Había visto Ada Colau a toda la tropa de la izquierda más radical saliendo a decir barbaridades tras el terrible atentado múltiple en París en la noche de viernes 13 de noviembre de 2015 —«Sorprenden por su estupidez y cretinez»–, y quiso sumarse la alcaldesa de Barcelona, no sea que le achaquen no ser lo suficiente podemita.
A través de su perfil en la red social Facebook, dejaba claro Colau que ante el terror sembrado, lo mejor es responder con flores y abrazos. Y es que si lo había dicho su número dos, ¿qué iba a decir la alcaldesa? —El miserable tuit de Pisarello incendia Twitter: «Hollande responde con más terrorismo desde el aire»–:
Si bombardear un país fuera una solución efectiva para acabar con el terrorismo, ya no habría terrorismo. Si fuera una solución efectiva para acabar con las guerras, ya no habría guerras. No hay un camino hacia la paz, porque la paz es el propio camino. No lo digo yo, lo decía Gandhi.
Hay otras formas de luchar contra este terror: desmontar la economía de la guerra, ahogar las vías por las que el terrorismo se financia, perseguir a las mafias que trafican con personas, acoger a los que huyen del terror, a los «otros», en un «nosotros» que aísle a los violentos. Todas sus víctimas son nuestras víctimas, sea en París, Líbano, Yemen, Irak o Afganistán.
Decir un rotundo NO a la guerra no es ingenuo ni idealista. Es valiente. Si el terror consigue que el miedo nos blinde y la venganza nos ciegue, ellos habrán ganado. Al día siguiente de los atentados muchos parisinos y parisinas desafiaron el miedo saliendo a la calle con flores, con música. Nos enseñan una gran lección: sólo celebrando la vida somos invencibles.