Unos y otros, la derecha secular. La del PP en casi todo, pero también Vox han provocado la caída de Casado resistente, hasta el patetismo, en las últimas horas. Egea se ha ido sin templar gaitas, tocando las pelotas, como él es. Ellos, la derecha barrenera del país, pueden llamarse a sí mismos conservadores, democristianos, incluso liberales, pero no, tienen, sobre todo, una característica común: su afición inveterada a matarse entre ellos.
Este bochornoso espectáculo del PP actual con la caída irreparable de Casado, no es nuevo, tiene tanta solera como un buen Rioja. La derecha, primero UCD, luego Alianza Popular y ahora mismo el PP de Casado, digo yo que hasta goza asesinándose entre sí. Cuando están en esa pelea, poco les importa el quid prodest, a quien aprovecha, ellos tienen claro esto: que no aproveche a los más cercanos. Fraga en su momento -él, que era anglófilo empedernido- citaba a Churchill con una sentencia de la que luego se aprovechó el italiano Andreotti. Enfadado como un búfalo con su propio Partido Conservador escribió: “Miro a mi bancada y no encuentro a un solo amigo”.
Ya se ve que también en el Reino Unido funciona la derechorra. Pero desde luego no tanto como en España. Aquí se tirotean entre ellos mientras el enemigo se ríe a conciencia. Los últimos episodios por ella protagonizados avergonzarían incluso al inmoral Pedro Sánchez. En él radica el comienzo de esta hecatombe que todavía amenaza con destruir al PP. Al respecto, me debo autocitar: en 2016, -tampoco la cosa está tan lejos- perpetré un libro que me trajo no pocos zurriagazos. Se llamaba sintéticamente la España cobarde y su penúltimo capítulo lo dediqué precisamente a la derechorra, así con mayúsculas. La misma que ahora se ha intentado suicidar. Pido disculpas por rememorar todos estos párrafos:
“La derecha clásica española, la de toda la vida, ha hecho históricamente méritos más que suficientes para ser denominada sin ninguna piedad derechorra. Es pertinaz, como la sequía de Franco de quien sigue devota, y se caracteriza por atentar contra su propio interés. Pero eso no lo hace por generosidad; al revés, su filantropía es rencorosa y con ello le basta para ayudar al triunfo de socialistas, comunistas y populistas o independentistas. La inmensa derechorra si es más tonta, nace oveja. Pero es peligrosa por dejación y por miedo también”.
¿Qué otra cosa ha pasado y está pasando con la hecatombe del duelo en la cumbre Casado-Ayuso? ¿A quién han favorecido sus actores?
Otro párrafo actual que vale como advertencia de cómo se va a cocinar el futuro tras el derrumbe del dúo de inanes Casado-Egea. También sirve para denunciar cómo su conducta es el maná de la repulsiva izquierda hispana, la de entonces y la de ahora. Fíjense:
“Durante años, los que transcurren desde el tardofranquismo hasta el presente, la derecha española, conservadora sólo de las costumbres más rancias no de los valores más positivos, se ha comportado como cómplice de todas las izquierdas posibles, de forma que éstas, llámense comunismo, socialismo o ahora indebidamente populismo, se lo han pasado pipa aprovechándose de la enorme idiocia de la tal derecha. La derechorra siempre se ha sentido cómoda en los roperos benéficos, bien disimulados los vicios perdurables de cualquier mortal, por ejemplo a infidelidad o la desealtad”.
¿Qué otra cosa ha sucedido en la catástrofe actual? ¿Cómo se está carcajeando Sánchez sentado a la vera de su palacio de La Moncloa mientras ve cómo pasan los cadáveres de sus enemigos? ¿Qué suerte de gozo sienten los antiguos militantes del PP, hoy en Vox, cuando observan que el partido que les hizo personas y llenó de dinero a gentes sin oficio, ni beneficio hoy se está suicidando dejándoles la oposición para ellos solos? Recalen en esto:
“La derecha siempre se ha caracterizado por practicar el estúpido deporte de darse patadas en su propio culo a base de increpar y fusilar a sus más próximos”.
¿Cómo se pueden calificar los improperios cruzados, las imprecaciones casi delectivas (el término es de ahora mismo, textual) las acusaciones bordes y cutres, los insultos de corrupción entre unos y otros? Nada que no se haya visto, es cierto, en la historia de UCD, de la Democracia Cristiana, de Alianza Popular o este momento crucial del Partido Popular Todo este fregado arrabalero tiene precedentes, pero, como veterano de la crónica política, les transmito lo siguiente: nunca la Derechorra ha llegado a hocicar en tanta miseria. Podemos seguir con otro párrafo:
“Y así ocurre que por perezosa, timorata y empavorecida actúa contra sus propios intereses, llega a reconocer que los de enfrente tienen mayor superioridad moral. A los propios les degüella, a los ajenos les soba”.
¿Es que no hemos comprobado en estos aciagos días de qué forma Casado reconoce que lo que ha hecho ha dañado gravemente a su partido, y cómo desde la Puerta del Sol (hay para todos) se descabella, con mucha razón probablemente, a sus antiguos “hermanos separados” (hoy enemigos rabiosos) de Génova? Finalmente, un último recuerdo previsor incluido en el libro citado de hace seis años:
“La derecha indocta y becerril por castigar a los presuntamente suyos, arrumba, desprecia el gran peligro (tomen nota de aquel aviso) que algún día se hará carne sobre la España en la que dice creer, un peligro que no es otro que el gran acuerdo, tácito o expreso que para el caso qué mas da, entre los socialistas, palmeros y aliados de los nuevos comunistas que pretenden la bolchevización de nuestra sociedad, y los separatistas que no tienen otro fin que destruir España”.
¿Es que la previsión, tampoco tan arriesgada desde luego, no se ha cumplido en España, al dedillo, a rajatabla? ¿Si, verdad? Pues nada, a la Derechorra le ha importado una higa. Cuando venía ganando al perverso sujeto que nos gobierna en todas las últimas citas electorales, cuando las encuestas venían pronosticando el fin de una etapa siniestra sólo comparable en daño a la que protagonizó el Rey Felón, Fernando VII, la derechorra ha sacado a pasear sus más sucios trapos y ahora la España sociológica que le ha venido apoyando está dividida por, lo menos, en cuatro partes: la irritada que ya no perdona tanta impericia, tanta estupidez, tamaño desatino; la que viaja de un partido a otro a la espera de que los más radicales saquen los tanques a recorrer la Diagonal de Barcelona; la que ya ha sentenciado que la próxima vez se dispone a votar a Bríos; y por fin, la última que suspira por los tiempos en que desde el poder desprovisto de cualquier disfraz, se ordenaba y se mandaba y todos, ¡hala!, a obedecer. Todos conforman la derechorra cuyo último episodio, el que hemos sufrido ahora, guarda una sola diferencia con los anteriores: que encima, se está televisando en directo. derechorra imbécil. Homicida.