El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Apostilla a lo último de Bernarda de la O

APOSTILLA A LO ÚLTIMO DE BERNARDA DE LA O

“No deja de ser humillante para una persona de ingenio saber que no hay tonto que no le pueda enseñar algo”.

Jean-Baptiste Say

Sí, sin duda; y tampoco deja de ser llamativo y sintomático que quien ha repetido hasta el hartazgo la matraca de que es una escéptica de la “serendipia”, “serendipidad”, chiripa o casualidad, pero de las de tomo y lomo, oiga (o, mejor, lea), haya escogido el día de la Purísima o Inmaculada Concepción para justificarse ante todo el mundo, quiero decir, urdir lo último (por el momento), que, en mi humilde opinión, como le gusta tanto decir y escribir a ella, si no lo es, linda con lo “patético”.

Aunque te iba a mandar, de veras, a freír espárragos, hacer puñetas, plantar bolígrafos a Alemania o con la música a otra parte, o sea, eufemística y seguramente, allí donde solía enviar el genial y recientemente finado Fernando Fernán Gómez a los/as impertinentes, lugar, asimismo, donde (se dice, se comenta y/o se rumorea) uno no se parte los cartílagos o las ternillas de la risa, no, sino, muy al contrario, siente y tiene bascas, pues el olor nauseabundo, omnímodo, que exhalan tantos excrementos juntos, es estomagante, de efectos casi tan raudos a los de la proverbial purga de Benito, superiores incluso a los del mejor emético del mercado; itero, aunque te iba a mandar a la mierda (con perdón, para ella), insistiré otra vez en la lección que no aprendiste o se te olvida fácilmente, en que el pretérito pluscuamperfecto de indicativo, en español, siempre se forma con el verbo auxiliar haber, cuyas formas verbales, todas, absolutamente todas, sin excepción, por supuesto, se escriben con hache. Espero que esta vez te la grabes a fuego en tu frágil memoria. De igual manera, convendría que repasaras tus notas (si es que las tienes) y llegaras a distinguir con criterio los casos en los que debe usarse porque, porqué, por (el/la/los/las) que y por qué, porque en el texto que comento te has lucido, maja.

Déjame, otrosí, urdirte, Bernarda de la O (de Ocaso), que eres el mismo diablo hecho carne o persona. Pues demonio tiene que ser, sin duda, la mujer que no halla inconveniente ni tiene vergüenza en reconocer públicamente y aun largar por su mui o péñola por ahí, aquí, sin ir más lejos, en el foro ABCD (dato apócrifo), que llora cada dos por tres por no haberse comportado como una adulta adulterada, o sea, adúltera, por no haber tenido el cuajo de agenciarle a su espeso esposo, a quien no le expuso lo que aquí ha dejado negro sobre blanco, un casco de vikingo. Aunque sea políticamente incorrecto, te traigo unas líneas o vocablos que Jacinto Benavente puso en boca de Gubesinda, personaje de su comedia “Señora ama”, para que las/os valores: “¡El demonio! El demonio son las mujeres que no tienen vergüenza, que ellas son las que les tientan a los hombres; que lo tengo muy visto, que los hombres no se propasan a más de lo que las mujeres son consentidoras”.

Por tu bien y el de los tuyos, ya que has reconocido mil veces que crees a pies juntillas en la teoría del karma, te recomienda (haz lo que te pete o venga en gana) que no salgas más de caza, porque te podría acontecer lo que a Acteón, el cazador cazado,

Félix Unamuno.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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