Darfur no sólo es una piedra de toque para el mundo árabe. También lo es para la Unión Africana.

La Unión Africana (UA) se funda el 11 de julio de 2000 (entrando en vigor el 9 de julio de 2002) para sustituir a la Organización para la Unidad Africana (OUA) fundada en 1963.

La UA pretendió dar un paso cualitativo hacia la unión política africana, una vez constatadas las limitaciones de la OUA. Entre sus objetivos se incluyó (art. 3.h de la Carta Constitutiva de la UA):

la protección de los derechos de los hombres y los pueblos de acuerdo con la ‘Carta Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos y otros textos relevantes sobre derechos humanos

La UA ha seguido una política valiente al rechazar los cambios de gobierno inconstitucionales en el continente africano en cumplimiento de su objetivo de promover los principios democráticos y la participación política (art. 3.g de la Carta de la UA). La presión que se ejerce actualmente contra los golpistas mauritanos es una buena muestra de ello.

Pero la UA se encuentra ahora ante el reto de demostrar que también tiene la misma firmeza frente a las violaciones de derechos humanos. El instrumento fundamental para hacerlo posible es el Tribunal Africano de Justicia y Derechos Humanos, pero de momento este mecanismo no funciona.

La cuestión, por tanto, es: ¿por qué el presidente de la Comisión Africana, Jean Ping, se ha mostrado contrario al procesamiento del presidente sudanés? La respuesta, parece simple, pero descorazonadora: Sudán es uno de los países más grandes de África. Pero si ante una atrocidad de la dimensión de Darfur la UA no es capaz de respaldar la acción del Tribunal Penal Internacional, ¿qué credibilidad podrá tener la UA en el futuro? La construcción política de la unión africana es un proceso muy difícil. Por eso conviene no ponerla aún más obstáculos. Y la posición de Ping, criticando el procesamiento de uno de los grandes criminales de África, es una losa que pesará mucho en el futuro.