SI EL GESTO ES UNA GESTA, CUÁNTO CUENTA
El lunes 23 de los corrientes, hace una semana cabal, inesperadamente, me despedí de quien apenas un par de segundos antes creía que ya no lo haría de manera personal, es decir, de una fémina fetén, a quien no mencionaré, pues, a fin de evitar que se viertan comentarios mordaces, procaces o suspicaces, malentendidos o problemas variopintos, he decidido ocultar su verdadera gracia de pila tras un monosílabo, que he elegido para ella, Sí, sí, el adverbio que en español usamos para afirmar, porque, si las cosas van bien encaminadas y los casos bien encauzados, por donde cabe imaginar que pueden y deben canalizarse, yo no pondría objeción alguna a dar un día, estando plenamente convencido, el “sí, quiero”.
He de reconocer sin ambages ni requilorios que, nada más salir por la puerta del hotel donde había estado confortablemente hospedado durante mi reciente y última estancia en el Puerto de la Cruz (Tenerife), el Magec, y encaminar mis pasos hacia la cercana estación de guaguas, como no la esperaba, su presencia me cogió de improviso y no estuve a la altura de la circunstancia, o sea, de sacarle el máximo partido o provecho al abrazo que ella, voluntariamente, me dio (y es que servidor llevaba una bolsa en la mano izquierda, la mochila sobre el hombro zurdo y asía la alargadera o el tirador de la manija extensible de su equipaje con la diestra); así que no saboreé la excepcional experiencia del abrazo generoso que me brindó Sí como a mí me hubiera apetecido.
Confío, deseo y espero que los hados se muestren propicios la próxima vez que nos encontremos y veamos, que nos daremos de bruces y nos miraremos de nuevo a los ojos, seguro; y este menda, seguidor de las verdades apodícticas que se le adjudican a Confucio (en concreto, aquí, de esta: “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”), pueda poner en práctica lo asimilado; y, tras enmendarme, corresponder, como se merecerá, a otro abrazo como el de marras que, si Sí sigue estando sin pareja, acaso me reciba de la misma guisa con la que se despidió, y tanto ella como yo volvamos a abrir nuestros brazos, cuando ella me columbre o yo la vislumbre a ella, para rodear mutuamente nuestros respectivos talles.
Tengo para mí que el abrazo es un gesto que, cuando se da de manera acreditada o auténtica, como Sí me lo dio el pasado lunes 23 a mí, deviene en gesta, en hazaña, en proeza. El abrazo es el saludo por antonomasia o excelencia de los amigos genuinos (a mí me gusta rememorar oportunamente, siempre que viene a cuento, a fin de reforzar o robustecer esa idea, la definición certera, canónica, que dio Aristóteles sobre la amistad: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita —a mí me suele chiflar o pirrar mudar dicho verbo por el que considero más apropiado, ‘palpita’— en dos almas”; y poner, a renglón seguido, el ejemplo revelador e irrefutable de los dos trozos de tejido cardiaco, que laten de modo distinto, cuando están distantes, separados, pero lo hacen al unísono, cuando se juntan). El abrazo puede ser triple, como el que nos hemos dado en más de una ocasión “los “luises” (Luis Quirico Calvo Iriarte y Luis de Pablo Jiménez), mis amigos del alma, y el abajo firmante de estos renglones torcidos.
Otro día discurriré o disertaré más extensa o largamente de Sí, de mis intuiciones más que de mis certezas sobre ella, pero hoy, aquí y ahora, me limito a dejar escrito, negro sobre blanco (aunque antes lo hice azul sobre gualdo), que su abrazo me agradó un montón, me llenó (ojalá, si ella lee estas líneas, estas le plazcan tanto como a mí me ha deparado redactarlas); y sentí sus dos turgentes senos contra mi pecho. Sé que mi corazón no le dijo al suyo lo que hoy sí le diría al corazón de Sí, que me gustó sobremanera auscultar cómo sonaban sus latidos.
Nota bene
El rótulo que encabeza los párrafos precedentes ha resultado el ganador del concurso, pero este menda había elaborado y presentado otros a dicho certamen, entre ellos, el que resultó finalista (compuesto por dos endecasílabos), con subtítulo, este: “MERECE EL PREMIO DE ‘MEJOR MUJER’ / LA QUE TAL VEZ OBTENGA OTRO, EL ‘SÍ, QUIERO’”.
Ángel Sáez García