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Cuando el ‘facha’ Pedro Sánchez despotricaba contra los indultos

Es más falso Pedro Sánchez que un euro de madera.

Hubo un tiempo en el que el líder socialista, cuando no era presidente del Gobierno de España, proponía poner fin a «los indultos políticos», porque consideraba que el Gobierno (el del PP) los utilizaba «más de lo debido» y era uno de los asuntos (el de la eliminación del uso de esta gracia) de los que quería hablar, pues consideraba suponía una medida de regeneración.

Conviene recordar esto, al rebufo de la multitudinaria y cívica manifestación de la Plaza de Colón, que en opinión de Carlos Herrera se volverá a repetir dentro de poco tiempo, debido a que los indultos no será la última polémica que envuelva al Gobierno Sánchez:

«Darán las vueltas que quieran, pero la manifestación de ayer fue un éxito de convocatoria y de desarrollo. Seguramente todos aquellos que ayer se manifestaron pacíficamente en la Plaza de Colón saben que antes o después tendrán que volver. Porque los indultos son el principio de una serie de cosas que nos van a helar la sangre».

«La manifestación de ayer deja claro que el sanchismo siempre va a tener un problema de fondo y que Sánchez solo gobierna para la mitad del país, ignorando a la otra. Para Sánchez, las personas que se manifestaron ayer en Colón son fascistas y anticatalanes. Esa es la conclusión que ha sacado Carmen Calvo».

La vicepresidenta del Gobierno PSOE-Podemos debería, por coherencia, añadir que entre los ‘fascistas y anticatalanes‘ hay que poner a su jefe Sánchez.

Diez días antes de ganar las elecciones primarias a la Secretaría General del PSOE, ‘un tal Pedro Sánchez’, en una charleta con Risto mejide, aseguró que él quería «liderar un discurso de democracia radical» y que para ello le gustaría «liderar el fin de los aforamientos de los diputados», «poner fin a los indultos» y «endurecer el código penal ».

El 29 de agosto de 2014, poco después de hacerse con el liderazgo del PSOE, Sánchez subió su apuesta por eliminar los indultos con un argumento que, ahora, siete años después, asentado en La Moncloa y con la vista puesta en indultar (parcialmente) a los líderes del ‘procés’ catalán (y socios en el Congreso del PSOE), está lejos de suscribir:

«El Gobierno ha utilizado el indulto más de lo debido y los indultos políticos deben acabar en nuestro país».

Eran otros tiempos, como comenta sarcástico Daniel Tercero en ABC.

Dos semanas después, el 12 de septiembre de 2014, en otra entrevista, esta vez para Radio Nacional de España, el secretario general del PSOE insistió en que su aportación a la política pivotaría, entre otros asuntos, en «hablar del final de los indultos», la «limitación de mandatos» y en revisar los aforamientos.

Sánchez trataba así de tapar la fuga de votos socialistas que empezaban a fluir hacia Podemos.

En mayo, los de Pablo Iglesias acababan de entrar en la primera división de la política gracias a los cinco escaños conseguidos en las elecciones europeas. El PSOE había perdido nueve. Un resultado no imputable directamente a Sánchez pero que sí debía gestionar.

El 7 de marzo de 2015, Sánchez intervino en un mitin en Langreo (Asturias). Quedaban dos meses para las elecciones municipales y autonómicas.

El primer examen serio como líder del PSOE. Eran tiempos en los que Sánchez podía compartir un acto político con Javier Fernández, quien acabó por presidir la gestora después de que el Comité Federal echase al secretario general. Pero para esto todavía faltaban meses: octubre de 2016.

En Langreo, al grito de ¡Viva Asturias!, Sánchez insistió: «Abriremos un nuevo tiempo: listas abiertas, limitación de mandatos, sin aforamientos, ni indultos». El 22 de abril de ese año volvió con el tema: «Regeneración democrática es poner fin a indultos políticos, limitar mandatos, listas cremallera…».

Llegó, a partir de junio de 2017, la segunda etapa de Sánchez como secretario general del PSOE. Reformuló el partido a su imagen.

Pasó de no poder dormir con Iglesias a gobernar mano a mano con él. Se hizo con La Moncloa, e incluso con la sentencia del Tribunal Supremo sobre la mesa, caliente, caliente, siguió erre que erre con los indultos. Incluso institucionalmente.

El 14 de octubre de 2019, el mismo día en que se conoció la sentencia del Supremo, Sánchez dijo:

«Esta sentencia pone fin a un proceso judicial que se ha desarrollado -y me gustaría, además subrayarlo- con plenas garantías y a su transparencia, y como corresponde en un Estado Social y Democrático de Derecho el acatamiento de la misma significa su cumplimiento. Reitero, significa su íntegro cumplimiento».

Pasaron quince días. En una entrevista para Onda Cero, el presidente del Gobierno aclaró dudas:

«El debate del indulto no está encima de la mesa, ni porque el Gobierno lo ha planteado ni hasta incluso los independentistas lo quieren».

No había debate. O sí. Fue la última vez (o de las últimas) que Sánchez se convertía en el adalid del fin de los indultos. Hasta en siete ocasiones (por lo menos) los utilizó (su eliminación) como gancho electoral.

Unos meses después, Sánchez cambió de opinión.

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