Los lunes, revista de prensa y red

“Josep Tarradellas enjuicia la situación en Cataluña”, de La Vanguardia, e “Intelectuales alzan la voz por una Europa `en la que podamos creer´”, de Actuall

( Página de La Vanguardia del 16.04.1981) (*)

JOSEP TARRADELLAS ENJUICIA LA SITUACIÓN EN CATALUÑA

Carta particular al director de La Vanguardia, publicada en este periódico el 16 de Abril de 1981; texto obtenido de la hemeroteca de La Vanguardia

La carta del expresidente de la Generalitat, don Josep Tarradellas, cuyo texto publicó algún periódico, había sido dirigida a nuestro director, don Horacio Sáenz Guerrero. Por considerar que se trataba de una carta privada, creímos más correcto no dar publicidad a la misma, decisión que, en cualquier caso, corresponde a quien la recibe. Por otra parte, dada la delicada situación política que atraviesa el país, nos pareció más ético y oportuno no difundir el contenido del escrito dirigido a nuestro director, Y lo hicimos convencidos de que así debía pensar el ex presidente cuando eligió el sistema de la carta privada para expresar su opinión, en lugar de hacerlo abiertamente a los medios de comunicación, aprovechando la libertad que hoy se goza en España. Sin embargo, ya que el tema está en la calle, «La Vanguardia» no puede hurtar esta información a sus lectores y aquello que debería haber sido siempre privado, ya es público. Este es el contenido de la carta del señor Tarradellas:

Don Horacio Sáenz Guerrero

Mi querido amigo:

Al día siguiente de nuestra conversación del 25 de marzo quería escribirle, porque al despedirnos tuve la impresión de que tal vez las opiniones que me había tomado la libertad de expresarle no habían quedado demasiado claras. Por otra parte y dado el tema que tratamos, me parecía que en mis palabras había puesto una vehemencia innecesaria, y entre una cosa y otra podía dar lugar a confusiones.

Si no le escribí enseguida fue porque creí que no me podía permitir hablarle nuevamente de los problemas del país toda vez que existía el peligro de qué pudiera interpretar mi insistencia como si mi estado de espíritu fuese la consecuencia de una posición política o personal. En fin, pensándolo una y otra vez, he llegado a la conclusión siguiente. Siendo como es usted castellano viejo y al mismo tiempo un ciutadá de Catalunya comprendería el porqué de mi decisión y también me disculparía. Y por esta razón le escribo hoy.

( Final de la página de La Vanguardia del 16.04.1981) (*)

Para empezar, sepa que al día siguiente de haber tomado posesión el nuevo presidente de la Generalitat, es decir, el 9 de mayo del año pasado, manifesté que se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 24 de octubre de 1977, y que tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante mi mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno. Todo nos llevaría a una situación que nos haría recordar otros tiempos muy tristes y desgraciados para nuestro país. En primer lugar, porque todo me hacía prever que las inmejorables y afectuosas relaciones que existían con las autoridades civiles y militares del Estado en Cataluña, que tanto y tanto me costó conseguir, de ahora en adelante se irían deteriorando y acabarían por ser tirantes, y comportarían situaciones muy difíciles para la aplicación del Estatuto.

Después, y teniendo presentes las campañas políticas y excesivamente partidistas que había llevado a cabo el Partido que iba a gobernar, constituyendo un Consejo Ejecutivo monocolor y representado por su secretario general desde la presidencia de la Generalitat, era inevitable la ruptura de la unidad de nuestro pueblo. Esta unidad se produjo desde el primer día que llegué y se mantuvo hasta el último momento de mi mandato.

La actitud que adoptan actualmente todos aquellos que conviven con nosotros y que han venido de otros pueblos de España y sus Casas Regionales en Cataluña, frente a la Generalitat y a los que la representan es lo bastante conocida para que sea innecesario cualquier comentario. El hecho es que desgraciadamente, se ha pasado de una situación llena de mutua confianza, de fraternidad y sin resentimientos ni complejos a la de ahora, que algunas veces es de franco desinterés por Cataluña y otras de oposición, cuando antes ocurría todo lo contrario.

¿Por qué estos presentimientos míos? Pues simplemente por muchas razones, que debido a las circunstancias que vivimos, creo que ahora no es el momento más oportuno dar a conocer. Pero hay una que hoy es preciso recordar. Ya sabe que por encargo del presidente Suárez, fui delegado del Gobierno para dar posesión de la presidencia de la Generalitat de Cataluña al señor Jordi Pujol. Días antes, le indiqué que me parecía normal que en este acto acabara mi parlamento con las palabras tradicionales de siempre, es decir, gritando vivas a Cataluña y a España. Esta propuesta me parecía lógica, pero con gran sorpresa por mi parte no fue aceptada.

Por esta razón me encontraba en una situación más que delicada, peligrosa y por tanto, tenía el deber de evitarla. Ya sabía que él solamente quería tener presente a Cataluña, pero para mí esto era inaceptable: eran ambos pueblos los que debían ir unidos en sus anhelos comunes. Si lo hacía yo solo dada la situación en que me hallaba, representaría el plantear públicamente una división que acarrearía discusiones de resultados más que lamentables. Entonces, y ante esta situación tan enojosa, decidí no tener presente lo que hasta entonces había hecho en todos los actos oficiales. Hoy, al pensar en ello con calma, creo que no podía hacer otra cosa si quería evitar un escándalo de consecuencias imprevisibles.

Estoy seguro de que el presidente Pujol consideraba normal esta actitud, porque afirmaba una vez más su conducta nacionalista, que era y todavía es hoy la de utilizar todos los medios a su alcance para manifestar públicamente su posición encaminada a hacer posible la victoria de su ideología frente a España. Por otra parte, los lazos de cordial entendimiento político que lo unen al PNV y el hecho de que el presidente Garaicoechea también comparta su pensamiento y actitud en esta cuestión, debía entender que representarían una nueva y más fuerte consolidación de convivencias y unidad política con Euskadi, que les permitiría por tanto, ser más exigentes con el Gobierno del Estado.

Al día siguiente, voces autorizadas del Gobierno me preguntaban en forma amistosa qué era lo que había ocurrido y el porqué, como si yo fuera el culpable. Quizá lo recordará porque diferentes periódicos, principalmente de Madrid lo señalaban, haciendo comentarios de extrañeza por mi actitud. Ya comprenderá que en aquellos momentos no podía publicar una nota explicando lo que había sucedido.

Preferí callar, aunque ello me acarreó disgustos, pero de ninguna manera podía defenderme, ya que esto podría representar que la actitud del presidente Pujol se hiciera pública y en consecuencia, que se iniciara en todas partes, y principalmente en todos los demás pueblos de España, una campaña de la cual Cataluña podía salir muy perjudicada. Respecto a mi actitud de entonces, en el viaje que realicé el mes de enero pasado a Madrid, todavía algunas personalidades del Estado me preguntaron qué era lo que había sucedido y el porqué de mi silencio. , ‘

Discúlpeme por todo lo qué acabo de manifestarle, pero no puedo evitarlo, si se quiere conocer el porqué de la situación en que nos hallamos y, cómo y de qué manera ésta empezó.

En conjunto, puede creerlo, todo me produce tristeza y una honda inquietud de cara al futuro. Aunque no me extraña demasiado lo que ahora está ocurriendo, era previsible, porque durante estos últimos diez meses todo ha sido bien orquestado para llegar a la ruptura de la política de unidad, de paz y de hermandad aceptada por todos los ciudadanos de Cataluña. El resultado es que, desgraciadamente, hoy podemos afirmar que debido a determinadas propagandas tendenciosas y al espíritu engañador que también late en ellas, volvemos a encontrarnos en una situación que me hace recordar otras actitudes deplorables del pasado.

Siempre recordaré que el 5 de octubre del año 1934, a las 5 de la tarde, acompañado del diputado señor Juan Casanelles, fui a la Generalitat a visitar al presidente Companys para manifestarle nuestra disconformidad con la política que una vez más se realizaba, rogándole que evitara lo que todo indicaba que iba a suceder aquella misma noche, es decir: la ruptura por la violencia de las relaciones con el Gobierno. No se nos escuchó, la demagogia y la exaltación de un nacionalismo exacerbado pesó más que la opinión de aquellos que preveíamos, como así ocurrió, un fracaso rotundo.

Es preciso leer lo que sucedió en el admirable suplemento que publicó La Vanguardia. En su fascículo 7 del mes pasado nos lo dice claramente. Todo lo que en él se reproduce es la expresión de los autores de aquella época, de una lucidez extraordinaria. La demagogia había hecho su obra y el desastre se produjo.

Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal española, ni los partidos lanzarán sus militantes a la calle, ni los responsables de todo cuanto sucede morirán por Cataluña, nada de eso. Lo que se hará y ya ha empezado estas últimas semanas, es querer hacer olvidan las actitudes irresponsables de los mismos que ya han hecho fracasar nuestra autonomía, consiguiendo la desunión de Cataluña y el enfrentamiento con España; y por esto, la actitud de los autores de esta situación es imperdonable.

Entonces, al igual que ahora, mi disconformidad con lo que pasó fue también total. Es evidente que la actitud, a mi entender equivocada, del presidente Companys estaba empañada por unas ideas que compartían muchos catalanes, cosa que ahora no es así, y era llevada a cabo con honradez y sin deseos inconfesables. Es desolador que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos, nos hayan conducido al estado lamentable en que nos encontramos y que nuestro pueblo haya perdido, de momento, la ilusión y la confianza en su futuro.

¿Cómo es posible que Cataluña haya caído nuevamente para hundirse poco a poco en una situación dolorosa, como la que está empezando a producirse?

Ante todo esto, es evidente que se trata de ocultar el fracaso de toda una acción de Gobierno y de la falta de autoridad moral de sus responsables. Si se ha llegado a esta situación es debido, a mi entender, simplemente a un pensamiento y actitud que empezó el mismo día que tomó posesión del cargo el actual President de la Generalitat, y como era natural, los resultados habían de ser los que ahora sufrimos.

Para salir de esta situación y para ocultar lo que desgraciadamente ha conducido a la falta de confianza hacia nuestras instituciones, vemos que sus responsables están utilizando un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima; así hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, que nos boicotea, que nos recorta el Estatuto, que nos desprecia, que se deja llevar por antipatías hacia nosotros, que les sabe mal y se arrepienten de haber reconocido nuestros derechos e incluso, hace unos días llegaron a afirmar que toda la campaña anticatalanista que se realiza va encaminada a expulsarlos de la vida política. Es decir, según ellos, se hace una política contra Cataluña, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien, hace ya diez meses que empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos.

Por ejemplo, es necesario tener el coraje de decirlo, los problemas de la lengua y de la escuela, es la actual Generalítat quien en gran parte los ha provocado, por falta de sentido de responsabilidad y por una alocada política ante el Gobierno que podía pensarse que no sería aceptada, o sólo por su planteamiento inaceptable, sino porque ni ayer ni hoy, ni nunca, gobierne quien gobierne, el Estado no aceptará nuestros derechos como nosotros quisiéramos, si nuestro pueblo no los reclama unánimemente.

No conseguiremos nuestros propósitos con orgullo ni con frivolidad. A mi entender, muchas de las manifestaciones que se han hecho y disposiciones que se han tomado se habían de pactar antes de tomarlas o meditarías mejor, pero no actuar como se ha hecho ahora, con suficiencia y pensando que solamente nosotros teníamos razón. Asimismo, era preciso evitar cualquier comentario ofensivo contra aquellos a quienes obligaban determinadas disposiciones, teniendo en cuenta lo que podían representar.

Si lo hubiéramos hecho así, nada o casi nada de lo que ha pasado habría sucedido, ya que la cuestión de la lengua se ha convertido en un problema político y partidista, acompañado de posiciones que estamos pagando muy duramente.

Permítame que le recuerde que los acuerdos Suárez-Tarradellas del 15 de abril de 1978 ya preveían lo que después se realizó referente a la enseñanza y es por esto que: el 22 de mayo del mismo año un Decreto de la Generalitat creaba el Servicio de Enseñanza del Catalán y el 23 de junio, un Decreto del Gobierno Suárez regulaba la incorporación de la lengua catalana al sistema de enseñanza. Esto, junto con otras cuestiones importantes permitió que al final del año 1979, cerca de un millón de escolares aprendiesen el catalán sin que nadie planteara ningún problema para evitarlo, es decir, catalanes y no catalanes lo habían encontrado normal y lo aceptaron con satisfacción. Una vez más había triunfado nuestra política de pacto, desprovista de todo partidismo político.

Otro ejemplo, entre tantos y tantos como hay, es el problema de las Diputaciones: como lo ha planteado la Generalitat, ésta no tiene razón. Fue en el año 1977 cuando dije que la autonomía no seria válida si no desaparecía los Gobiernos Civiles y las Diputaciones, como se hizo en 1932 y nada grave sucedió. En la actualidad, pienso exactamente igual.

También expresé lo mismo cuando formamos nuestro primer gobierno, supongo que lo recordará. Propuse que los cuatro presidentes de las Diputaciones formaran parte del mismo, pero sin tener departamentos efectivos. Esto era con el fin de dar más facilidades de traspaso de cara al futuro. No lo conseguí, porque todos los partidos se opusieron y principalmente el que hoy gobierna. Grave error. Hoy nos encontramos con que el Gobierno de la Generalitat y el Parlamento quieren hacer desaparecer las Diputaciones integrarlas a la Generalitat, haciéndolo de tal forma que es inconstitucional. Y, ¿por qué lo hacen? Creo que para desencadenar la campaña que se está llevando a cabo y para convertirse en las víctimas de una situación que ellos mismos han creado para beneficiarse en las próximas elecciones.

Presiento su primera reacción: pensará que nosotros también tenemos razón, es evidente, pero no toda. Si reflexionamos fríamente, estoy seguro de que se dará cuenta de cómo se ha perjudicado y se está perjudicando a Cataluña. La división cada día será más profunda y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad a la vez que los equívocos que surgirán entre nosotros serán cada día más graves.

Por otro lado, las declaraciones de la semana pasada del president Pujol, en las cuales decía todo lo contrario de lo que ha hecho y dicho durante estos últimos diez meses, y que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos, constituye un doble juego ya muy gastado en la política catalana para que sea merecedor de credibilidad. Quisiera que su nueva posición política triunfara, pero como sea que hasta el momento presente no tiene la autoridad moral necesaria para conseguirlo, no creo que esta vez pueda obtener la confianza ni de nuestro pueblo ni del Gobierno.

Naturalmente, la política que se ha hecho no justifica de ninguna de las nnaneras el pacto del Gobierno con el PSOE ni la creación de la Comisión de Expertos que han de reconducir las autonomías. Aunque esto era de prever después de la política que ha hecho la Generalitat, las protestas de ahora, desgraciadamente, me parece que poco pesarán en las discusiones que se llevarán a cabo; pero si nosotros no actuarnos con espíritu de megalomanía y solamente defendemos nuestros derechos, no será posible evitar lo peor.

Si terminara aquí esta carta, le podría parecer, y con razón, que mi pensamiento sólo es crítico y esté dolido ante la situación política que, a mi entender, es muy grave. No es así y le diré lo siguiente: a raíz de mi visita a S. M. el Rey el 26 de enero, que será para mí inolvidable, el día 7 de febrero me decidía a escribirle para clarificar algunos aspectos de la conversación que habíamos mantenido. El día 16 del mismo mes me contestaba con una carta de un contenido muy inteligente, que me hizo meditar. Ante una situación que cada día era más preocupante, el 12 de marzo le volví a escribir, acompañándole una nota de 27 páginas en la que le hacía conocer de una manera sintetizada cuál era mi pensamiento político ante los problemas que hoy tenemos planteados. En cierta manera, algunos de ellos ya se habían insinuado en nuestra conversación del mes de enero, pero no todos, y por otro lado, me pareció que no estaría por demás volver a insistir y exponer otros aspectos a su alta consideración. El día 23 de marzo me contestaba y su respuesta es la de un Rey que es consciente de la situación en que se encuentra España y que comprende que para resolver los problemas se han de hacer toda clase de sacrificios.

Sepa que en esta correspondencia trataba por encima del tema de Cataluña, por dos razones: primera, porque todo lo que yo habría podido decirle de lo que ha pasado durante estos últimos diez meses y sus resultados, estoy seguro de que S. M. el Rey ya lo sabía o ya lo presentía; después, porque si tenía que hablar de Cataluña me tenía que dirigir también al presidente de nuestro Parlamento, señor Heribert Barrera. Esto lo hice el 23 del pasado mes en una larga carta en la que le hacía constar mi disconformidad con la política sectaria, discriminadora y carente de todo sentido de responsabilidad por parte de la Generalidad.

También le hacía constar mi más enérgica protesta ante la política de provocación que Cataluña inició el mismo día de la toma de posesión del presidente Pujol y que todavía continúa, debido por una parte a la política de intimidación engañosa que se haca desde la Generalitat y por otra, abusando de la buena fe de los que hay que reconocer que están tendenciosamente informados,

He aquí, pues, que con las comunicaciones dirigidas a S. M el Rey Juan Carlos I, al muy honorable presidente Barrera y a usted mismo con esta carta, me siento en cierto modo liberado de un estado de espíritu que se estaba convirtiendo en algo casi morboso, y que me tenía más que preocupado. Esto no significa que deje de estar atentó a todo lo que pasa, pero el hecho de que haya manifestado con claridad total mis reflexiones e inquietudes, debo decirle sinceramente que ha aliviado mi conciencia ante mis responsabilidades pasadas y presentes.

Confío que su amistad me excusará de esta larga carta pero, como le decía al principio después de pensarlo mucho, he creído que usted era la persona a quien podía hablar de ciertos aspectos de nuestra vida ciudadana, porque conozco su objetividad, patriotismo y alto sentido de responsabilidad, y por lo tanto, merece toda mi confianza. Al mismo tiempo, estoy seguro de que en todo lo que acabo de manifestarle no hallará absolutamente ninguna intención política ni pensamiento partidista que, como puede suponer, está muy lejos de mi intención.

Permítame que antes de terminar esta carta y en otro orden de cosas le manifieste que estoy alarmado ante el pensamiento y posición de los partidos políticos, los cuales dan a menudo la sensación de no recordar lo que sucedió el mes de febrero pasado y actúan exactamente como si ante nosotros no tuviésemos problemas angustiosos que no podemos resolver. Sin una acción de Su Majestad el Rey, que ha ganado una gran autoridad moral por sus actuaciones en lo que va de año, fruto también de saber escuchar y razonar de una manera cartesiana y de una voluntad de hierro para cumplir con sus deberes, no desaparecerán las graves preocupaciones que tenemos.

España, unos dicen que bosteza y otros que está dormida. Todo es posible, pero me parece que en el país existe todavía suficiente savia nueva para despertarlo, sacudirlo y darle nobles ambiciones. Se trata simplemente de no pensar en todo cuanto enturbia nuestra voluntad de cara a un destino mejor, y llevar a cabo una amplia y generosa unidad realizada sin rencores y demagogia tocando de pies en el suelo para poder ir hacia adelante sin vacilaciones. Entonces sí que obtendremos la victoria que nos permitirá vivir con bienestar y libertad.

En cuanto a Cataluña, creo que es urgente que se recupere la unidad que se rompió en mayo de 1980, y que se olvide todo lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos.

Con la amistad de siempre, le saluda afectuosamente.

Josep Tarradellas

DECLARACIÓN DE PARÍS/ INTELECTUALES ALZAN LA VOZ POR UNA EUROPA ‘EN LA QUE PODAMOS CREER’

Artículo de Actuall publicado en este diario digital el pasado día 13

Decenas de intelectuales de todo el continente han firmado un manifiesto por un cambio de rumbo de la Unión Europea ante la deriva del proyecto original. Reconocidos intelectuales como Rémi Brague, Chantal Delsol, Ryszard Legutko, Roger Scruton o Robert Spaemann han firmado un manifiesto por el futuro del continente que pretenden convertir en una invitación a sus conciudadanos para promover la verdadera Europa frente a la ofensiva de utopías progresistas que la están ahogando.

El origen de esta declaración es un encuentro el pasado mes de mayo en París en el que se expresó la preocupación común por el estado actual de una Europa desilusionada y desorientada por ideologías contrarias a su legado.

En vez de limitarse a quejarse, los promotores de este manifiesto decidieron que era necesario hacer un llamamiento público a redescubrir la verdadera Europa. El manifiesto entero puede leerse en https://thetrueeurope.eu/una-europa-en-la-que-podemos-creer/ pero desde Actuall resumimos en 15 puntos las ideas principales que propugna.

1. Europa nos pertenece y nosotros pertenecemos a Europa.

Estas tierras son nuestro hogar; no tenemos otro. Los motivos por los que amamos a Europa superan nuestra habilidad para explicar o justificar nuestra lealtad. Es cuestión de historias, esperanzas y amores compartidos. Ésta es la Europa real, nuestra preciosa e irreemplazable civilización.

La falsa Europa se felicita a sí misma como la precursora de una comunidad universal que no es ni universal ni comunidad

2. Europa es nuestro hogar

Europa, con todas sus riquezas y grandezas, está amenazada por una falsa comprensión de sí misma. Esta falsa Europa se imagina a sí misma como la culminación de nuestra civilización, pero en realidad quiere confiscar nuestro hogar.
Sus partidarios son huérfanos por elección y pretenden que ser huérfano, no tener hogar, es un noble logro. De este modo, la falsa Europa se felicita a sí misma como la precursora de una comunidad universal que no es ni universal ni comunidad.

3. Una falsa Europa nos amenaza

Los patrocinadores de la falsa Europa están fascinados por la superstición de un progreso inevitable. Están convencidos de que la Historia está de su lado y esta fe les hace arrogantes y desdeñosos, incapaces de reconocer los defectos del mundo post-nacional y post-cultural que están construyendo.

Al mismo tiempo tienen un enorme cuidado de no ofender a los musulmanes, quienes imaginan que adoptarán alegremente su visión secular y multicultural. Y todo esto lo hace, por supuesto, en nombre de la libertad y la tolerancia.

4. Debemos defender la Europa real

La verdadera Europa espera y anima la participación activa en el proyecto común de la vida política y cultural. El ideal europeo es de solidaridad basada en el asentimiento a un cuerpo de leyes que se aplica a todos pero es limitado en sus demandas.

En el pasado, los europeos lucharon para hacer nuestros sistemas políticos más abiertos a la participación popular y estamos justamente orgullosos de esta historia. Esta dedicación a la reforma hace de Europa un lugar que busca siempre una mayor justicia. Este espíritu de progreso nace de nuestro amor y lealtad hacia nuestras tierras patrias.

5. No somos sujetos pasivos

La verdadera Europa es una comunidad de naciones. Tenemos nuestras lenguas, tradiciones y fronteras. Sin embargo siempre hemos reconocido un parentesco común, incluso cuando hemos estado en desacuerdo o nos hemos enfrentado en guerras.

La fascinación de la forma imperial perduró, pero el estado-nación prevaleció como la forma política que une personalidad con soberanía. De este modo el estado-nación se convirtió en el distintivo de la civilización europea.

6. El estado-nación es una marca distintiva de Europa

Una comunidad nacional se enorgullece de gobernarse a sí misma a su modo, a menudo presume de sus grandes logros nacionales en las artes y las ciencias, y compite con otras naciones, a veces en el campo de batalla.

Por el contrario, el cosmopolitismo europeo reconoce que el amor patriótico y la lealtad cívica se abren a un mundo mayor

7. No apoyamos una unidad impuesta y forzada

La verdadera Europa ha sido marcada por el cristianismo. El imperio espiritual universal de la Iglesia trajo la unidad cultural a Europa, pero lo hizo sin un imperio político. Esto ha permitido que florezcan lealtades cívicas dentro de una cultura europea compartida.

La falsa Europa no promueve realmente una cultura de la libertad. Promueve una cultura de homogeneidad de mercado

No es ningún accidente que el declinar de la fe cristiana en Europa haya estado acompañado por renovados esfuerzos para establecer una unidad política, un imperio de dinero y regulaciones, recubierto con sentimientos de universalismo pseudo-religioso, que está siendo construido por la Unión Europea.

8. El individualismo, el aislamiento y la falta de sentido se generalizan

Al mismo tiempo que escuchamos alardes de una libertad sin precedentes, la vida europea está más y más regulada hasta el último detalle. Las normas, a menudo confeccionadas por tecnócratas sin rostro coordinados con poderosos intereses, gobiernan nuestras relaciones laborales, nuestras decisiones empresariales, nuestras calificaciones educativas, nuestros medios de comunicación y entretenimiento.
La corrección política impone fuertes tabúes que consideran desafíos al status quo más allá de lo aceptable. La falsa Europa no promueve realmente una cultura de la libertad. Promueve una cultura de homogeneidad de mercado y conformidad políticamente impuesta.

9. El multiculturalismo es inviable

La mayoría de nuestra clase dirigente asume la superioridad de la cultura europea, que no debe de ser afirmada en público de modo que pueda ofender a los emigrantes. Dada esa superioridad, piensan que la asimilación ocurrirá de modo natural y de forma rápida.
En un eco irónico del pensamiento imperialista de la vieja clase dirigente europea, asumen que, de alguna manera, por las leyes de la naturaleza de la historia, “ellos” se convertirán necesariamente en “nosotros”, y no conciben que lo contrario pueda ser verdad.

10. La tiranía tecnocrática aumenta

Privadas de altos ideales y desalentada toda expresión de orgullo patriótico por la ideología multiculturalista, nuestras sociedades tienen ahora dificultades para aglutinar una voluntad de autodefensa.

Tenemos que ser, una vez más, francos: las sociedades europeas se están descomponiendo. Si abrimos los ojos, vemos un uso cada vez mayor del poder del gobierno, la ingeniería social y el adoctrinamiento educativo.

11. Ha arraigado una cultura del repudio

Nuestras clases gobernantes están promoviendo los derechos humanos. Trabajan para combatir el cambio climático. Están construyendo una economía de mercado más integrada globalmente y armonizando las políticas fiscales. Están supervisando los movimientos hacia la igualdad de género.

Para recuperar nuestra voluntad política e histórica es imperativo que re-secularicemos la vida pública europea

¡Están haciendo tanto por nosotros! ¿Qué importa cuáles sean los mecanismos por los que han ocupado sus puestos? ¿Qué importa si los pueblos europeos son cada vez más escépticos acerca de su generosa ayuda?

12. Existe una alternativa

La tarea de renovación empieza con la reflexión teológica. Las pretensiones universalistas y universalizadoras de la falsa Europa revelan que estamos ante una empresa que es un sucedáneo religioso, con sus inflexibles credos y anatemas.
Éste es el potente opiáceo que paraliza el cuerpo político europeo. Debemos insistir en que las aspiraciones religiosas tienen su lugar correcto en la esfera de la religión, no en el de la política, y mucho menos en el de la administración burocrática. Para recuperar nuestra voluntad política e histórica es imperativo que re-secularicemos la vida pública europea.

13. Deberíamos renovar la unidad nacional y la solidaridad

Después de la Segunda Guerra Mundial, en la Europa Occidental surgieron vigorosas democracias. Después del colapso del Imperio Soviético, las naciones centroeuropeas restauraron su vitalidad civil. Estos son algunos de los logros más valiosos de Europa. Pero se perderán si no abordamos la inmigración y el cambio demográfico en nuestras naciones.

Sólo los imperios pueden ser multiculturales; la Unión Europea lo será si no logramos consagrar una solidaridad renovada y unidad cívica como criterios para encauzar las políticas de inmigración y las estrategias para su asimilación.

14. El matrimonio y la familia son esenciales

El matrimonio es el fundamento de la sociedad civil y la base para la armonía entre hombres y mujeres. Es el vínculo íntimo organizado para sustentar un hogar y criar a los hijos.

Afirmamos que nuestros roles más importantes en la sociedad y como seres humanos son los de padres y madres. El matrimonio y los hijos son integrales a cualquier visión del progreso humano. Los hijos requieren sacrificios de aquellos que los traen al mundo.
Este sacrificio es noble y debe de ser reconocido. Apoyamos políticas sociales prudentes encaminadas a fomentar y fortalecer el matrimonio, la maternidad y la educación de los hijos. Una sociedad que falla al dar la bienvenida a los niños no tiene futuro.
15. Nuestro futuro es la verdadera Europa

En este momento, pedimos a todos los europeos que se unan a nosotros en el rechazo de la fantasía utópica de un mundo multicultural sin fronteras. Amamos, y es justo que así sea, nuestras patrias y buscamos entregar a nuestros hijos todo lo noble que hemos recibido como patrimonio nuestro.

Como europeos también compartimos una herencia común y esta herencia nos exige vivir juntos en paz como una Europa de las naciones. Renovemos la soberanía nacional y recuperemos la dignidad de una responsabilidad política compartida para el futuro de Europa.

Firmantes del manifiesto en España: Dalmacio Negro Pavón; Francisco J. Contreras Peláez; Rafael Sánchez Saus; Juan Bautista Fuentes; Elio A. Gallego García; Jerónimo Molina; Serafín Fanjul; Francisco Javier García Alonso; Macario Valpuesta Bermúdez; Emili Boronat; Ignacio Ibáñez Ferrándiz; Pedro Fernández Barbadillo; Javier Ruíz Portella; Arnaud Imatz; Álex Rosal; Ángel David Martín Rubio; Enrique García Máiquez; Jorge Soley Climent; Jorge Sánchez de Castro; Carlos Ruiz Miguel.

Artículo en: http://www.actuall.com/democracia/declaracion-de-paris-intelectuales-alzan-la-voz-por-una-europa-en-la-que-podamos-creer/


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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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