La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Mi propuesta para el Sínodo sobre la Nueva Evangelización

Estimados obispos y demás participantes en el Sínodo sobre la Nueva Evangelización: reunidos como están en el Vaticano, del 7 al 28 de octubre, para analizar las razones que han llevado a una pérdida de la religiosidad en el mundo de hoy, les ruego que dediquen no más de cinco minutos a leer una propuesta concreta que quien esto escribe, laico español de 30 años, desea hacerles de corazón. En realidad, se trata de un experimento. Su duración sería únicamente de un mes. Nada más. Sólo por probar…

Se trataría de un mes en el que les invito a centrar sus mensajes única y exclusivamente en Jesús de Nazaret y en su revolución del amor. Solo por ese mes, en sus homilías y discursos, sacerdotes y obispos de los países occidentales –principales castigados por la secularización–, dejen a un lado cuestiones como la moral sexual o el juicio de si los divorciados y homosexuales practicantes pueden comulgar o no. No, no por debilidad, relativismo, oscurantismo ni nada de eso. Simplemente, porque la postura de la Iglesia en estas cuestiones es ya muy conocida por todo el mundo. Por eso, en este experimento práctico, dejemos eso a un lado y centremos todo el mensaje en la esencia del cristianismo: Dios es Amor. Solo Dios basta, ¿no es así?

¿Y dónde se ve hoy que Dios es Amor? En la acción que la propia Iglesia realiza maravillosamente en todos los rincones de este planeta en favor de los más desfavorecidos. En un momento de brutal crisis como éste, en el que es la Iglesia el sostén de tantas y tantas familias asfixiadas y demolidas, ¿no nos escandaliza el que la misma institución eclesial sea tan mal valorada en todas las encuestas sociológicas? Por algo será… Y no, no echemos balones fuera. Es por culpa de la propia Iglesia, que es vista por una mayoría, en sus altas esferas, como algo alejado de sus vidas. Seamos testimonio, seamos autenticidad, seamos tolerancia, seamos amor. No enseñemos nada a nadie. Mejor dicho, hagámoslo, pero con algo más que palabras. Que nuestros valores, con nuestra acción comprometida, sean los únicos que hablen.

Seamos creíbles. Seamos valientes. No seamos mediocres. Dejemos atrás los discursos engorrosos, repletos de fórmulas desgastadas por tanto uso y conceptos vacíos por estereotipados. Si los obispos y sacerdotes han de decir algo en este mes de experimento, que cuenten experiencias repletas de vida. Por un mes, solo por un mes, que la doctrina y la moral queden a un lado. No es esconderlas, porque son parte de nuestro ser, pero todo el mundo las conoce ya. No, no las escondemos. Pero es la hora de que la fuerza de los hechos sea lo que exprese que en realidad los cristianos amamos al mundo. Al mundo y a todas las personas, a todas.

El gran problema de la Iglesia es que se nos percibe a sus miembros como seres alejados del mundo, como si solo nos interesara por lo que viene tras él. No, yo creo que un cristiano, además de actuar por salvar su alma, también ha de moverse simplemente porque le importan sus semejantes, en sí mismos, sin más finalidades. Porque hemos conocido un mensaje de auténtica y honda fraternidad, amamos al mundo. La Iglesia, todos los cristianos, hemos de ser también mundanos.

Finalizado ese mes, si son algunos más los que han venido a nuestros templos, atraídos por una fuerza renovada anclada en el amor, ojalá puedan disfrutar de unas ceremonias como las que yo viví en Haití hace ahora un año: los miembros de una comunidad pobre (vivían en un campo de refugiados al ser sus casas destruidas por un terremoto) cantaban y bailaban sin parar durante la misa; a la vez que rezaban con profundidad, ofrecían con sencillez su vida entera y transpiraban un ambiente de auténtica comunidad. Una vez que seamos como los hermanos de aquella comunidad de Haití, puros y auténticos, entonces sí, dediquemos el siguiente mes a mostrarles nuestra moral y nuestra doctrina.

Por ahora, el Evangelio y el Dios del Amor bastan.

Muchas gracias por escucharme. Un fraternal abrazo.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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