¿QUE NO FALTE ME ESPETA EL GERIFALTE?
Hoy, martes, 6 de noviembre (¡Muchas felicidades, “Use”, hipocorístico de Eusebio! —pues mi hermano varón más pequeño en edad, que es, al mismo tiempo, se advierta o no contradicción en el hecho, el más alto de todos, cumple años—), me enmiendo al momento, mañana, miércoles, 7, conoceremos qué ha opinado y votado la ciudadanía de los Estados Unidos de América, tras llevar Donald Trump dos años en la presidencia del país.
Es llamativo y sintomático (por lo menos, para mí) que un sujeto de la calaña de Trump, con tantos defectos (hay quien los ha contado y estos suman más de los que se le achacan al peor de los demonios habidos o por haber) fuera elegido por sus conciudadanos para ostentar tan alta dignidad, llevar los destinos de una nación que forman cincuenta estados.
Mediado el (he obviado, a sabiendas, el adjetivo primer, porque, visto lo visto, oído lo oído y leído lo leído, su habitual proceder, logorrea y tuiteo, o sea, cómo se las gasta el jerarca, es mi deseo y mi esperanza que no haya, en modo alguno, un segundo) mandato, cabe preguntarse si la cosa (es igualmente válido también aquí su anagrama, el asco, tiene vuelta de hoja, remedio, o es irreversible el temor que muchos abrigamos de que la calidad democrática norteamericana siga descendiendo hasta tocar fondo, y la victoria, en las sucesivas elecciones que haya en el mundo, de los mandamases que sean vistos como meros clones de Trump lleve a idear y poner en marcha nuevas formas (no barruntadas, intuidas o sospechadas —por los escritores utópicos o ucrónicos que en el mundo han sido, verbigracia, George Orwell o Aldous Huxley—) de autoritarismo político.
El reciente triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil, que descuella por varias “virtudes”, machismo, racismo y xenofobia, entre otras, que se le adjudican, asimismo, a Trump, “dones” que comparten, a su vez, con dirigentes europeos, como la francesa Marine Le Pen, el italiano Matteo Salvini y el húngaro Viktor Orbán, etc., no auguran nada bueno, nada halagüeño.
En las hodiernas elecciones están en juego no pocos cargos y/o escaños, pero forman o son legión las/os que ven en ellas un plebiscito sobre la forma de hacer política del bravucón, mendaz, oscuro y soez gerifalte (ahora solo falta que se enoje conmigo y que me espete que no le falte), que lleva las riendas de la mayor potencia del orbe (si no ha pasado esa vara de mando o testigo ya a China, que puede), Trump.
Si los comicios los ganan los demócratas, las fuerzas, los poderes, se contrapesarán y Trump no podrá hacer y deshacer a su antojo, y los posibles desmanes que él tuviera en cartera o en mente podrán ser abortos a tiempo. Si quienes salen airosos del recuento de sufragios son los republicanos, ¡que Dios (es una frase hecha; quien se sienta, sea o no, ateo, como servidor, puede cambiar al Ser Supremo por naturaleza o azar) nos coja confesados!
Ángel Sáez García
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