Este movimiento no solo refleja la inclinación de Trump hacia líderes del sector privado, sino también una declaración de intenciones sobre su visión de un gobierno gestionado como una empresa.
Con este anuncio, Trump delega la misión de reducir la burocracia en Elon Musk, un magnate que ha usado sus plataformas y su fortuna para desafiar lo establecido. La imagen pública de Musk, polémico y «anti-sistema», ha cautivado a quienes sienten que la burocracia federal está fuera de control. Sin embargo, la pregunta central es si un empresario puede realmente aplicar los mismos principios de eficiencia y rentabilidad de una empresa a una compleja maquinaria de gobierno.
Este «Departamento de Eficiencia Gubernamental», rebautizado como «Doge» en un guiño a la criptomoneda Dogecoin que Musk ha popularizado, promete un enfoque radicalmente diferente para reducir el gasto público.
Musk se ha comprometido a la «transparencia máxima», con la idea de hacer públicos los gastos innecesarios y clasificar lo que considera despilfarro. Es un planteamiento atractivo y divertido, sin duda, pero ¿es suficiente para crear una administración pública más eficiente?
El nombramiento de Musk y Ramaswamy, ambos con experiencia exclusivamente privada, plantea dudas sobre si realmente comprenden la naturaleza del servicio público. Los intentos de imponer una «mentalidad empresarial» en el gobierno no son nuevos y han fracasado en múltiples ocasiones. Las burocracias existen porque la gobernanza es un acto de equilibrio entre eficiencia y responsabilidad pública, algo que Musk, con su estilo poco ortodoxo, podría ignorar.
Otro tema a considerar es la influencia que ahora Musk tiene sobre la Administración. Con sus masivas donaciones a la campaña de Trump y su participación activa en movilizar votantes en estados clave, Musk ha sido un aliado crucial para el presidente electo. Este apoyo podría convertir a Musk en una figura de influencia sin precedentes sobre la política y el presupuesto nacional, lo cual despierta un complejo conflicto de intereses, dado que sus empresas, Tesla y SpaceX, dependen en gran medida de contratos gubernamentales.
La promesa de transparencia de Musk y la provocativa afirmación de Ramaswamy de que «no harán las cosas con suavidad» tienen un sabor populista y pueden ser efectivas para captar la simpatía del público. Pero cuando se enfrenta a la realidad de implementar estas promesas, el «Doge» corre el riesgo de ser otra promesa grandilocuente en el estilo Trump.
¿Pueden realmente reducir la burocracia o simplemente reemplazarán el poder de la burocracia con el de intereses empresariales?