¿QUÉ TESIS LE DEBEMOS A UNAMUNO,
QUE BAÑÓ EN POESÍA LUIS CERNUDA?
Tras conseguir el arduo desafío, que otrora fue tachado de imposible, reducir o achicar las conclusiones o los conocimientos adquiridos a la justa expresión de medio folio, reto del que salí indemne, sí, ileso, el día que cumplí sesenta inviernos, por fin, elaboré el cabal aserto, que mejor le cuadraba a la impar tesis, que había perseguido desde adulto, desde que razonar fue obligatorio para quien firma abajo estos renglones torcidos, estos versos de once sílabas.
Nuestra existencia en el planeta azul, la Tierra, concentrarse puede, es cierto, en las ideas firmes que contengan los dos párrafos de este texto en prosa: quien no comprende lo obvio, que, si piensa el sentimiento, siente el pensamiento, tesis que le debemos a Miguel de Unamuno, mas vino a engalanarla, de enjundia y poesía, Luis Cernuda (“Tú justificas mi existencia: / si no te conozco, no he vivido; / si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido” son los versos finales del poema que arranca el que le pone al mismo título: “Si el hombre pudiera decir lo que ama”), está abocado a no superar nunca la prueba del busilis o algodón, que el hecho de vivir es un absurdo (párvulo, medianero y/o colosal); que quien sus sentimientos no comprende las horas de los días de los años de su vida las pasa a la intemperie, transportando, cual Sísifo, su roca, sin alcanzar jamás la cima o meta, en una interminable pesadilla, que rueda cuesta abajo, sin remedio, batido con los tales en un cóctel, sin resultar fundido ni mezclado; que quien, después de haberlos entendido, se ve incapaz de colocarlos bien, en el sitio fetén, el ajustado, no logrará verbalizarlos nunca, y menos, negro sobre blanco, urdirlos.
Ángel Sáez García
