Bautizando borrascas

Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de A. Contreras con la que ha felicitado la Navidad la Agrupación Segoviana de Acuarelistas) (*)

Ya hemos tenido dos: Ana y Bruno son sus nombres. Se trata de una novedad curiosa, y como es usual en nuestros tiempos, supongo que estará inspirada por los norteamericanos. Ana y Bruno han sido dos borrascas de las de toda la vida, pero ahora tienen nombre propio, y no un nombre de “cosa” sino de persona, o sea, como la de usted y la mía, y eso es algo potencialmente interesante sobre lo que conviene detenerse.

Proceda o no de Norteamérica, el caso es que poner nombres de seres humanos a los fenómenos meteorológicos supone un paso más en el proceso de inmersión en expresiones foráneas procedentes del área angloparlante a las que ya nos hemos acostumbrado. Hoy solemos decir antes aquello de implementar en vez de poner en práctica, aplicar o simplemente realizar según resulte conveniente, y preferimos hablar de test en vez de prueba, y tantas y tantas cosas más que habiendo sido ya bautizadas en nuestro propio idioma, buscan ahora el exotismo de una denominación traída por los pelos. Y no hablemos de la música. Hace unos días hice notar en este mismo blog la desaparición casi total de las canciones españolas, iberoamericanas e incluso europeas en un popular programa de televisión, y también el entusiasmo provocado entre los jóvenes por unas letras ininteligibles cuando no hace tanto que el éxito estribaba en la emoción causada por la combinación de las palabras y la música.

Pero aun así, lo nuestro tiende a ser siempre algo más cutre, y, mientras en Norteamérica y aun en el océano Pacífico los fenómenos que merecen ser “humanizados” son asoladores huracanes y ciclones o devastadores tifones tropicales, aquí son más como de andar por casa. Y por mucho que los atribuyamos a ampulosas ciclogénesis que calificamos de explosivas porque lo de la gota fría se quedaba corto, no pasan de ser lo que en la Montaña llamábamos “galernas”. Sí, galernas simplemente y no “Fulanito” o “Menganita”. Quiero decir con esto, que convendría detenerse para pensar a qué viene esa tendencia “humanizante”.

Desde luego se trata de singularizar nuestras borrascas de algún modo. Pero ¿por qué hacerlo de esta forma y no como solía hacerse antes con los fenómenos de la naturaleza, es decir, a base de letras y números correlativos o con el apellido de los hombres de ciencia? Porque ya son ganas de atribuir la causa de las tragedias que provocan, no ya a fuerzas sobre las que el ser humano tiene escasa capacidad de intervención, sino a un supuesto ser concreto y de voluntad aviesa. Se trata, por tanto, como de un retorno al mito.

Así que la borrasca en cuestión no será algo así como la X473b o la Parker-Davis, que poco dicen al hombre de la calle, sino la de un ser que se nos parece y que demandará que le pongamos rostro; que en esto voy a echar de menos la imaginación de los artistas. Sí, echo de menos por ejemplo a aquel Lorenzo Goñi al que imagino presentándonos a Ana como una bella mujer de faz perversa con el cabello enmarañado por los huracanados vientos del Atlántico. Quizás erguida sobre las agrestes rocas del mar en Finisterre, O un hercúleo y mal encarado Bruno soplando con la faz enrojecida hasta desgañitarse para arrancar los eucaliptos de las montañas cántabras; que todo tiene su lado atractivo y misterioso: en este caso la posibilidad que la humanización de la meteorología ofrece al arte. Lo cual quiere decir que estamos ante un clásico.

Pero mucho me temo que el simpático gesto de poner nombres humanos a los temidos caprichos del destino pueda causarnos más de un problema en estos tiempos de confusión y de ignorancia. Por de pronto ya nos hemos visto obligados a alternar los sexos masculino y femenino como consecuencia de los resquemores que suscitaría la adjudicación a uno o a otro de la condición de borrascosos e inclementes, e incluso de causantes de muertes y tragedias. Téngase en cuenta que últimamente estamos especialmente sensibilizados respecto a la adjudicación de la debilidad al sexo femenino, y esto podría ir a peor si también acabamos pasándonos de rosca en este aspecto, porque tampoco es cuestión de adjudicar a la mujer una imagen de furia violenta. Recuerden simplemente que aún andamos dando vueltas sobre el manido tema, y que a poco que nos descuidemos se nos desnudarán las femes y nos atizarán con sus reiterativas frases hechas. Además siempre queda la posibilidad de que ante tanta gaita también un día reaccionen los maromos.

No sería, pues, de descartar, que las Katrinas, las Anas e incluso los Brunos, hartos de ser objeto de chanzas o de comparaciones ofensivas, acaben indignados y formulando sólidas protestas ante las autoridades competentes.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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