográficos, culturales y espirituales, para que mundos diferentes se encuentren ‘y juntos intentemos inventar un espacio común’. La filosofía de la compañía es tener los dos pies firmemente en el suelo, pero afirmando que la herramienta más poderosa que poseemos hoy en día es nuestra imaginación’. Podemos decir que la herramienta se averió por abuso temporal.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Dramaturgia, 6
Dirección, 8
Interpretación, 9
Escenografía, 9
Producción, 9
Documentación a los medios, 7

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Teatro Valle-Inclán
FRATERNITÉ, Conte fantastique
Escrita por Caroline Guiela Nguyen y el equipo artístico de la compañía
Dirigida por Caroline Guiela Nguyen
Del 28 al 31 de octubre de 2021
De jueves a sábado a las 19:00 h.
Duración, 3 h 30 min aprox.

Reparto (por orden alfabético)
Dan Artus, Saadi Bahri, Boutaïna El Fekkak, Hoonaz Ghojallu, Maïmouna
Keita, Nanii, Elios Noël, Alix Petris, Saaphyra, Vasanth Selvam, Anh Tran
Nghia, Hiep Tran Nghia y Mahia Zrouki

Equipo artístico
Colaboración artística Claire Calvi
Escenografía Alice Duchange
Iluminación Jérémie Papin
Vestuario Benjamin Moreau
Música original Teddy Gauliat-Pitois y Antoine Richard
Música y espacio sonoro Antoine Richard
Video Jérémie Scheidler
Producción Les Hommes Approximatifs
Producción ejecutiva Les Hommes Approximatifs y Festival d’Avignon
Coproducción Centro Dramático Nacional, Odéon-Théâtre de l’Europe, ExtraPôle Provence-Alpes-
Côte d’Azur (plataforma de producción apoyada por la región SUD Provence-Alpes-
Côte d’Azur), Comédie CDN de Reims, Théâtre National de Bretagne, Théâtre
National de Strasbourg, PROSPERO – Extended Theatre (proyecto cofinanciado por
el programa Creative Europe de la Unión Europea), Théâtre National Wallonie-
Bruxelles, Théâtre de Liège, Théâtres de la Ville de Luxembourg, Châteauvallon
Scène Nationale, Théâtre de l’Union CDN du Limousin, Théâtre Olympia CDN de
Tours, Criée Théâtre National de Marseille, MC2: Grenoble, Dramaten Stockholm,
Schaubühne Berlin, Grand T Théâtre de Loire-Atlantique, Célestins Théâtre de
Lyon, Comédie de Colmar CDN Grand Est Alsace, La Rose des vents Scène
Nationale Lille Métropole Villeneuve d’Ascq, Le Parvis Scène Nationale Tarbes
Pyrénées, Théâtre National de Nice, Teatro Nacional D. Maria II (Lisboa), Thalia
(Hamburgo), Théâtre du Beauvaisis Scène Nationale, y RomaEuropa Festival.

 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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