Antaño y hogaño. (V).- 2- Período de la adolescencia

Por Carlos de Bustamante

( Acuarela de Corneliu Dragan-Tragoviste en Facebouk) (*)

Terminaba el Antaño y hogaño que hace el número uno, diciéndoles: `Facilidades y dificultades que, si Dios es servido, les iré desgranado en sucesivos escritos´. Pues aunque sea difícil expresarlas con corrección y respeto, algo o alguien me dice: “Tú lo quisiste fraile mostén; tú lo quisiste, tú te lo ten”. Y porque sin ser un fraile de ésos…, y porque lo quise, vamos a ello.

Les ruego que no se olviden de que cursando el primer año del bachillerato, el adolescente pasaba las vacaciones de verano siempre y en Navidades a veces en el lugar que dije y digo, le imprimió carácter. Tenía once años un tanto o, mejor, un mucho, precoces. Precocidad culpable o agradecida –según se mire- a la naturaleza en la Dehesa de Peñalba. Propiedad procedente de la familia paterna, sustituyó con ventajas notables a la labranza de procedencia materna denominada Dueñas; ¿lo recuerdan?… El lugar donde vio por vez primera “lo que los hombres tendremos lo mismo, pero se llamará de otra manera” que dijera una de las tías solteras a la madre del entonces crío de la niñez temprana o preescolar, referido a las partes pudendas del perrazo mastín `Corbos´. Imposible pensar entonces que aquello sería el comienzo de un extraño despertar…

No en gran escala pero sí con frecuencia la Dehesa era “parada”. Donde por las cualidades excepcionales del toro `Canastillo´ y el caballo llamado simplemente `Entero´ (porque lo `estaba´), llevaban vacas y yeguas de lugares próximos para perpetuar la especie. Creo que fue entonces o quizá antes, cuando el adolescente recibió, de forma natural y espontánea la función reproductora de animales, plantas y ¡hombres!
Creo que fue entonces o quizá antes cuando al adolescente le enseñó de forma natural la naturaleza por qué era él varón y no hembra.

Y creo que fue entonces o quizá antes, cuando el adolescente supo de forma natural de la atracción entre sexos diferentes. Y el porqué y para qué de ello.

Creo, en fin, que fue entonces o quizá antes, cuando el adolescente aprendió de forma natural, cuando vio `parir´ a las hembras de las distintas especies -y las vio todas-, que era preciso el concurso de varón para que las hembras trajeran nuevas crías al mundo. Y porque les dije de su precocidad, supo que sucedía lo mismo en la especie humana.

Ignora el ya adolescente, precoz, lo que les sucedería al resto de hermanos, pero sí asegura que él, con las enseñanzas recibidas de la propia naturaleza, no echó en falta aclaración alguna por parte de la que desde entonces hizo de padre y madre forzosa para su prole.

No oculta sin embargo, que `sintió´ los primeros ramalazos de su condición masculina. Y entendió con claridad meridiana lo que, con evidencia incuestionable diferencia a los sexos en sus `funciones´´. Siendo sólo adolescente, se sintió indefectiblemente hombre; y sin experimentarlo supo con claridad meridiana las `apetencias´ del hombre de sexo varón.

Con el progresivo conocimiento `sentido y no experimentado´, tuvo que introducir en su diario vivir lo lícito o ilícito de las naturales tendencias. Especificar en qué, creo que huelga decirlo porque de sobra saben mis amigos, probables únicos lectores de tanta `monserga´ a qué me refiero. Si no fuera así, éste que fuera rezongón impenitente, se vería obligado a decir lo que en tiempos de la imparable expansión automovilística se aplicaba por estos lares a los que estando muy claro, no ignoraban-no entendían-no contestaban: “El que sabe, sabe; y si no, a Fasa”.

Lo cierto fue, que el recién entrado en la adolescencia, supo, diferenciar naturalmente, en materia más pegajosa que la pez lo lícito de lo ilícito; lo que por la formación recibida, era o no tentación; pecado (digámoslo de una vez y para siempre) o no. Y dentro de tan nefasta posibilidad, pecado grave o leve.

Creo que fue entonces o tal vez antes, cuando entendió `divinamente´ la necesidad del Sacramento de la Confesión o/ y Reconciliación. Les ruego que perdonen la machacona insistencia, que seguro estoy de la perfecta comprensión: creo que fue entonces, o tal vez antes, cuando tuvo para el recién adolescente muy clara la necesidad del amor a la Madre; en el colegio, Virgen de Nuestra Señora de Lourdes. Como igualmente tuvo pleno sentido, la oración a esta misma Madre el `Bendita sea tu pureza….´que en el domicilio materno primero y en el colegio luego repetíamos con frecuencia. O sea, que adolescente precoz, supo el porqué y para qué de esta oración bellísima. Porque adolescente precoz, he dicho, `necesitaba´ la protección de la que Dios quiso para Ella, elegida para ser se Madre, que fuera purísima. Saben, pues, mis amigos y probables únicos lectores, que el adolescente, sin ese privilegio al igual que el común de los humanos, supo de la tentación y del pecado.

Posiblemente, que seguro no lo sé, para el adolescente dejó de ser misterio lo que la naturaleza le enseñaba; pero salvo que tenía alma que podía estar limpia o sucia, en cuanto al tirón de los instintos poco le diferenciaba de lo visto repetidamente en los animales domésticos o de los muchos, muchísimos, que conoció en interminables andaduras de caza y pesca.

Viéndose a veces asediado por escenas continuas en la naturaleza, no siempre amó del todo al Creador de ellas –animales y escenas-, sino que se complació en las escenas mismas. Y “a buen entendedor con pocas palabras basta”.

El `sarampión´ de todo esto tuvo varios antídotos imprescindibles e inmejorables: el amor apasionado a la Purísima Virgen de Lourdes, que visitaba a diario en la capilla del colegio, la confesión a la que con total libertad, nos invitaban los hermanos profesores por turnos de cada clase una vez por semana; y antes, el ejemplo de la madre que acudía puntual al cura dominico, rector de la Iglesia de San Pablo. Al que denominaba su director espiritual. Como lo `que hace la madre hace el hijo´, como denominábamos a uno de los muchos juegos, ¿qué iba a hacer el hijo adolescente hogaño, si además `necesitaba´ lo que en absoluto antaño? Precio a pagar por la natural inclinación al mal en un crescendo común a la edad; como bien supo -¡ay!-, qué era `aquello´.

Porque pese a ser sarampión, aquello no era todo, mi lo más importante, creo positivo continuar con nuevas y mejores experiencias en relatos que podrán seguir en esta larga serie, si Dios es servido.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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