¿QUE QUIÉN FUE MI PRIMERA MUSA? ¡JAVI!
Hoy, sábado 4 de marzo de 2023, mi hermano José Javier, Javi, hubiera cumplido 63 años, porque lleva la friolera de 45 finado (cabalmente se cumplirán el día de Navidad, qué paradoja, ¿verdad?). Está claro que quien haga el esfuerzo de consultar hoy el Diccionario de la lengua española, DLE, tendrá la oportunidad de hallar en él la entrada de la voz “huérfano/a”, que denota, en su primera acepción, a la persona menor de edad a la que se le ha muerto el padre, la madre o ambos; y, en segunda, poéticamente, a quien ha perdido a un hijo o a varios, pero, salvo clamoroso error, a nadie (incluyo a los académicos de la RAE) se le ha ocurrido hasta la fecha una palabra para designar al hermano que ha perdido a otro/s. Mis progenitores, Eusebio (él, más de una vez, por aquellas terribles fechas, se quejó de su mala y aun pésima suerte, de lo insólito que le había acontecido, pues lo lógico era que un hijo enterrara a su padre, no al contrario, como a él le acaeció con Javi) e Iluminada (cuánto le avejentó llevar luto; cuando, por fin, pasados los años, decidió quitárselo, sucedió un milagro o prodigio, pues los años que se había echado encima, al vestir la ropa negra, se los borró o logró restar, al dejar en el armario el duelo), cuánto sufrieron; mis hermanos Jesús María, Miguel Ángel, Eusebio y María del Pilar, cuánto lo lloraron. Y servidor, el abajo firmante de estos renglones torcidos, cuánto lo echó de menos y cuánto lo echa en falta, aunque, como su mente es muy artera, astuta, cuca, ha conseguido autoengañarse, al llegar a creer, a pies juntillas, que él, Javi, le echa una mano en sus quehaceres literarios, a veces, como estro, inspiración o muso, a veces, como mero amanuense, a la hora de idear o pergeñar y trenzar sus textos; y esa y no otra es la razón por la que, con su inestimable ayuda de fautor inmejorable, excelente, le cuesta menos tiempo ultimarlos, urdirlos.
¡Cuántas vueltas le dio otrora este menda a la madrugada de aquel día de Navidad, intentando encontrar el porqué o quid desencadenante de la tragedia, la causa de la causa de aquel rasgón del alma o desastre! Todos esos esfuerzos fueron baldíos. ¡Cuántas veces le dijo las cuatro palabras de esta misma frase: “Javi, vámonos a casa”!
Recuerdo que mi padre, que me visitaba a diario (dejó de hacerlo cuando fue intervenido quirúrgicamente en otro recinto hospitalario, una clínica, de una hernia inguinal), durante los tres meses que permanecí ingresado en el extinto hospital “Nuestra Señora de Gracia” (quien no faltó un solo día a la cita fue el padre de Toñi, Javi y Nacho, Simeón, a quien no olvidaré mientras viva y a quien le agradeceré su compañía eternamente), lo propio hacía, asimismo, con el nicho de mi hermano en el cementerio tudelano, un día me confesó que el cadáver de Javi se estaba descomponiendo, porque, hallándose a su vera, a pesar de estar el hueco bien cubierto, tapado con aquella lápida blanca indeleble, alguna pequeña grieta habría o ese olor fétido, nauseabundo, que le llegaba a su pituitaria, a otra tumba o nicho correspondería.
El amor que sentía por mi hermano mayor se vio incrementado por su generosidad, por ser el único mecenas, sensu stricto, que he tenido en mi vida. Así que a nadie debería extrañarle que mi primer poemario se lo dedicara a él. Recuerdo su título, “Camino del tú”, y el poema que lo encabezaba, “EL CENTRO DE MI EXISTENCIA”, acaso mi primera muestra poética:
Tenerte saber quisiera,
Sorber de ti muchas cosas;
Gozar de tus risas, rosas,
Y que yo las esparciera
Por mi nuevo jardín verde.
Sin ti, este mundo se pierde,
Amado hermano José,
Algo que ahora no sé
Expresarlo de palabra;
Pues, aunque ipso facto la abra,
A la boca me refiero,
Sabes muy bien que prefiero,
Oírte hablar muy despacio,
Que, aunque por escaso espacio,
Siempre por tu voz sanado,
Sueles hacer desde dentro.
Te tengo en el pensamiento;
Por eso, aquí hoy me arrepiento
De haberte dejado a un lado,
De no reputarte el centro.
¡Dicho aniversario!, donde te halles. Confío en que en mi mente nunca falles.
Ángel Sáez García