QUÉ ADAGIO: “HECHA LA LEY, HECHA LA TRAMPA”
Como lo precipuo, primero o principal debe ir delante, en cabeza, ahí va, sin ambages ni demora, mi condena sin paliativos del intento de atentado preparado por el vigilante de seguridad Manuel Murillo, que, en un grupo de whatsapp, amenazó con devenir, disfrazarse o metamorfosearse en el francotirador con ínfulas que iba a abatir de un tiro preciso a Pedro Sánchez; mis sentidas muestras de solidaridad con el presidente; y, asimismo, mi más sincera enhorabuena a los Mossos d´Esquadra por haber abortado o frustrado dicho magnicidio.
Desconozco si Pedro Sánchez (a quien, debido a sus ostensibles bandazos, a su incontrovertible condición de político veleta, la hemeroteca va dejando un día sí y otro también, ora en cueros, ora en feo) ha leído alguna obra de Arthur Schnitzler; ignoro si alguien cercano al presidente del Gobierno de la Nación ha leído algo del dramaturgo y narrador vienés. De lo que no me cabe la menor duda es de que (eso deduje o pensé que había acaecido, al menos), por el medio que fuera, Sánchez había tenido conocimiento de una de las célebres frases proferidas y/o escritas por Schnitzler, cuando, nada más conocerse la sentencia de la trama “Gürtel” (jueves, 24 de mayo de 2018), que condenaba, amén de a los principales gerifaltes de la misma, también, por corrupción, al Partido Popular como partícipe a título lucrativo, porque esa fue la causa, el motivo o la razón que desencadenó que Sánchez presentara, huyendo de la procrastinación, la cabal y oportuna moción de censura contra el Ejecutivo presidido por Mariano Rajoy, que, a la postre, dio el resultado apetecido para el candidato de la misma y con sus huesos en el Palacio de La Moncloa. Y tres cuartos de lo propio ocurrió cuando el pasado miércoles Sánchez pronunció estas desiderativas palabras, “que nunca más los españoles paguen este impuesto (se refería al Impuesto de Actos Jurídicos Documentados, IAJD) y lo pague el sector financiero, la banca”. En ambos casos, el presidente seguía (fuera consciente de ello o no) una recomendación del autor citado arriba, Schnitzler: “Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida”.
De lo que sí dudo (mucho, muchísimo) es de que el mencionado IAJD lo pague, a partir de ahora, la banca, según el mero anhelo y la simple propuesta hecha por el presidente del Gobierno, tras decidirlo, ayer, jueves, de común acuerdo con sus ministros, en el último Consejo, mediante el real decreto ley (que deberá ser convalidado por el Congreso de los Diputados), pues tengo para mí por cierto, por certísimo (tampoco aquí hallo rendija por la que puede colarse la mínima hesitación), que los bancos idearán la manera (nuevas comisiones, incremento de las mismas o subida del tipo de interés) de que sean los clientes, quienes acudan a las entidades financieras a solicitar los créditos hipotecarios, quienes corran (de manera encubierta, si se quiere) con dicho gasto.
El adagio, máxima breve o sentencia moral, del rótulo, “hecha la ley, hecha la trampa”, es tan antigua que hasta tiene su precedente latino: inventa lege, inventa fraude. El hombre, junto con la rata, es uno de los pocos animales que se adapta estupendamente a cualquier tipo de cambio, uno de los que mejor se aclimata al medio (aunque sea inclemente). Ese axioma me lleva a predecir por indicios que, si nadie ha conseguido acabar con la corrupción, nadie logrará terminar, en el país que ideó o inventó la novela picaresca con el anónimo “Lazarillo de Tormes”, con la práctica fraudulenta (más bien “fraudurrápida”) del “hecha la ley, hecha la trampa”. Como el tiempo es ese juez que da y quita razones, bastará con que demos tiempo al tiempo para comprobar si acertamos o marramos en nuestro pronóstico.
Ángel Sáez García
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