El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Con solo recordarlo siento bascas

CON SOLO RECORDARLO SIENTO BASCAS

   En esta vida una/o se harta de hallar contrarios a cada paso que da: arriba y abajo, delante y detrás, derecha e izquierda, cara y cruz, haz y envés, blanco y negro, listo y tonto, lleno y vacío,…

    A Maribel, la persona que el pasado miércoles 29 de diciembre de 2021 me atendió en el teléfono 900 104 971, gratuito, de la Cruz Roja, al que llamé, porque la altruista y mentada institución, de la que soy socio (desde 2014; el dato se lo debo a quien me lo suministró, Maribel, durante los pocos minutos que duró el trámite para culminar con éxito la gestión; ya he recibido en la dirección de correo electrónico que más uso la confirmación de la diligencia), me había mandado, como asimismo había hecho el año anterior, el calendario de la susodicha para el año par, en curso, el 2022, a fin de que me subieran 5 euros la cuota semestral con la que contribuyo (y es que cobro una pensión magra de 750 euros; cada quien colabora según sus posibilidades, o sea, con lo que puede), le recordé ese latinajo que dice así: “Adde parvum parvo, magnus acervus erit” (“Añade un poco a otro poco y el montón será grande”; mera variante de esa paremia española que airea que “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”; aquí, por regla general, termina el refrán, pero acaso debería continuar con las dos palabras que se sobreentienden: a hacerlo).

   En cierta ocasión, pensé adjudicar haber tenido conocimiento, por primera vez en mi vida, de dicha expresión latina al padre Daniel Puerto, mi profesor de Latín, durante los tres últimos años, de Sexto a Octavo, de la extinta Educación General Básica, EGB, que cursé en el colegio, seminario menor, de Navarrete (La Rioja), que regentaban entonces los benditos (para mí, sin duda, por ser verdaderos despertadores de dones dormidos, ocultos, inconcusos, no inconclusos, como me corrige el diccionario, herramienta incorporada al tratamiento de textos, despabiladores de virtudes aletargadas) e inolvidables padres camilos, pero hoy, aquí y ahora, no sé si en alguno de los textos que he trenzado, más de siete mil, dejé constancia del hecho. Ha habido, hay y, me temo (sin temer nada en concreto, en realidad), habrá un montón de casos, cosas e ideas sobre las que he pensado, pienso y piense urdir, mas, por un sinfín de razones, de diversa índole o jaez, que en este momento concreto escapan a mi control, seguramente, quedaron, quedan y quedarán en agua de borrajas o cerrajas, en nada, sin ser registradas en ningún sitio.

   El ejemplo puesto o propuesto en el segundo párrafo de este texto puede tomarse o verse como la cara, buena y benéfica, positiva, del asunto en cuestión, pero cabe tomar o ver también su contraria u opuesta, la cruz, mala, nociva o negativa del tema. Y, como para muestra basta con presentar un solo botón, recordaré a continuación, qué me acaeció con cierto inodoro (hay que andar sobrado, rebosante, por los cuatro costados, de guasa para otorgar o referirse con el término susodicho, pues inodoro significa sin olor, a un retrete o, en su defecto, tener un grave problema con la pituitaria, atrofiada, sin duda, pues el sujeto en cuestión, ella o él, debía padecer anosmia, una consecuencia o efecto secundario de haber sufrido la covid-19, por cierto, pues no debía oler nada, y siento decirle que marró morrocotudamente cuando coronó tal cosa), atascado de lo que no merece la pena nombrar para que, solo con recordar el olor nauseabundo que despedía otrora, vuelva a sentir bascas, sin haber tenido que ingerir servidor un emético. Tuve que meter mi brazo derecho, forrado con tres bolsas de basura (y colocarme dos pinzas de madera para tender la ropa en la nariz; había que improvisar con lo que uno tenía a mano), para lograr mi propósito de que el váter del piso, que acabábamos de alquilar, fuera usado por nosotros, mis compañeros de piso y yo, de manera regular. Y es que si a un zurullo se le suma otro y otro y otro y… esos excrementos no se evacúan oportuna y correctamente, con toda seguridad, le tocará hacer de fontanero desatascador a quien firma esto abajo, Otramotro.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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