El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Mi maestro mejor? ¡Pedro María!

¿MI MAESTRO MEJOR? ¡PEDRO MARÍA!

¡QUÉ EDUCADOR FUE PIÉROLA GARCÍA!

La pasada noche he vuelto a soñar con mi hermano mayor, difunto (con José Javier, a quien en casa conocíamos y llamábamos con el hipocorístico Javi), cuando ambos éramos aún adolescentes. Él fue quien, hace cuarenta y siete años (he tenido la tentación de escribir la frase admirativa “cómo pasa el tiempo”, pero la he mudado sobre la marcha por otras dos, más cabales, estas: “cómo pasamos nosotros” y “qué rápido nos avejentamos”), me acompañó a la antigua estación de autobuses de Tudela para que diera oportuno esquinazo o sorteara el equívoco, si este aparecía, y me subiera al bus correcto, que me llevó a Logroño. Allí tuve que montarme y esperar unos minutos sentado a que emprendiera la marcha otro, que, tras solicitárselo con antelación al conductor y apearme, me dejó en el arcén de la carretera, a unos doscientos metros del colegio de Navarrete, mi destino. En dicha localidad, sita a once kilómetros de la capital (de la entonces provincia, no Comunidad Autónoma aún de La Rioja) mentada, donde los padres camilos, que, a la sazón, regentaban el seminario menor, nos habían convocado para ver si conseguíamos superar la prueba, el “cursillo”, dos semanas de convivencia durante el mes de julio, en las que los responsables advertían si quienes allí habíamos acudido éramos aptos, o no, para cursar luego estudios religiosos.

Aunque fui el único imberbe que no recibió, durante toda la estancia (la razón la conocí a mi regreso, por boca de Javi, que fue quien acudió a la estación a darme la bienvenida y la triste nueva: mi abuela paterna Gregoria, Goya, murió al día siguiente de que yo me marchara a Navarrete), ninguna carta de sus padres (acaso ese sea el motivo de que haya escrito este menda tantas epístolas), insisto, ninguna (desde entonces, aunque no empecé a leer las obras de Friedrich Nietzsche hasta algunos años más tarde, me consta que abundo con el filósofo alemán en varios pareceres, entre otros, en este, que cuadra o encaja con la anécdota rememorada: lo que no te mata te hace más fuerte, que es una versión abreviada de lo que originalmente escribió: “Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier tipo de maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece”), recuerdo que, durante aquellos quince días del verano del 74, me lo pasé allí estupendamente; que mi equipo de fútbol, los obotes, ganó muchos partidos y yo marqué muchos goles; que hice varios ejercicios para demostrar que sabía cómo usar la regla de tres simple; que hice tests psicotécnicos y sencillas traducciones de latín; que me aprendí, de memoria (aún los guardo intactos en ella) los primeros versos octosílabos de un poema (luego supe qué rótulo, “El taponazo”, le puso su autor, Antonio de Trueba, a dicha fábula con moraleja): “Meneaba cierto día / una botella un muchacho. / Y la botella decía: / “¡Estate quieto, borracho; / mira que, cuando me enojo, / de todo soy muy capaz; / mira que te salto un ojo / si no me dejas en paz!”.

En mi memoria quedó grabado y ahí sigue y permanece, inamovible, qué elogió Pedro María Piérola García de aquella tanda, patulea o grupo de muchachos concreto, porque en un artículo recopilatorio que escribió y publicó en la revistilla, que nos llegó a casa, tras el cursillo, alababa y descollaba las virtudes de varios cursillistas. Aquel texto terminaba mencionando mi fuerza, poco habitual en un chaval de doce años, mi edad: “(…) y la fortaleza de Ángel Sáez”. Él se refería, claro está, a la física. Durante los tres años que cursé allí, de sexto a octavo de E. G. B., la susodicha, con tanto deporte como hacía, la acrecenté. Hoy, sin embargo, tengo para mí que, si mi mejor maestro, Pedro María, tristemente difunto, viviera, destacaría otra, la mental; elemental (sin el vocativo que suele acompañarle, querido Watson, apócrifo), apostillaría Piérola (con ganas de homenajear más que de plagiar a Sherlock Holmes, imperecedero personaje que salió del magín de Arthur Conan Doyle), seguramente.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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