El panorama comienza a coger un color hormiga que da auténtico pavor.
Pedro Sánchez ve acotada la posibilidad de seguir dándole alegremente a la maquinita de gastar el dinero de todos los españoles y le va a tocar coger la ‘podadora’ para recortar.
Además, tal y como cuenta Carlos Cuesta en Okdiario, va a tener que hacer ajustes importantes si pretende llegar a finales de 2023 en la poltrona de La Moncloa.
Por lo pronto, a Sánchez se le empieza a poner cara de José Luis Rodríguez Zapatero.
Tanto fue así que no le quedó más remedio que adelantar casi medio año las elecciones generales, de marzo de 2012 a noviembre de 2011, con el consabido resultado nefasto para el PSOE.
Ahora la situación se repite, aunque con matices.
El primero de todos es la soberbia de Pedro Sánchez.
El jefe del Ejecutivo socialcomunista tiene un caudal electoral mucho más débil que el de Zapatero, 120 escaños por los 169 del anterior inquilino socialista.
El dirigente sanchista está más condicionado por sus socio interno, Unidas Podemos, y los externos, ERC, Bildu y otras fuerzas nacionalistas y localistas.

Cualquier recorte en el gasto público deberá contar con el plácet de esas formaciones y, por tanto, no se podrán erradicar gastos libremente. Tendrá que pactarlos.
Por esa razón, el Gobierno Sánchez ha registrado en el Congreso de los Diputados un documento como Proposición no de Ley en el que se pretende hacer una evaluación del funcionamiento de la Administración General del Estado y, por supuesto, acometer una modernización de la misma y acometer los recortes que sean necesarios para frenar un gasto público que ahora mismo no se puede asumir.
Desde el Palacio de La Moncloa se está viendo con pánico que el déficit no deja de crecer, que el Índice de Precios al Consumo se ha disparado hasta casi el 8%, que la luz y los carburantes prosiguen su escalada, que los transportistas, con su huelga, han conseguido colapsar el mercado y que Bruselas, a partir de 2023, reactiva el control de la balanza económica de cada estado miembro.
Y, para males mayores, el Producto Interior Bruto registra un déficit del 122%, una cifra inasumible y que, aunque sea a la fuerza, lleva a Sánchez a tener que apostar por esas políticas de contención y moderación del gasto.
Otra cosa será que podemitas, Esquerra, nacionalistas y localistas le digan que no a un plan que amenaza sus canonjías. Entonces, claro está, tocará ir pensando en elecciones

