Pero, ¿qué significa esta estrecha alianza para el orden global? Desde una perspectiva crítica, el encuentro no solo reafirma una visión compartida entre ambos países sobre cómo debe estructurarse la gobernanza internacional, sino también lanza un desafío directo a los principios defendidos por Occidente.
Xi Jinping no dejó lugar a dudas al afirmar que China y Rusia deben “coordinarse más para dirigir la gobernanza global en la dirección correcta”. Esta declaración refleja un proyecto ambicioso: consolidar un bloque alternativo al liderazgo occidental, con un fuerte énfasis en el multilateralismo y en la promoción de intereses del Sur Global. Sin embargo, detrás de las palabras de armonía y cooperación, surge una pregunta ineludible: ¿es este un intento genuino de promover un orden internacional más justo o una estrategia para expandir su influencia a expensas de los valores democráticos?
La postura de Pekín respecto a la guerra en Ucrania es un ejemplo revelador de esta ambigüedad.
Xi aseguró que su país “no avivará las llamas del conflicto” y que trabaja para “aliviar la situación lo antes posible”, pero evitó condenar a Rusia o exigirle un cese de hostilidades. En cambio, reafirmó su compromiso con una solución política, sin detallar cómo podría lograrse este objetivo sin contradecir sus lazos estratégicos con Moscú. Este doble discurso plantea dudas sobre cuán imparcial puede ser China en este conflicto y refuerza las sospechas de que su postura neutral es solo aparente.
También resulta significativo que Xi haya destacado la importancia de “fortalecer el acoplamiento de estrategias de desarrollo” entre China y Rusia, una declaración que subraya la intención de ambos países de alinearse no solo políticamente, sino también económica y militarmente. Esta “estrecha coordinación” en foros internacionales como Naciones Unidas, los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghai, mencionada por el líder chino, refuerza la idea de un frente unido que busca contrarrestar la hegemonía occidental y proponer un nuevo equilibrio global.
Por su parte, Medvédev, al entregar una carta de Vladimir Putin que elogiaba la relación entre ambas naciones, dejó claro que Rusia también apuesta todo a esta alianza.
En un momento en el que Moscú enfrenta crecientes sanciones y aislamiento internacional debido a su invasión a Ucrania, la asociación con China representa una tabla de salvación.
No obstante, esta dependencia también podría acentuar las asimetrías en su relación, con una Rusia cada vez más subordinada a los intereses chinos.
Es crucial también destacar el contexto más amplio en el que se desarrolla esta visita.
Occidente acusa a Pekín de apoyar indirectamente a Rusia en su campaña militar en Ucrania, mientras que China insiste en su neutralidad y aboga por una solución negociada.
Al mismo tiempo, el gigante asiático ha manifestado su apoyo a la autodeterminación en otros conflictos, como el de Siria, pero siempre dentro de un marco que respalde sus propios intereses geopolíticos.
En definitiva, la reunión entre Xi y Medvédev simboliza mucho más que una simple colaboración bilateral. Es un recordatorio de que el mundo está entrando en una nueva era de rivalidades entre bloques, donde las alianzas estratégicas son clave para redefinir el equilibrio de poder global.
Si bien China y Rusia hablan de justicia y multilateralismo, queda por ver si sus acciones respaldan estas palabras o si simplemente buscan consolidar su influencia en un mundo en el que los valores democráticos podrían quedar relegados. Al final, el éxito de este proyecto dependerá de cuánto logren convencer al resto del mundo de que sus intenciones son realmente justas y razonables.