La vuelta de Javier Arenas a la sede de Génova pretende arreglar las disensiones que surgen hasta en altas instancias del partido
Las luchas de Montoro con Guindos o Soria suben de tono y revelan, además de que el equipo económico del Gobierno Rajoy desafina, que se está produciendo un rápido y profundo desgaste.
Lo afirma, con todas las letras, Amador G. Ayora, director de elEconomista, en una columna que no tiene desperdicio:
Del hombre se dice que es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Al expresidente José María Aznar se le ocurrió ponerle un contrapeso a Rodrigo Rato como vicepresidente económico, con el nombramiento de José Barea al frente de la Oficina Económica del presidente. Rato acabó por destituirlo porque sus informes y filtraciones a la prensa hacían imposible su labor.
El modelo fue seguido por su sucesor, José Luis Rodríguez Zapatero, quien colocó a Miguel Sebastián para controlar a Pedro Solbes, probablemente como premio de consolación por no ser nombrado vicepresidente.
Las cosas no fueron mejor que entre Rato y Barea. Zapatero lo quitó de la polémica pidiéndole que encabezara la lista a la alcaldía de Madrid.
Rajoy intenta aprender de los errores y eliminó la vicepresidencia económica, con lo que se ahorró el enfrentamiento con el jefe de la Oficina Económica, en la actualidad Alberto Nadal.
En su lugar, designó como ministro de Economía a Luis de Guindos, y de Hacienda y Administraciones Públicas a Cristóbal Montoro, dos viejos rivales desde la etapa de Rato.
Fue su particular manera de evitar tener que decantarse entre el político, que le ayudó fielmente a llegar a la cima, y el amigo, que le asesora en asuntos económicos. Pero quizá el remedio fue peor.
Para empezar, lo trastocó todo, porque en Europa andan hechos un lío, ya que la cartera de Economía habitualmente se dedicaba a los asuntos de estadística interna, mientras que la de Finanzas está volcada en las relaciones internacionales, justamente al revés que en nuestro país.
Las contradicciones son permanentes. De Guindos negocia, por ejemplo, los términos del denominado rescate blando. Sin embargo, es Montoro el encargado de aplicarlo para conseguir el objetivo de déficit.
El titular de Economía fue quien acordó el memorando de reestructuración del sector bancario, que implicó una subida de tres puntos en el IVA.
Una de las medidas a las que se opuso Montoro hasta el último minuto, porque consideraba que mermaría la recaudación, mientras que De Guindos la defendió como alternativa a la subida del impuesto de la renta.
El ministro de Hacienda se negó al rescate a la banca mediante la emisión de deuda, así como a los hispabonos, patrocinados por Economía.
Para rizar el rizo, el representante español en la reunión del Eurogrupo del pasado 29 de junio, que alumbró las bases del futuro rescate, no fue ni De Guindos ni Montoro, sino Nadal.
En círculos económicos es conocido el resquemor de Montoro porque él se chupa todos los marrones, mientras que los demás sacan pecho.
También sus quejas porque debía hacer campaña en Andalucía cada fin de semana, mientras que su homólogo iba de cumbre en cumbre europea como de flor en flor.
El asunto es extensivo a la negociación con las autonomías. De Guindos es el encargado de cerrar los términos de los ajustes con Europa y Montoro el que aguanta los desplantes, como el propinado por el catalán Andreu Mas-Colell en el último Consejo de Política Fiscal y Financiera.
En esta ocasión, Rajoy echó un capote al citar a los presidentes del PP a un encuentro previo, pero desde Moncloa se hacen promesas a sus barones imposibles luego de cumplir por falta de presupuesto.
El último capítulo tormentoso protagonizado por Montoro es el encontronazo con sus colega de Industria, José Manuel Soria, a cuenta de la reforma eléctrica.
Soria malmete a la prensa con que todo obedece al deseo de favorecer a su anterior secretario de Estado, Ricardo Martínez Rico, asesor y consejero a la vez de Abengoa, el principal productor termoeléctrico. Pero éste se mantiene firme en sus trece con que la normativa de Industria no pasa el filtro de Bruselas.
La tirantez entre ambos ministros es un secreto a voces, pero sorprendió que Montoro decidiera airearla en público.
Rajoy aseguró hace unas semanas que estaba encantado con su Gobierno. Pero todo indica que no es así.
La vuelta de Javier Arenas a la sede de Génova pretende arreglar las disensiones que surgen hasta en altas instancias del partido, entre la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría; entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y su antecesor, Jaime Mayor Oreja, o entre Alberto Ruiz-Gallardón y el ala más conservadora, a cuenta del aborto.
Amén de la intromisión permanente en asuntos tanto de De Guindos como de Montoro del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, con la marca España.
Con un otoño caliente en ciernes por la amenaza sindical, el rescate pendiente de concretar y el desafío permanente de algunas autonomías al poder central, los rifirrafes entre ministros son el primer síntoma de que el Gobierno comienza a sentir el desgaste de sus medidas de recorte.
Rajoy debe poner fin a las luchas dentro del equipo económico, aunque sea a costa de sacrificar a uno de sus peones, si éstos no se avienen a tocar sin desafinar según la partitura establecida.