El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Once chicas florero en la portada

ONCE CHICAS FLORERO EN LA PORTADA

No tengo el gusto de conocer a Paloma López García (aunque así lo pueda parecer, no es mi prima, ni soy su deudo, si resulta que tiene más años que yo), quien, desde Fráncfort (Alemania) escribió y remitió la carta titulada “Chicas florero en portada” a la directora de EL PAÍS, Pepa Bueno. La susodicha misiva apareció publicada en la página 18 del Periódico Global el domingo 7 de mayo de 2023.

Como la citada epístola es el asunto sobre el que versará este escrito y, asimismo, de bien nacido es ser agradecido, me veo en la obligación intelectual de darle, sinceramente, las gracias. Si, como barrunto, es doña Paloma progenitora (natural y/o adoptante), le envío hoy, en tiempo y forma, cuando redacto estas líneas a bolígrafo (no tengo ordenador ni acceso a internet, de veras; suelo usar, de lunes a viernes, uno de los que hay en la biblioteca pública “Yanguas y Miranda”, de Tudela), Día de la Madre, en España (ignoro si también en Alemania), mis ¡muchas felicidades! (no se extrañe usted del hecho; por la mañana, antes de ponerme a trenzar estos renglones torcidos, he hecho una veintena de llamadas a otras tantas madres, haciéndoles llegar lo propio).

(Doña) Paloma (le trato como si fuera amiga mía; así se llama, por cierto, la esposa de Javier, que fue amigo íntimo mío antes), de su carta reivindicativa, necesaria, imprescindible, cabal, me chirrían dos aspectos de la misma. A fin de engrasar el mecanismo de este artefacto inofensivo, permita que le enmiende la plana. No son diez, sino once las chicas florero (una de ellas, no sé si conserva aún el ejemplar sabatino de papel, aparece en el lado derecho de la foto con el cuerpo incompleto, cortado) de la portada.

Me temo, Paloma, que yo tampoco le puedo informar sobre quiénes son esas once chicas que visten minifalda (parece que está en contra de esa prenda femenina, ¿por qué?). Ahora bien, le ruego que haga, por favor, este pequeño ejercicio o esfuerzo de imaginación, si yo fuera la madre o el padre de una o de varias de esas chicas, acaso me brotara decirle: deje que mi/s retoño/s meta/n la pata, que se equivoque/n, como, tal vez, a su edad, hizo usted otrora. Los errores que cometimos en la adolescencia o la juventud pueden ser muy útiles, si supimos otrora (o sabemos ahora) sacarles el provecho adecuado. A veces, un fracaso, un fiasco, una derrota, puede ser bastante más didáctico/a que un éxito inesperado, una serendipia o chiripa.

Le pido, encarecidamente, que siga imaginando. Ahora soy la madre o el padre de otra de esas once chicas y, tras advertir en sus líneas cierto desdoro o menosprecio (quizá sean meras imaginaciones o suposiciones mías) hacia ella o hacia mí, me nace preguntarle: ¿Quién es usted para decidir qué es lo que está bien o mal? ¿Qué puede hacer mi hija y qué no? ¿Me he metido yo en su vida o en la de su hija? ¿He allanado su domicilio? Entonces, ¿por qué invade un espacio que no le corresponde? Sus amigas se presentaron para ser recogepelotas (y “lanzapelotas”), y así poder estar cerca de sus ídolos tenísticos (ellas y ellos). Me preguntó y yo le dije que no me oponía (o que no ponía objeción; estoy harta/o de coartar su libertad, de restringirle oportunidades, y de escuchar sus quejas motivadas; no soy un ogro, ni deseo que me vea así). La verdad es que confiaba en que no escogieran a ninguna, pero eligieron a todas, las seis de la cuadrilla. Mi gozo, sí, en un pozo. ¿Qué le voy a hacer? ¿Se da cuenta de que, sin querer, con la mejor intención (esto, que conste, no lo pongo en tela de juicio), se ha metido de hoz y coz en vidas que no le corresponde administrar, en concreto, en la educación de mi hija, a la que no debe regir, ni dirigir, ni corregir? Hay que tener mucho cuidado con el imperativo categórico de Kant. Como principio teórico, en abstracto, está bien, pero, en la práctica, a menudo cojea, pues uno puede meterse en camisa de once varas y granjearse nuevos enemigos.

Si usted, Paloma (lo es, más que halcón), considera que debe insistir, adelante con los faroles, pero sepa que deberá acarrear o correr con las consecuencias.

Paloma, su reflexión me parece aguda, pertinente, relevante y digna de ser tomada en consideración. Confío, deseo y espero que la mía haya contribuido a enriquecer su panoplia de prismas, como la suya ha hecho con mi conjunto de perspectivas sobre el caso en cuestión.

Itera sus ¡muchas felicidades!

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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