Dos buenos toros en la festividad de San Isidro, y sólo se aprovecha uno a medias

Dos buenos toros en la festividad de San Isidro, y sólo se aprovecha uno a medias

(Juan Miguel Núñez/Efe).- Imperdonable lo que se ha dejado escapar en Las Ventas el diestro Curro Díaz, quien ha rozado con la mano la puerta de la gloria para acabar cerrándosela él mismo. Y no es que se haya ido directamente al infierno, pues el veredicto de la afición es seguir esperándole a ver si en mejor ocasión puede redondear, pero desde luego no está en el lugar de privilegio que le corresponde por su buen hacer con la muleta. Lo estropeó todo con la espada.

Un Curro Díaz artista, o mejor, con sello de tal, pero que igualmente atesora valentía, ya que para torear tan despacio y quedándose tan quieto hay que tener también eso, valor (un guasón lo explicaría con falta de ortografía: «balor, con ‘be’ de buevos»).

Así de valiente estuvo el torero de Linares, y con mucho arte, ese arte del que dicen los cabales y los flamencos que «no-se-pué-aguantá». Arte singular y proverbial, porque tiene sello personal, llega con facilidad a la concurrencia, y deja un poso de regusto muy especial.

La plaza de Madrid sabe ya del arte de Curro Díaz, que en otras comparecencias ha regalado estupendas faenas, la más gloriosa hace apenas un par de semanas, cuando salió a hombros por la Puerta Grande, ganándose ahí esta contratación, en corrida de más ambiente, ya dentro de la Feria como sustituto del herido Alejandro Talavante.

Por un momento pareció que se podría dar la gran celebración. Curro Díaz estaba cuajando al toro quinto de la tarde, a base de muletazos espléndidos, descolgado de hombros, rota la cintura y quebradas las muñecas. Toreo personalísimo, de mucha plasticidad, y sobre todo, hondura.

Toreo inconfundible, que más allá de los «olés» provocaba ese run-run característico de aprobación general en esta plaza, en forma de murmullo al final de cada serie. Mucho mejor por el lado derecho, aunque también hubo buen ritmo al natural.

Curro Díaz salpicó las tandas con unas «alegrías» muy a modo. Y así, después de los obligados de pecho, se marcó trincheras, pases del desprecio y recortes por abajo. Todo muy en torero.

Pero llegó la hora de matar, y la espada se hizo maldita. Curro mató de cualquier manera. Para matarlo a él, dicho con la mayor deferencia. Porque no se puede emborronar peor una obra mejor.

Lo sorprendente es que cuando estaba saludando una atronadora ovación, al ir a echar para adelante la vuelta al ruedo, el premio reservado para situaciones como ésta, sin embargo, cuatro pitos aislados le frenaron. ¿Para cuándo entonces una vuelta al ruedo en Madrid? Las grandes faenas que no tienen buena rúbrica con la espada hay que reconocerlas con el premio de la vuelta al ruedo. A ver si se enteran «los enterados» que con tanta intransigencia están desvirtuando el carácter exigente, pero justo, que siempre ha tenido Madrid.

“El Capea” no estuvo a la altura del toro

Y poco más en la tarde. O en todo caso cantar las excelencias que tuvo también el tercer toro, primero del lote de «El Capea». Por cierto que aquel que hizo quinto fue bueno, sin duda, pero en manos de Curro Díaz pareció mejor.

Lamentablemente no estuvo «Capea» a la altura del toro en cuestión. Se dice siempre del bravo animal que aporta o deja de aportar para que la faena tenga contenido o sea vibrante. Pues bien, en este caso el que no aportó fue el torero, que pegó mil pases mientras el toro acudía en todos los terrenos y a todas las distancias. Y aquello no dejaba poso.

Toreó «El Capea» despegado y muy de perfil, lo que se dice «fuera de cacho», de forma que a la salida de cada pase quedaban toro y torero descolocados. Pena de toro, que se movió, y hasta galopó.

Y ya poco más que contar. Curro Díaz estuvo sin toro en su primera faena. Algo parecido le ocurrió a «Capea» en el poco emocionante sexto. Y el siempre esperado «Morante» se estrelló también con un lote lo que en el argot se dice «a contraestilo». No había motivo de inspiración, aunque en un quite al tercero, por chicuelinas, toreó con mucha gracia. Fue lo único.

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