En una nota, acusa al Gobierno de “aniquilar cualquier esperanza de supervivencia”
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«Soy jubilado. No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura. Por eso he decidido poner fin a mi vida«, decía el mensaje que llevaba en un bolsillo.
Dimitris Christoulas, de 77 años, un farmacéutico retirado al que se comían las deudas, se pegó un tiro en la sien y murió a escasos metros del Parlamento poco antes de las nueve de la mañana de este miércoles 4 de abril de 2012, en plena hora punta.
Ha sido un suicidio público que ha desatado una ola de cólera, dolor y reconocimiento en una Grecia asfixiada por los recortes.
LA CARTA DE DIMITRIS
«El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años.
Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir.
Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussolini en 1945″.
ENFERMO DE CÁNCER
Christoulas era un jubilado enfermo de cáncer, casado y con una hija que había vendido la farmacia que regentaba en 1994 y que, por lo que explica en su carta, vivía de una pensión que él mismo había pagado «sin ninguna ayuda del Estado».
«La carta manuscrita dejada por mi padre lo dice todo. Él dejó dos cartas, una en casa y otra que llevaba consigo cuando se suicidió con el mismo contenido», revela su hija Emily Christoulas al diario griego ‘Protothema’.