¿De verdad que el Rey no va a proponer un candidato alternativo? Incluso los que no somos monárquicos vemos en él la solución al oscuro plan político que, además, no llega por sorpresa, sino con tambores de guerra que se vienen oyendo desde una lejanía cada vez más cercana. ¿No ve don Felipe que ya tiene un pie fuera del palacio de la Zarzuela? Es el momento de demostrar que tiene pantalones y corona, a no ser que, por cobardía, se sume a la banda.
Si llega a concretarse el gobierno socialcomunista –y todo parece indicar que sí—, me pregunto qué será de nosotros. Preocupa pensar a dónde puede llegar la situación de incertidumbre que estamos viviendo. Algunos analistas opinan –creo que un poco ingenuamente— que el nuevo gobierno “trigolpito” no podrá hacer esto, ni lo otro, porque la Constitución o las leyes no lo permiten, o que cuanto peor lo hagan, antes habrá un cambio. O que los 52 escaños de VOX les impedirán hacer reformas sustanciales. Yo no estoy tan segura, más bien lo contrario. La Constitucción y las leyes actuales no han sido un freno para los enemigos de España, léase los golpistas y adláteres que han campado a sus anchas, amparándose en la manipulación de los tribunales, de aquí o de Estrasburgo.
Los políticos tienen toda la culpa, porque ellos designan jueces, configuran tribunales, presionan a la Abogacía del Estado, a la Fiscalía y a los jueces que, a cambio de prebendas y ascensos, o quién sabe si por chantaje, consiguen las sentencias que les benefician. La sociedad está descubriendo que la cárcel es solo para los pringaos, o para quienes no han sabido preparar todos los posibles flecos de la fechoría. Por eso, cada vez abundan más los bufetes de expertos –carísimos—, no al servicio de la justicia, sino en beneficio de sus cuentas corrientes. Y cuanto más mafioso y criminal sea el defendido, más dinero a embolsar. Vayan a la hemeroteca y refresquen la memoria con los asuntos de Garzón-Villarejo-ministra Salgado-narcotraficantes-extradiciones y chantajes, porque ya hablé de esto en artículos anteriores. Repasen también las sentencias del 11-M, la del Procés e incluso la de Pepiño Blanco; queda algo lejos, pero merece la pena recordarlo. Por no hablar de otras más escabrosas, como la de las niñas de Alcácer; y un poco más atrás en el tiempo, la del aceite de colza en la que se condenó a unos industriales que distribuían aceite adulterado, pero que nada tenían que ver con la intoxicación, entre otras cosas, porque las anilinas no producen los síntomas de lo que se denominó “neumonía atípica”. ¿Recuerdan? Los aceiteros de la colza fueron los Trashorras del 11-M . Pero ni una palabra de los organofosforados descubiertos por el doctor Muro –al que se sacó de la circulación por decir la verdad— del entonces Hospital de Rey, y por el médico militar Sánchez Monge. Los ciudadanos tienen derecho a saber esto. Volviendo sobre el 11-M, así de pasada, ¿qué ocurrió con la juez Coro Cillán, a quien el excomisario Villarejo consiguió eliminar de la judicatura por la investigación paralela que estaba llevando a cabo sobre los atentados? Lo del caso Pujol fue una disculpa para tapar el hedor de las cloacas. Pero hoy no toca hablar de esto.
La Constitución y las leyes actuales deberían ser suficientes para garantizar el orden, la justicia y la convivencia entre los españoles. No hace falta reformar nada, ni tampoco nuevas leyes. Basta con hacer cumplir las que existen. Sin embargo, sentimos que estamos en un polvorín, que los delincuentes pueden delinquir a sus anchas. Se pueden quemar ejemplares de la Constitución, agredir al Rey, cortar autopistas, cerrar aeropuertos ¡y no pasa nada! ¿Por qué no se cumplen las leyes y nos sentimos tan desprotegidos? ¿Y por qué, definitivamente, hemos dejado de creer en la justicia? Sencillamente, porque nuestros políticos nos han llevado a ello. Primero, los socialistas de Felipe González mataron y enterraron a Montesquieu, aunque fue el Partido Popular quien le puso la lápida en lugar de decirle, como Jesús a Lázaro “levántate y anda”. Ambos se han beneficiado de la fusión de los dos poderes. Hoy, la justicia está al servicio del poder, y quien tiene el poder absoluto es Sánchez, los comunistas y los separatistas. Es una vergüenza que los condenados por sedición que cumplen condena, sean quienes deciden cuándo habrá gobierno en España, si antes de fin de año, después, o quién sabe. ¡¡¡Ojalá no lo hubiera nunca con estos sujetos!!! Pero, además, también dependemos del prófugo Puigdemont que desde su exilio podría convocar elecciones y echar abajo el plan de Esquerra Republicana.
Y si esto ha ocurrido y sigue ocurriendo en democracia, cuando aún no han instaurado su dictadura, qué no será cuando el socialcomunismo ostente todo el poder. Por eso me asombra la ingenuidad de algunos analistas, que aún creen que los futuros gobernantes se atendrán a la ley.
La ley la adecuarán a su medida y conveniencia y la Constitución lo mismo. Según me comenta un experto, pueden hacer lo que les dé la gana, habilitando leyes ad hoc. En los meses que lleva Sánchez en la Moncloa ha habido más decretos ley que nunca y se han corrompido totalmente las instituciones. Recientemente, el Constitucional ha admitido todos los recursos de los golpistas, y de la mano de Conde Pumpido como coordinador, se irán volando a sus casitas y no me extrañaría que fueran condecorados como héroes. En un mundo desquiciado todo es posible.
Pero esto no es nada, comparado con lo que veremos. Los socialcomunistas lo harán mal, nos arruinarán y muchos de los que les votaron les retirarán el apoyo, como han hecho los venezolanos cuando sus tiranos Chávez y Maduro les robaron todos sus derechos y libertades y los mataron de hambre. Pero será demasiado tarde para rectificar. Puede ser que nunca más volvamos a tener unas elecciones con garantías. Es lo que ocurre en los países donde gobiernan regímenes comunistas. Da igual hablar de China, que de Alemania Oriental, de Cuba, de Venezuela o de Nicaragua. Por otro lado, la juventud que va alcanzando la edad de votar está cada vez peor preparada –es triste, pero hay que decirlo— , es más irresponsable, y más fácilmente manipulable, que se ha formado en las redes sociales con la traición y el insulto como bandera. Están programados para reaccionar a las alertas de móvil, sea para lo que sea. Lo importante es estar dentro de la manada. Los podemitas piensan incluso rebajar la edad de votar, a los 16 años, porque, a esa edad, el ser humano es mucho más permeable a las ideas externas. Es una característica de esta etapa evolutiva. Ítem más, cada vez habrá más población inmigrante que vive de los chiringuitos destinados a generalizar la pobreza. ¡Y va todo tan deprisa! La bomba nos ha estallado en la cara. Por eso me parece que, al ritmo que van las cosas, pudiera ser que la monarquía tuviese los días contados. Aunque no lo parezca y en el palacio real continúe sonando la música.
En cuanto a los medios de comunicación libres y, de manera especial, la prensa alternativa, ¿cuánto tiempo tardará el tándem socialcomunista en cerrar medios, retirar licencias y ponernos la mordaza a todos? Solo funcionarán los medios del régimen, como emisores de sus mentiras y tapaderas de sus corrupciones. No hablarán de los sobres en negro de Podemos, de lo que cobra a través de paraísos fiscales el Coletas o de cómo se financió Villa Tinaja. No se volverá a hablar de la falsa tesis de Sánchez ni del puesto de Begoña para el que no tiene cualificación, ni de la implicación de Carmen Calvo en los ERE de Andalucía, ni de los chanchullos de Cristina Narbona por el tema de Acuamed, ni de los falsos patrimonios de los ministros socialistas. Ni de ninguna de sus vergüenzas. Llenarán sus espacios con temas de la Gurtel y con montajes sobre VOX.
El partido de Abascal el un pain on the neck para los socialistas, pero también para los populares y para lo poco que queda de Ciudadanos, que continúan con sus berrinchitos de niñatos prepotentes y pijillos mal criados. (Arrimadas, tras abandonar a sus votantes catalanes, se disfraza de mujer de Estado y se reúne con Sánchez para intentar salvar a España. Algo grande le viene la gesta). Vox es una molestia para todos. No me extrañaría que, amparándose en esa idea distorsionada que tienen del fascismo, intentaran ilegalizarlo. Porque, ya se sabe, en la España de hoy se puede dar un golpe de Estado e incluso ser proetarra, pero defender la bandera y la unidad nacional es de fachas.
Los socialcomunistas, asociados con los golpistas, desmantelarán el país hasta dejarlo en los huesos. Estamos a punto de entrar en un kali yuga político, del que no se sabe cuándo saldremos. Como dije al principio, posiblemente no volvamos a tener otras elecciones libres. Es cierto que los malos no siempre ganan, pero mi esperanza de que el plan de destrucción de España no salga adelante, es cada vez más pequeña. Lo vergonzoso es que nos lo están vendiendo como algo bueno, positivo y urgente para España. ¡Y la parte más vulnerable de la sociedad, traga! El nuevo Ministerio de la Verdad orweliano ha empezado a funcionar.