Todo hay que decirlo, la niña del demonio se las trae. La activista Greta Thunberg, una adolescente bastante caprichosa e imprevisible, le acaba de hacer al Gobierno de Pedro Sánchez la peor de las jugarretas posibles.
Desde el Palacio de La Moncloa se esperaba con ansiedad la cita del 10 de diciembre de 2019 para que coincidiesen en la Cumbre del Clima de Madrid (COP25) la joven sueca y la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera y que se produjese la instantánea más buscada por el gabinete monclovita. Pero al final del día la foto de ambas juntas no se produjo.
De hecho, la única imagen que arrancó la titular ministerial fue junto a Alejandro Sanz y la presidenta de la COP25, la chilena Carolina Schmidt en la apertura del tramo de Alto Nivel de la Cumbre, en el que se pronuncian las autoridades. Thunberg, que abría la parte de ciencia climática, rehusaba a tomar la palabra y a la menor oportunidad acabó escabulléndose de la cumbre.
Las cajas destempladas de la activista sueca al Gobierno de Sánchez han sido numerosos y notorios, incluso desde el mismo momento en que se supo que esta cumbre la acogería Madrid. La propia Ribera había puesto a disposición de Greta Thunberg medios sostenibles para cruzar al Atlántico. A la ministra no se le ocurrió mejor idea que hacerlo a través de Twitter y la respuesta de la joven fue ignorar el ofrecimiento gubernamental. Tampoco quiso escuchar las ofertas oficiales en cuanto alojamiento y la posibilidad de ser escoltada a su llegada a Madrid y durante el tiempo que aquí durase su estancia.
Pese a todos los intentos de Sánchez de simpatizar con la causa ecológica y, especialmente, conseguir el favor de Thunberg, la respuesta de esta ha sido demoledora:
Los líderes políticos nos están traicionando y no vamos a dejar que se salgan con la suya, decimos ‘basta ya’. El cambio viene, os guste o no.