El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Pura contradicción es nuestra vida

PURA CONTRADICCIÓN ES NUESTRA VIDA

Aunque son finitas (aviso: no voy a hablar aquí de mi dilecta prima María José, a quien ya no llamo con el diminutivo, sino Fina, ni de sus tocayas, no), pensemos en cuántas cosas podemos hacer sin salir de casa, sin pisar la calle. La lista que nos puede salir será, calculo, muy larga, seguro, y siempre nos quedará la sensación de habernos dejado en el tintero, sin apuntar, una importante, y luego otra, y otra,…, que hará que la califiquemos, oportunamente, de incompleta.

Si antes de la pandemia de la covid-19 muchas personas se quedaban en casa porque coronar ciertas acciones era, desde una perspectiva de la consecución del servicio, más raudo, y, desde el punto de vista del precio, más barato, el miedo a contraer la infección del coronavirus SARS-CoV-2 (por sus letales consecuencias en los casos peores) ha venido a generalizar dicho proceder.

Está claro que quienes hemos seguido la recomendación empática y solidaria de permanecer aislados en casa por haber sido identificados por un rastreador (ella o él) como “contacto estrecho de persona con COVID”, no tenemos acceso a Internet en el domicilio y vivimos solos, hemos necesitado de un deudo cercano (mi hermano, “el Chato”) y/o de un vecino (“Chusmari”), para que nos hiciera la compra y la dejara en la puerta, o llevara a cabo otros fines, allegara el periódico y el pan o bajara la basura. Los seres humanos, para vernos humanos, necesitamos sentir que les importamos a los demás y, viceversa, que los demás nos importan.

No vivimos solos, aunque solos residamos en nuestro hogar. Somos seres sociales; ergo, que cada quien haga lo que crea que debe hacer, pero sin que eso suponga descrédito ni menoscabo para los demás o un peligro para los otros.

Quienes, pudiendo salir, prefieren quedarse en casa, suelen reducir su ansiedad y estrés y, como corolario, dejan de producir el negativo para la salud cortisol. Distinto y distante es el caso actual, en el que, tras valorar beneficios o pros y perjuicios o contras, se decide salir solo a culminar unos hechos, pero no otros.

Hoy veo cristalino lo obvio, que mi hogar es un lugar seguro, pero porque vivo solo. Si viviera acompañado, conjeturo, no lo sería (o no tanto) y acaso dejara de ser el amparo o refugio que hoy es.

Esta realidad pura y dura me lleva a concluir que no hay “cronotopo” simple ni sencillo, sino que toda circunstancia espaciotemporal es compleja y hasta contradictoria.

Un día (hace mucho tiempo), temiendo volverme loco por leer tanto, escribí un texto breve (que recuerdo, grosso modo, de corrido, sin tener que invertir tiempo en consultar):

Nueve cabales años ha que salí de casa para comprar “Los caminos de la libertad” (trilogía de Jean-Paul Sartre, compuesta por “La edad de la razón”, “El aplazamiento” y “La muerte en el alma”). Desde entonces, no he vuelto a pisar la calle. Tres energúmenos, tres, vestidos de blanco, me obligaron a cruzar el umbral de esta pesadilla (¿qué dislate cometí, que aún dura?). Uno de aquellos demonios me dijo: “Usted no reúne las condiciones para vivir al otro lado del muro”. Yo, igual de lúcido entonces, al día siguiente, al otro,…, anteayer, ayer y hoy le sigo preguntando a él y al resto y, asimismo, continúo haciéndome la misma doble pregunta, desconcertado: “¿Pero aquí dentro es posible juntar tales? ¿Estarán locos?”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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