El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Leer, leer, leer, libar el néctar,…

LEER, LEER, LEER, LIBAR EL NÉCTAR,

COMO HACEN LAS ABEJAS CON LAS FLORES

Aunque en el colectivo o grupo en el que te encuentres o del que formes parte, atento y desocupado lector, ora seas o te sientas ella, él o no binario, no falten los aguafiestas, congéneres agnósticos o escépticos, que no se crean nada de lo que dices o escribes, tras indagar sobre el particular, cabe formular, al menos, una verdad provisional, interina (como el resto de las tales, hasta que adquiera, si cumple con la regla, el marchamo raro de definitiva), que han arrojado las pesquisas de dicha investigación, que la lectura, grosso modo, es un hábito saludable, ya que recientes estudios, con carácter científico, que se han coronado al respecto así lo atestiguan y/o confirman, salvo que cuanto te lleves a los ojos verse sobre el mismo asunto o tema, y no hayas espabilado o no te hayan despertado tus educadores el necesario e imprescindible espíritu o sentido crítico, y te hayas dejado arrastrar por una única ideología, que recorre transversalmente todos los libros que devoras.

Leer ficciones (novelas o cuentos y hasta poemas, no lo olvidemos) y no ficciones (ensayos, libros de historia o biografías) influye, de manera decisiva, y en el grueso de los casos, asimismo, de forma positiva, en el estado de ánimo y en la sensación de bienestar de los sujetos que suelen culminar dicha acción; y sus benéficos frutos afloran cuando debates, discurres o reflexiones en diálogos o tertulias con otra/s persona/s. Por eso a mí solo me apetece ir al cine y al teatro acompañado, para poder criticar la película o el drama (o comedia, o tragedia, o una mezcla de ambas) después, o sea, desmenuzarla, intentando hallar los pros y los contras de la misma, si es que los tiene y se los hemos encontrado, claro, tomando un café, un refresco o una caña, de pie o sentados alrededor de la mesa de un bar o cafetería.

Leer (ficción y no ficción) se ha comprobado, de manera fehaciente, que reduce la ansiedad y el estrés o, mejor dicho, el cortisol, que es la hormona que genera la corteza de nuestras glándulas suprarrenales cuando lo padecemos, y aumenta la satisfacción y la euforia, personal y colectiva.

Sobre la lectura y los lectores habituales, empedernidos, se ha especulado mucho. Ahora bien, conviene proferir algunos asertos; que, como de todo hay en la viña del señor, podemos hallar lectores asiduos, que son jefes de fábrica o dueños de negocios, que tratan a sus empleados o subordinados de puta pena, pero que acuden todos los domingos y fiestas de guardar a oír misa y pasan a comulgar, se hayan confesado las faltas cometidas o no; y, de igual modo, a la inversa, que hay otras personas que empatizan y se solidarizan al instante con los semejantes que han salido dañados o perjudicados por el motivo que sea, un incendio, una dana (acrónimo de depresión aislada en niveles altos), o una explosión de gas o volcánica, y no han sostenido en toda su vida un libro con sus manos, ni de papel ni electrónico.

Lo que nadie puede negar es lo obvio, que leer, además de producir un placer estético e intelectual, nos hace a quienes tenemos ese vicio confesable, más cultos, pues nos proporciona un acervo lingüístico que solo se puede adquirir de esa guisa o escuchando y, lógicamente, apuntado las palabras cuyo significado desconocemos, buscándolo en el Diccionario de la lengua española (DLE) de la RAE, como le gusta decir a su presentador Aitor Albizua, al inicio del concurso “Cifras y letras”, de La 2 de RTVE, que es adicto a iterar otro mantra en la segunda ronda del programa, los cuatro duelos, que son válidos los nombres propios, que hay que buscar con lupa, pues son escasísimos.

A mí, siempre que hablo de leer me brota, a bote pronto, recordar y, si advierto predisposición en quien me escucha, más que declamar, recitar, la docena de versos de un poema de Miguel de Unamuno y Jugo, con mucho ídem, titulado con el primero de ellos, “Leer, leer, leer, vivir la vida”, que dicen así:

 

Leer, leer, leer, vivir la vida

que otros soñaron.

Leer, leer, leer, el alma olvida

las cosas que pasaron.

Se quedan las que se quedan, las ficciones,

las flores de la pluma,

las olas, las humanas creaciones,

el poso de la espuma.

Leer, leer, leer, ¿seré lectura

mañana también yo?

¿Seré mi creador, mi criatura,

seré lo que pasó?

 

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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