La nueva alianza es ahora la del Trono con el Socialismo progre
Se achaca a Pitágoras, paradójicamente jefe fundador en el lejano siglo VI antes de nuestra Era de un Orden o sociedad teocrática de gran importancia mística, filosófica y científica, una de las afirmaciones más antiguas sobre cierto embrionario proto-laicismo: “Rendid homenaje legal a los dioses de las naciones, pero guardad vuestro corazón para vuestro Dios legítimo”.
Otra maniobra de distracción, pero de también de calado ideológico es la decisión, hija del sinuoso talante reptil de Zapatero, de hacer votar a las tropas parlamentarias del tartufo Bono la supresión de la exhibición de los crucifijos en las aulas de las escuelas públicas.
Una medida propia de la República francesa que levanta protestas, sinsabores y zozobras en el reino de España.
Este modesto autor piensa que uno de los grandes logros de la Ilustración que ha permitido el desarrollo del mundo moderno en Occidente se encuentra en la vieja y relativista idea pitagórica de lograr la progresiva introducción de un sano, moderado y benéfico laicismo que permitiera superar las tristes etapas de los asesinatos judiciales de supuestos heresiarcas y las salvajes guerras de religión que ensangrentaron Europa durante siglos, incluidas las carlistas de nuestra cristiana tradición en las que se llegaba hasta a fusilar en retaguardia a las madres de generales.
También piensa que la moral pública debe descansar en lo que todos los hombres tienen de común en su naturaleza o condición humana, y cree, en consecuencia, que las escuelas públicas no deben hacer ostentación de signos religiosos de ninguna confesión, teología o secta.
Del mismo modo que tampoco deben permitir burkas o velos humillantes para las mujeres, “legitimados” en teologías o prácticas ajenas a la razón o que pongan en entredicho la dignidad humana tal como se concibe en Occidente.
Lo de los tradicionales colegios concertados relacionados con la Iglesia es otro asunto, aunque que no deja de ser una anomalía que podría modificarse mediante el llamado cheque escolar que permite a los padres recuperar el derecho a elegir. Pero mientras tanto en los concertados debería primar el ideario particular del centro.
La información y educación públicas sobre lo numinoso, o sagrado, en el hombre es muy importante, pero otra cuestión es cómo se enfoca en el ámbito de la enseñanza pública. Si debe estudiar historia de las religiones o de la estética religiosa, y prescindir en lo posible, aún respetándolos, de adoctrinamientos particulares, que mejor deberían reservarse a las parroquias, sinagogas o madrasas coránicas para los muchachos que voluntariamente quieran acceder a ellos, y ser impartidas por sus respectivos cleros.
Pero sobre este delicado asunto de los crucifijos cabe hacer otra reflexión sociológica: la sustitución de alianzas históricas para la mutua legitimación de los poderes.
Durante el Antiguo Régimen la legitimización social descansaba en la alianza entre el Trono y el Altar. Con el concurso de la nobleza de intermediaria para el resto de la sociedad. Ahora, salvo los mirab que miran a La Meca, lo del Altar se encuentra en decadencia en casi todo Occidente. La edad media de los sacerdotes españoles supera los sesenta años y más pronto o más tarde la histórica Institución se verá abocada a hacer su reconversión.
De modo que la nueva alianza es ahora la del Trono con el Socialismo progre. Y el antiguo arca de la alianza se ha sustituido por la caja tonta, las TVs taifales, y demás medios de manipulación de masas que sustituyen con ventaja a los antiguos púlpitos.
Mientras, el rol de imitación de las pautas de conducta de la antigua nobleza permanece ahora pero reemplazado por las de personajes como los del gran hermano, acicaladas ministras de cuota, folclóricas, futbolistas, wyomings y demás fauna mediática.
Y es que Medios de comunicación al servicio de intereses -que no de ideas o valores-, monarquía y socialistas de diseño se tapan mutuamente las vergüenzas e inciensan alabanciosamente los inefables logros del régimen. Su Régimen.
Alfonso De la Vega es escritor y autor de A las orillas del Ser