El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (IV)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (IV)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Ciertamente, la pose también forma parte de la cultura, pero, convendrás conmigo al menos en esto, en que, al ser poco natural o afectada, debido a su escaso peso (no sé si lo tendrá tan claro y cristalino, como yo lo veo, el matrimonio que regenta la peluquería, formado por la esposa, que anda ahora leyendo la revista, o el esposo, que está pendiente del tebeo), seguramente, dejará poco poso.

No soy viticultor, ni enólogo, ni sumiller (o sommelier). Cualquiera de ellos (o ellas) podrá informarte con más propiedad y corrección que el menda, lego en dichas materias. Tengo un amigo, Santos, que trabaja en una bodega en Haro, que podría responder con criterio al grueso de tus preguntas.

Si por cultura del “pelotazo” entiendes la del fútbol, la identifico con la expresión latina “panem et circenses”. Si por la tal entiendes la de los amigos de lo ajeno, la del tráfico de influencias, la del comportamiento venal, la del ladrón de guante blanco, la del…, no veo la cultura por ningún sitio.

Te recuerdo, por si te sirven tanto como me sirvieron antaño (y, por lo que se deduce fácilmente, me siguen sirviendo hogaño) a mí, unas palabras que dijo don Miguel de Unamuno y Jugo en un discurso que pronunció en el ateneo de Valencia el 24 de abril de 1902: “La libertad no es un estado sino un proceso; sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. Sólo la cultura da libertad. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamientos. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura. Sólo la imposición de la cultura lo hará dueño de sí mismo, que es en lo que la democracia estriba”.

Ignoro si ese predio o heredad llegará a ser algún día lo que aduces, una “chabola con goteras y humedades”, pero de lo que no me cabe la menor duda es de que nuestro propio cuerpo va camino de serlo, si no lo es ya (al menos, el mío).

No eres el único que recela de Cela.

De según cómo (no olvides lo que tanto me pesa que no te pese, la tilde) se mire todo depende y de los prejuicios que cada quien acarrea también.

Como tú vienes a reconocer, no has hecho hoy (sensu stricto, ayer), en este escrito, sino lo de siempre, trenzar lo que te nace, o sea, ser tú mismo.

Con la frase “mi padre no puede defenderse…” quería darte a entender que no había nada que yo pudiera trenzar sobre él (o, siempre que yo fuera honesto, veraz, verter en mi urdidura o “urdiblanda”) que pudiera molestarle. Mi padre fue un reflejo de su nombre (Eusebio, en griego significa piadoso), la persona más auténtica que he conocido y, tal vez, que conozca. La más mesurada, la más inteligente (la inteligencia es la facultad humana que permite resolver todo tipo de problemas) y natural. Nunca atisbé en su semblante un gesto de ira.

Lo lógico es que cualquier persona sea un pozo de claroscuros. Bueno, pues mi padre lo era de claridades. Propuse a mi padre, al borde de la muerte, si quería confesarse. Como tenemos un vecino que es sacerdote, hablé con Javier (así se llama el cura —vive en el cuarto piso—) y no tardó en bajar y confesarlo. Javier salió de la habitación sonriente, reconfortado, contento. En pocos minutos había departido con una persona auténtica. Eso es lo que interpreté de cuanto me dijo.

Insisto, yo no puedo hablar mal (ni escribir mal) de mi padre. Si lo hiciera, sería un injusto a todas luces y, además, por inverosímil, un pésimo literato.

Si no te urdo más de él, es porque me da pudor. No creo que haya santos (reconocidos o no por la Iglesia) que hayan sido mejores personas que él. Sólo puedo hacer de mi progenitor un ditirambo interminable. En síntesis, nada que ver con la “Carta al padre” de Kafka. Yo nunca tuve miedo de mi padre. Ni cuando rompí (sensu stricto, rajé), siendo un niño, jugando con otros críos, vecinos, al fútbol, de un chut, el cristal de la pastelería “Mari Tere”, que tampoco existe.

Por la insistencia, parece que los dos somos unos redomados baturros.

Te saluda quien te aprecia y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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