La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La ceguera de los más papistas que el Papa

Empieza a ser dolorosa la machacona insistencia con la que algunos católicos, cuando otros ensalzamos los gestos de sencillez con los que Francisco está sorprendiendo al mundo, se sienten impelidos inmediatamente a “recordar” que Benedicto XVI y los otros Papas predecesores “también eran humildes”. ¡Como si lo ignoráramos los demás! Cual Quijotes justicieros, reparan lo que consideran una ofensa. ¡Y no lo es! Sin embargo, además de que causan un motivo de rechazo en quienes no queremos mirar con lupa, sino con una mirada amplia y optimista, creo que incurren en un claro caso de ceguera. No están sabiendo leer el discurrir de los tiempos y yerran a la hora de analizar el contexto social y eclesial en el que hoy nos encontramos.

¿Benedicto XVI llevaba tiara pontificia, era conducido en silla gestatoria o los que estaban ante él debían de arrodillarse y besarle los pies? No, ¿verdad? ¿Y Juan Pablo II? Tampoco, ¿no? ¿Y no es acaso histórico que, en los últimos papados, progresivamente, los pontífices han ido renunciando a hacer uso de ciertos símbolos propios de su condición? ¿Y no es cierto que lo han hecho para evitar confusiones en los hombres de su tiempo y no ser equiparados con los soberanos temporales? Si hasta los reyes de las naciones, los monarcas de los siglos XX y XXI, ya han renunciado a los atributos de la Monarquía propios de épocas pasadas… ¡Y son políticos, no el representante espiritual de una religión fundada por un carpintero que se rodeó de pescadores! Los más papistas que el Papa no han entendido que Francisco solo está dando pasos más hondos y acentuados de un proceso que es irreversible. Consciente de ser “el siervo entre los siervos”, testimonia con los hechos que no es un “príncipe”. Y el mundo, que hoy se sorprende y se regocija, acabará viéndolo como algo normal. ¿Es eso una traición a su condición o una homilía con palabras vivas?

El problema de fondo es que quienes solo ven inconvenientes a los gestos del Papa, tienen miedo. No sé de qué, pero temen que se pierda “algo”. Y me voy a aventurar a decirlo: hoy se sienten muy bien yendo a contracorriente del mundo, mostrando con “orgullo” que son católicos. Más que raros, se sienten “especialistas”, custodios de un tesoro que es solo para ellos, por lo que lo ocultan con ortodoxo celo. Temen al mundo, al que tachan peyorativamente como “masa”. Por eso, si el mundo se muestra contento con el nuevo Papa, solo por unos gestos, es porque la gente es “ñoña”, “superficial” y está entregada a la “sensiblería” y el “populismo”. Pues se equivocan: los cristianos no hemos de ser especialistas, sino testigos que contagien al mundo. La que hoy vivimos es una gran oportunidad de ofrecer un testimonio positivo, sugerente. No lo envenenemos desde dentro con miedos. No nos aferremos a nuestra pequeña y ridícula cuota de “poder”. Ese poder no vale nada; menos que nada, es una perdición.

En una cosa sí tienen razón los que dicen que al Papa habrá que evaluarle por lo que haga después, por su “fondo” y no solo por las “formas”. Perfecto, estamos de acuerdo. Solo que creo que el fondo de Francisco tiene mucho que ver con las formas. Se ha hecho público estos días (porque lo ha contado Jaime Ortega, arzobispo de La Habana) lo que el entonces cardenal Bergoglio dijo en la reunión de purpurados previa al cónclave. Si lo resumiéramos en unas pocas palabras, vino a explicar esto: “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales”. Es decir, que hemos de dejarnos de nuestras pequeñas disputas constantinopolitanas, propias de sacristía y ajenas al mundo, y salir al encuentro de los hombres y mujeres de hoy. ¿Cómo? Con el testimonio. “Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, deviene en autorreferencial y entonces se enferma”, añadió Bergoglio a los cardenales, pocos días antes de ser elegido Papa.

¿Aún dudan algunos del contexto en el que estamos y de lo que está por llegar? No son solo los gestos. Todo ha cambiado. Es la hora de soltar pesadas e insignificantes amarras, limpiar el polvo y echar a andar. Benedicto XVI, el amado predecesor (por supuesto), vio esto muy claro. Solo que le faltaron las fuerzas para llevarlo a cabo, y se fue en un gesto inédito. Sí, él fue el primer Papa revolucionario .

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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