Una realidad incómoda

Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de Carol Carter en carol-carter.com) (*)

Si se nos ocurriera indagar el número de compatriotas nuestros que saben quién fue Zygmunt Bauman probablemente llegaríamos a la conclusión de que más del 99 por ciento de los españoles lo desconoce ya de entrada. Pero si añadiésemos la circunstancia de que fue un señor que se dedicó a escribir sobre la consistencia “líquida” de nuestro mundo actual no sería raro que un pequeño porcentaje nos saliera diciendo: “ah, sí, de ése si que he oído decir algo”. He aquí la fuerza de las etiquetas, bien conocida por esos publicistas de ahora que recurren a escribir una ese del revés o repiten un lema hasta ponernos de los nervios, porque en una sociedad mediática como la nuestra, lo que mejor funciona es decir o hacer alguna cosa rara.

En todo caso lo de la “liquidez” me intrigó desde que a este hombre le fuera concedido el premio “Príncipe de Asturias”. Digo que me intrigó porque yo ya me interesé desde hace tiempo, no ya por sus teorías sino sobre por cuál podría ser considerado el signo de los tiempos que vivimos. Sobre esto escribí e incluso tuve la ocasión de exponer algunas conferencias, aunque haya sido ahora, al leer los títulos de algunas de sus obras, cuando se ha disparado mi atención. Mas no se asuste mi potencial lector, ya que por el momento no pienso ir más allá de algunos comentarios sobre mis reacciones, que seguramente ni siquiera coincidirán con las intenciones del filósofo. Así que no teman que me sepulte en el silencio de las bibliotecas y de las librerías para diseccionar el pensamiento de un personaje tan inteligente como perspicaz. tan inteligente como perspicaz. Por cuanto me limito a contrastar algunas de mis propias ideas con las sugeridas a bote pronto por los enunciados.

De entrada, el hecho de que este señor sea considerado nada menos que como el “filósofo de la posmodernidad” me ha hecho maliciar que no deben ser muchos los intelectuales que reflexionaron sobre el tema, lo cual no deja de extrañarme. Quizá la razón fuera que el citado señor Bauman hizo de su reflexión sobre este asunto el objetivo de su vida mientras que para los demás sería una ocupación circunstancial.

Para empezar constato que sus expresiones hicieron fortuna, supongo que sin más necesidad que llamar la atención de los oyentes o “leyentes”; quiero decir que “sonaron bien” así de golpe quizá porque resultaron un poco chocantes, como si la utilización del adjetivo “líquido” aportara alguna resonancia nueva. Tan es así que algunos contertulios se atreven a utilizarlo para mostrar que están “al día”. Y lo comprendo, pues la expresión cuadra perfectamente con las características del medio en que el hombre de hoy se ve obligado a desarrollar su vida, en contraposición con la solidez acostumbrada de los esquemas y los ritmos que venían siendo clásicos y que configuraron “una base sólida” y relativamente “confortable” para la actividad humana. Nuestra misma generación vivió, en efecto, hasta hace relativamente poco, es decir, hasta que el final de la guerra fría permitió la globalización a la que nos abocaba el prodigioso avance tecnológico, según patrones más o menos conocidos. En tal sentido cada vez que tuve la ocasión de hacerlo me referí al contraste entre la relativa solidez de que hasta hace poco veníamos gozando y la confusión e incertidumbre consecuencia de la irrupción en todos los campos y niveles de una complejidad omnipresente constituida en signo de los tiempos. De aquí que no encuentre desacertada la comparación del panorama actual con un medio de naturaleza líquida en el cual el hombre se debate para sobrevivir sin encontrar caminos definidos; un entorno en el cual todo es fugaz y sorprendente; un lugar en donde poco cuentan las raíces.

No es, por tanto, de extrañar que algunos de sus títulos fueran “La globalización: consecuencias humanas”, “La sociedad y los descontentos”, “La modernidad y sus parias”, que nos transmiten una impresión de desconcierto y desajuste. Sensación ciertamente incómoda y desconcertante que no nos detendremos a explicar puesto que todo el mundo la conoce. Téngase en cuenta que las incertidumbres vienen a producirse en unas sociedades avanzadas que alcanzaron un nivel de bienestar casi increíble y que tenían la impresión de haber logrado un control casi perfecto del entorno tanto natural como tecnificado, por lo cual la decepción adquiere cotas más que preocupantes. Como la desesperación ante la falta de referencias fiables y el decaimiento de aquellas convicciones que la religión y la cultura les había proporcionado habitualmente ayudándoles a superar muchas de las amenazas que sufrieron.

Estamos, por tanto, aprendiendo a no ahogarnos en estas aguas sin camino en las que nosotros mismos – hoy superados por la complejidad y la aceleración del tiempo – transformamos aquel entorno más manejable y sólido en el que acostumbrábamos movernos. He aquí una realidad incómoda que en el fondo es fruto del progreso. Sí; Bauman, que estudió el Holocausto judío, también creyó que la razón engendra monstruos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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