Cuarenta obras de Juan Genovés, en el Patio Herreriano

Por José María Arévalo

( Tempo. 2018. Acrílico de Juan Genovés, de gran formato -210 x 320-, que se expone por primera vez) (*)

Desde el realismo político de denuncia social de su primera etapa, fruto de su militancia en movimientos de oposición al régimen franquista, hasta los últimos años en los que su obra se distingue por la experimentación estética, Juan Genovés (Valencia, 1930) protagoniza una exposición que analiza su trayectoria a través de seis décadas, en el vallisoletano Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo.

( Tempo –detalle para apreciar el relieve de las figuras-) (*)

El Patio Herreriano condensa así la evolución pictórica de Juan Genovés, autor de ‘El abrazo’, obra icónica de la Transición, presente en el Congreso de los Diputados, en cuarenta obras que comprenden desde las que pintara en los años sesenta hasta las que ha realizado hace apenas dos meses antes de inaugurarse la muestra el pasado 4 de julio. Son obras que el pintor conservaba en su estudio y que ahora se muestran en las salas 3, 4 y 5 de la segunda planta, hasta el 23 de septiembre. La concejala de Cultura y Turismo, Ana Redondo, ha dicho de ella que es «una de las grandes exposiciones del año», no me cabe duda de que por razones más bien ideológicas. El alcalde de Valladolid incluye también un articulito en el folleto que facilita la muestra. Pero vamos a lo artístico, que es lo que interesa.

En su último período, el pintor ha realizado cuadros donde las multitudes humanas copan el foco de atención, creando minúsculas figuras a partir de materiales diversos (pellas de óleo, pluma, papel, abridores de latas de refresco, etc,) en las que evoca -explicó Pablo Genovés, hijo del artista- «algo más existencial, abstrayéndose, como si lo humano estuviese más alejado».

Me ha parecido muy interesante la técnica que en ellos utiliza Genovés. Si en la crítica que hace unos días publicábamos sobre otra de las exposiciones de este verano, que titulamos “Los años 80 en el Patio Herreriano”, me referí al “impresionismo matérico” de Miquel Barceló, ahora, en estos últimos cuadros de Genovés, podríamos hablar del “hiperrealismo matérico”. Lo más sorprendente es cómo consigue cierta perfección en esas minúsculas figuras de personas que presenta como multitud, realizadas increíblemente en forma matérica. Para subrayarlo hemos incluido aquí varias fotos de una zona parcial de algunos de los cuadros así realizados. A su vez, cada figura tiene el aspecto de “impresionismo matérico” que Barceló –que en otra época pintaba moscas y otros pequeños detalles muy realistas, a lo clásico, en cuadros abstractos- utiliza a veces para el cuadro completo. Así que también podríamos incluir a Genovés en ese movimiento impresionista, pero su obra anterior es muy hiperrealista, casi fotográfica salvo que desdibuja los detalles, en lo que su estilo es también muy fino y resultón. En fin, no sé como lo hace Genovés pero lo consigue, tanto en estas obras recientes como en sus modos anteriores.

( Afluencia. 2011. Acrílico de Juan Genovés, 153×183) (*)

La exposición ‘Juan Genovés. La intensidad del silencio’, está comisariada por María Toral, de la que incluye el amplio folleto explicativo que se ofrece al público, un artículo que reproducimos a continuación y que creo es la mejor explicación de la muestra y su intencionalidad política añadida. Tengo que manifestar mi disconformidad con los postulados políticos del artículo y la muestra; me recuerda la famosa disputa sobre los pintores de la “España negra”, en los años veinte, sobre si era positiva su labor de denuncia, y cómo Unamuno, que inicialmente se inclinó positivamente a ello, finalmente concluyó que la mejor actitud del pintor era la simplemente contemplativa, y que era preferible renunciar a buscar pronunciamientos acerca de la realidad circundante. Por otra parte, de la biografía que se maneja en la exposición y algún artículo más que veremos, no parece que Genovés fuera represaliado por el franquismo, aunque imagino no obtuvo los honores que después consiguió, y parece –por lo que dice la muestra- no solo por razones puramente artísticas. Y conste que me parece muy bien el arte-denuncia, pero valoro poco la denuncia, incluso me siento inclinado a llevarle la contraria, por aquello de defender la libertad.

( Afluencia –detalle para apreciar el relieve de las figuras- ) (*)

Encabeza la comisaria su artículo con una frase de Albert Camus: «Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen».

“Lo primero que llama la atención –escribe María Toral- al entrar en el estudio de Juan Genovés es el orden y la pulcritud que nos advierten de una personalidad cartesiana. Un lugar de trabajo en el que espacios llenos de luz contrastan con rincones más oscuros. Destaca la última obra que ha pintado titulada «Tempo» y que en esta exposición el público podrá ver por primera vez. Un cuadro de gran formato (210×320 cm) que no necesita ser iluminado, de hecho el artista apaga las luces artificiales del estudio para que solo la luz cenital de las ventanas nos dejen ver el magistral juego de luces que inunda la tela. En el centro de la pintura aparece un foco de luz, un sol rodeado por los característicos personajes de Genovés que parecen atraídos por ese fogonazo como lo estuvo Ícaro antes de caer al mar.

Zonas claras y otras oscuras que nos anuncian una latente dualidad que define a este artista. «Hay días en que todo lo veo bien y otros en los que no» dice con su generosa sonrisa. Una frase, en apariencia sencilla, que esconde un mensaje directo que nos ayuda a entender la esencia de Genovés y su vida construida en torno al arte.

( Bajo arresto. 1973 Acrílico de Juan Genovés, 115×135) (*)

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra «arte» como «manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros». Cuando hablamos de la trayectoria artística de Juan Genovés, además, debemos de tener en cuenta otro componente, el político. Si unimos estas dos palabras arte y política debemos de entender por arte político aquella actividad mediante la cual los artistas aportan su visión personal y desinteresada sobre lo referente al Estado, una unión de vocablos esencial que hay que considerar para hablar de la trayectoria de Genovés.

Tolstoi planteaba que para poder dar una definición correcta del arte, resulta innecesario ante todo, dejar de ver en él un manantial de placer, y considerarle como una de las condiciones de la vida humana. Advierte pues que es uno de los medios de comunicación entre los hombres. En efecto, existe esa función informativa que siempre le ha ligado a acontecimientos históricos, religiosos, sociales, políticos y en definitiva, al poder. Desde la antigüedad ha servido como medio para legitimar o, incluso, para glorificar distintos acontecimientos. De este modo el arte puede verse influenciado por los gobiernos que pueden utilizarlo como instrumento o herramienta propagandística.

Partiendo de esta idea tenemos que recalcar que el artista en nuestros días ya no es un artesano que trabaja por encargo como ocurría en otras épocas, sino que tiene la capacidad de hacerlo sin ningún condicionamiento ajeno a su voluntad. De este modo. goza de la libertad suficiente para elegir los temas que desea abordar prevaleciendo su personalidad e independencia para interpretar aquellos aspectos de la realidad que afectan a su sensibilidad creativa.

( Barrera. 2009. Acrílico de Juan Genovés, 120×90) (*)

Teniendo en cuenta que el arte va siempre por delante de la sociedad. el artista ocuparia además un nuevo lugar en el que podría actuar como un instrumento social, capaz de denunciar o de hacer ver a los ciudadanos realidades que a veces no se muestran claramente o que el poder trata de maquillar para que no puedan ser objeto de debate.

Juan Genovés es uno de esos creadores independientes capaces de mostrarnos realidades silenciadas. Lo primero que debemos tener en cuenta es que Genovés vivió la Guerra Civil española siendo un niño observador y, a pesar de su corta edad, consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. Los cambios abruptos a los que fue sometido durante su infancia generaron en él un miedo que, según confiesa, le acompañará a lo largo de toda su vida. Un miedo complementado en ocasiones por la soledad, otro elemento clave para entender la obra de este artista. Albert Camus decía que «para la mayoria de los hombres la guerra es el fin de la soledad. Para mi es la soledad infinita».

Precisamente es esa soledad infinita la que plasma en sus obras. A pesar de cubrir, en muchos casos, la tela de personajes que podrían hacernos pensar que esas multitudes muestran seres humanos unidos, si observamos con detenimiento, la realidad que subyace es que están guiados en silencio por una individualidad estremecedora.

( Caras tapadas. 1975. Acrílico de Juan Genovés, , 145×18) (*)

Pero volviendo a los orígenes de Genovés, es indispensable recordar que se erigió como un ferviente opositor al régimen dictatorial acontecido tras la Guerra Civil. Lejos de mantenerse al margen como lo harían otros, este artista decidió convertir sus creaciones en un medio de comunicación, alzándose como la voz de los callados.

Sus obras hoy, con la distancia de los años, se convierten en crónicas, en testimonios históricos al mostramos abiertamente todas las consecuencias nefastas de las privaciones de libertades.

Esta exposición, cuyo objetivo es revisar la trayectoria de Genovés, se inicia con obras de los años sesenta, cuando decide utilizar sus pinturas como un medio de expresión. Hablando con él admite sin pudor que el miedo siempre le acompaña y que de hecho su padre le dijo, tras verle en un partido, que nunca sería un buen futbolista porque el miedo se apoderaba de él mientras jugaba. Por eso dejó de lado su sueño de ser un gran jugador y cumplió el que su padre tenía para él: convertirse en pintor.

Cuando Genovés habla del miedo es algo sorprendente y contradictorio ya que, desde fuera, si observamos sus obras podemos afirmar categóricamente que la valentía está presente en él. ¿Cómo si no podría haberse atrevido, en plena dictadura, a pintar obras en las que denuncia e inmortaliza situaciones de terror y violencia, dejando constancia de una imagen del Régimen contraria a la que Franco quería dar?

( Estudio El grito. 1976. Acrílico de Juan Genovés, 55×44) (*)

El arte es un lenguaje universal y como tal las obras de Genovés se entienden solo con mirarlas, no hay necesidad de buscar una narrativa o definirlas con palabras. Tal vez lo único que podemos hacer es ubicarlas en su contexto histórico y dotarlas de un valor, en realidad intrínseco, que nos llega cargado de protesta y denuncia.

No es fácil para un artista de estas características ser capaz de renovarse constantemente. La llegada de la democracia le obligó a realizar una catarsis para encontrar de nuevo su misión como creador. Durante años su discurso artístico había estado basado en denunciar.1e realidad de un régimen dictatorial Por eso los años ochenta son para él un tiempo de experimentación, de búsqueda de su nuevo objetivo como podemos ver en esta muestra.

Para Genovés el arte no es decorativo, es combativo. Sus obras son filosofia en estado puro y un análisis clínico de la sociedad que le rodea. Así al recorrer las salas de esta exposición el público podrá entender como Genovés ha ido mutando al mismo tiempo que su entorno.

( Los abrazos. 1975. Acrílico de Juan Genovés, 141×125) (*)

En nuestra convulsa realidad cada vez son más necesarias las exposiciones que nos hagan reflexionar. Lo cierto es que nuestra sociedad está acostumbrada a verlo todo en tiempo real en la televisión o en internet: muertes, abusos, guerras, pobreza, violencia… Hay tanta sobreexposición que finalmente, tal vez como un medio de autodefensa, el ciudadano se convierte en un Sileno moderno. Se aleja de los problemas, de los males y probablemente la manera más efectiva (a veces, la única) de hacerle ver la verdad sea por medio del arte. Plutarco a través de la famosa leyenda de Sileno, que había tomado de Aristóteles, afirmaba que: «Una vida vivida en el desconocimiento de los propios males es la menos penosa. Es imposible para los hombres que les suceda la mejor de las cosas, ni que puedan compartir la naturaleza de lo que es mejor. Por esto es lo mejor, para todos los hombres y mujeres, no nacer; y lo segundo después de esto -la primera cosa que pueden conseguir los hombres- es, una vez nacidos. morir tan rápido como se pueda». {Consolatio ad Apollonium. 27. 115B-C).

Esta filosofía plantea que «una vida vivida en el desconocimiento de los propios males es la menos penosa» y nos lleva a pensar irremediablemente en una situación que se agrava constantemente y que tiene como consecuencia directa que la gente cada vez se despreocupe más de los males propios y, por supuesto, de los ajenos.

Para combatir esta ceguera, en este momento resulta indispensable que el artista ocupe un papel que le convierta en un testigo fiel de la realidad, incluso que lo situé como un referente moral. Juan Genovés, consciente de ello sabe que los artistas como intelectuales de su tiempo pueden llegar a influir eficazmente en muchos de los estamentos que afectan a los ciudadanos. Por eso su vida es una entrega total al arte. En nuestra conversación me dice que sólo tiene tiempo para trabajar. Sus horas las dedica a crear y a mantenerse en forma siguiendo la premisa «orandum est ut sit mens sana in corpore sano» (debemos orar por una mente sana en un cuerpo sano). Sólo que en este caso, la necesidad de Genovés para tener una mente sana en un cuerpo sano no pasa por la oración como en el origen latino de la expresión, sino por el trabajo. Pasa horas en su estudio, creando insaciablemente y sabe que «el trabajo de pintar necesita grandes cantidades de energía», por eso reserva un tiempo para el ejercicio físico diario y así tener la fuerza necesaria para crear.

( Ojos vendados. 1977. Acrílico de Juan Genovés, 65×81) (*)

El poco tiempo libre que se concede le gusta pasarlo en familia en su querida Valencia donde puede hablar en valenciano. Una lengua que usaba en su más tierna infancia hasta que el franquismo la prohibió. Me cuenta ilusionado que va a pasar unos días en su tierra y allí puede hablarlo convirtiéndose en su «magdalena «de Proust.

Genovés padeció en primera persona las prohibiciones y el terror que conllevan los regímenes totalitarios. Como artista decidió ponerse al lado de los silenciados y no de los vencedores, postura que ya defendió Albert Camus en su obra literaria, y como Camus una de sus grandes pasiones es el futbol, un juego que aun le apasiona. Al igual que el argelino, que fue incluso guardameta, Genovés, aunque no pudo dedicarse a ello profesionalmente, sin embargo nunca ha dejado de ser un gran aficionado. Un juego en equipo en el que al final el portero aparece solo ante sus rivales y todo esto en grandes estadios llenos de asistentes, como las multitudes que Genovés pinta.

Y como Camus una de sus grandes pasiones es el futbol, un juego que aún le apasiona. Al igual que el argelino, que fue incluso guardameta, Genovés, aunque no pudo dedicarse a ello profesionalmente, sin embargo nunca ha dejado de ser un gran aficionado. Un juego en equipo en el que al final el portero aparece solo ante sus rivales y todo esto en grandes estadios llenos de asistentes, como las multitudes que Genovés pinta. Un juego lleno de victorias y de fracasos, de alegrías y llantos, de uniones y enfrentamientos, de experiencias que, como decía Camus, te enseñan que la pelota nunca viene hacia uno por donde espera que venga. Una enseñanza que según el escritor le ayudó mucho en la vida «sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha». De nuevo luces y sombras en una misma esfera, como las que Genovés inmortaliza en sus obras.

( Secuencias 64. 1998. Acrílico de Juan Genovés, 232×200) (*)

Es dificil mostrar en un espacio Limitado la gran producción artística de este creador incansable que aun hoya sus ochenta y ocho años sigue trabajando con entusiasmo. Al trazar un recorrido por más de cinco décadas el espectador que se acerque a las salas del Museo Patio Herreriano podrá sumergirse en el personal mundo que Juan Genovés ha logrado crear. Un universo en el que combina a la perfección la vocación estética con la preocupación cívica.

En una sociedad en la que la ignorancia gana al conocimiento, nos lleva a pensar lamentablemente en las tesis planteadas por Arthur Schopenhauer en su libro Aforismos sobre el arte de saber vivir, cuya introducción concluía con una frase devastadora de Voltaire «nous laisserons ce monde-ci aussi sot et aussi méchant que nous l’avons trouvé en y arrivant» (dejaremos este mundo tan necio y tan malvado como lo encontramos al llegar).

Es decir, tal vez todo ese trabajo de los luchadores como Genovés no sirva para cambiar la mentalidad de la gente y lograr que despierten de su letargo. Pero, mientras tanto, esperemos con optimismo que el genio libertario de los artistas siga intacto. Y como si estuviéramos ya ante una tradición utópica repetida generación tras generación, aprendamos de estos intelectuales para continuar creyendo en las ideas de renacimiento y de reconstrucción de la humanidad por las que tanto se lucha. Como dice el propio Juan Genovés «el creador está en un espacio de soledad introspectiva, pero situado en el corazón de lo social donde toman cuerpo las tensiones y lo cristalizan y convierten en un símbolo o emblema».

Finalmente el artículo incluye una amplia Bibliografía. Además, el folleto recoge unos “Datos biográficos” de Juan Genovés:

“Formado en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, desde el inicio en su trayectoria profesional fue un pintor inquieto y preocupado tanto por la necesidad de renovar el arte español como por la función del arte y el artista en la sociedad.

Su firme convicción sobre el arte transformador y comprometido con el entorno, le llevó a formar parte de colectivos muy significativos en el panorama español de posguerra Los Siete (1949), Parpallós (1956) y Hondo (1960). En este último grupo, que supuso nuevos planteamientos figurativos frente al informalismo, Genovés desarrolló una pintura de carácter expresionista y provocador.

En la década de los sesenta, tras una breve crisis pictórica y una relación profunda con los movimientos de oposición al régimen franquista, comenzó a plantear dos temas: el «individuo solo», resuelto inicialmente como un «collage» en relieve, y la «multitud», tratado con tintas planas y estructuras plásticas de aspecto cinematográfico.

Esta última propuesta se concretará con el tiempo en un singular realismo político de fuerte denuncia social, confeccionado a partir de la manipulación de imágenes proporcionadas por los medios de comunicación de masas, En los años ochenta inició un nuevo periodo en el que se interesó por el paisaje urbano, reduciéndolo a una gama cromática de grises, azules y ocres que constituyen lo que se ha dado en llamar «espacios de la soledad».

( Tribunal de orden público. 1976. Acrílico de Juan Genovés, 110×180) (*)

Los últimos años su obra ha dado un giro hacia la investigación del movimiento estático en la pintura, la multitud se ha convertido en la referencia para hablar del problema de la pintura y el ritmo visual.

Ha sido galardonado con la Mención de Honor (XXXIII Biennale de Venecia, 1966), la Medalla de Oro (VI Biennale Internazionale de San Marino, 1967), el Premio Marzotto Internazionale (1968), el Premio Nacional de Artes Plásticas (1984), el Premio de las Artes Plásticas de la Generalitat Valenciana (2002) y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Ministerio de Cultura (2005).”

No me reisto a recoger un párrafo del artículo de Antonio Muñoz Molina, que he visto en la nube, y que se titula “La vocación de Juan Genovés”. “Como todo pintor –escribe Muñoz Molina-, Juan Genovés se fija mucho en los pormenores sensoriales de las cosas: en 1973 estuvo en Moscú e intuyó la naturaleza burocrática y sombría de aquel régimen al darse cuenta de que el gris de los uniformes de La policía era exactamente el mismo gris de los policías españoles: hablábamos de una novela que estaba leyendo y le gustaba recordar la textura de la ropa muy gastada de un personaje, el drama secreto de los cuellos y los puños de camisa con los filos muy gastados, los zapatos que se cuartean, el cuero muy rozado de una maleta que ha hecho demasiados viajes. A ese mundo sensorial pertenece un cuadro como “El preso” en el que unos policias de paisano se llevan a un detenido. El drama está en las esposas, desde luego, pero también en las identidades borradas de las tres figuras de espaldas, que hermanan sórdidamente al perseguido y a los perseguidores, y sobre todo en esas ropas arrugadas, estrujadas, esas gabardinas como de dormir vestido y con frío, esas tonalidades de grisura, de piedra pómez, de pizarra, de hollin de locomotora vieja y de carbonería de posguerra, de gente muy apretada en tranvías. De pronto, con algo más de treinta años, Juan Genovés había encontrado el modo de representar el sombrío descubrimiento que le llegó casi al mismo tiempo que el uso de razón: el miedo, el miedo físico, emanado de los adultos como uno más de sus olores peculiares, con algo ácido y rancio, comprendido sólo muy lentamente, porque los adultos callaban para proteger al niño que no convenía que supiera, como si callando ante él pudieran evitarle el contagio, el daño”.

En fin, una exposición que, desde el punto de vista puramente artístico, no hay que perderse.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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