El problema de la emigración

Por José María Arévalo

( Siesta. Acuarela de Alfonso Ruiz Roldan en Hispacuarela de Facebook) (*)

Ha comenzado este año con los clásicos balances del año anterior en la prensa. En cuanto a emigración destacan que el “efecto Sanchez” se salda en 2018 con la entrada en España de 64.427 sin papeles. Durante los últimos doce meses llegaron 57.922 personas a bordo de pateras, lo que representa un incremento del 158 por ciento respecto a los 21.971 que entraron por esa vía en 2017. Casi el triple. Y la tendencia en 2019 parece idéntica. Los primeros datos apuntan a que, probablemente, cada día pondrán pie en las playas 150 migrantes. También se destaca que 6.800 ‘sin papeles’ entraron en 2018 de forma irregular a Ceuta y Melilla frente a los 5.863 que violaron los perímetros el año anterior. Y que ha aumentado la llegada de subsaharianos a Canarias un 207%; en 2018 han arribado al archipiélago 1.307 personas frente a las 425 desembarcadas en 2017. Lo peor: 769 migrantes han perdido la vida en aguas españolas el pasado año, una cifra muy superior a la de los 223 fallecidos de 2017.

Después de que Sánchez se ofreciera a acoger a los inmigrantes rescatados en el Mediterráneo por el barco Open Arms, al que otros países europeos le negaban la entrada, han sido 53.800 los inmigrantes llegados por tierra y mar en los siete últimos meses, frente a los 10.627 filiados entre enero y mayo. Es innegable que Sánchez, imbuido de esa suerte de buenismo universal que solo él cree tener, ha provocado un nocivo efecto llamada sin prever que nuestros medios de acogida están desbordados y carecen de la financiación suficiente. Ni las mafias son ingenuas ni hay varitas mágicas contra la inmigración desbocada.

Sánchez se vio obligado rectificar porque su error fue mayúsculo, y por eso se mantienen las devoluciones automáticas y las concertinas en las vallas de Ceuta o Melilla. La reprimenda que ha recibido España de toda Europa era lógica. Buscar votos a cuenta de la desgracia ajena con medidas selectivas pero inoperantes no resuelve el problema. Solo lo agrava con un baño de realidad.

Pero los socios europeos solo dan largas a España a pesar de que casi la mitad de las 121.755 personas llegadas a Europa en 2018 por mar tuvieron como destino de desembarco las costas nacionales. Solo buenas palabras y muy pocos acuerdos en la reciente cumbre de Marrakech o en las reuniones bilaterales con Marruecos, Senegal, Mauritania o Argelia.

El Gobierno e Interior prefieren ahora perfil bajo en esta materia –comentaba acertadamente un reportaje de Melchor Sáiz-Pardo y Ander Azpiroz en El Norte de Castilla-, después de que el Ejecutivo de Sánchez debutara en Moncloa haciendo política con la extranjería a base de golpes de efecto como en el anuncio de Fernando Grande-Marlaska a las horas de llegar al cargo de quitar las concertinas de las vallas o la decisión del Gobierno de acoger en junio a los inmigrantes del ‘Aquarius’, que rechazaban el resto de los puertos europeos.

Sin duda influyen los ataques del PP y la llegada de Vox con un mensaje más comprometido anti-emigración. El mensaje de Casado es claro: «Lo que los españoles están buscando es que haya un partido que diga claramente que no es posible que haya papeles para todos». Y en la misma línea Vox exige que solo se cruce nuestra frontera legalmente (no es verdad que se oponga a la emigración, como le imputan las izquierdas).

En esta situación los debates entre partidos me dejan un sabor agridulce, cuando parece que son las izquierdas las que defienden la acogida de emigrantes y las derechas las que se oponen, a pesar de que parece que a estas las inspira el ideario cristiano, y a las izquierdas el anticristiano. No es cierto, pero da esa impresión, quizá porque no se expresan mejor las derechas y mienten abiertamente las izquierdas. Veamos.

Por cuanto hemos comentado, está claro que la postura aparentemente favorable de la izquierda a acoger refugiados es realmente inoperante. Es un ejemplo más del postureo de la izquierda que con medidas demagógicas solo pretenden ganar votos, no solucionar los problemas. Y encima suponen una carga insostenible para los españoles: buena parte de los whatsapp de denuncia que he recibido en los últimos años protestan por las pensiones económicas de las que viven muchos inmigrantes en nuestro país -también los que entran ilegalmente-, que cobran, además de tener asistencia sanitaria gratuita, lo que no consigue percibir un español que ha cotizado 40 años.

Los partidos de derecha se centran sobre todo en reclamar contra la entrada ilegal de emigrantes, lo más llamativo, sobre lo que todos los días hay noticias, y que tiene difícil solución, por lo que solo cabe proponer medidas negativas para la opinión pública. Solo una vez he oído a Pablo Casado ir al fondo de la cuestión: cuando ha propuesto que Europa impulse un Plan Marshall para los pueblos africanos. Como es de todos sabido, este nombre del plan de rescate económico para la Europa devastada por la II Guerra Mundial, se debió al Secretario General estadounidense George Marshall, que en 1953 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz gracias al desarrollo del plan de ayuda económica –que lleva su nombre– para dieciséis países europeos devastados por aquella Guerra Mundial.

Ha sido a principios de año, cuando Casado hablando de los “menas” –menores no acompañados que atraviesan nuestras fronteras- “acusó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de provocar un `efecto llamada´ de inmigrantes irregulares con su `buenismo´. En su opinión, este incremento de la inmigración irregular ha producido que lleguen no sólo más menas, sino, también, más mujeres para prostituirse. Y que las mafias se lucren más. `No habrá muro tan alto´ como para contener la inmigración irregular si no se aprueba un Plan Marshall europeo para incentivar la convergencia económica de los países del Norte de África, argumentó el presidente del Partido Popular. Hay que recordar que el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, ha calificado esta misma semana de `avalancha´ la llegada de menores no acompañados. `No podemos soportar esta presión migratoria´, dijo. `Nos van a inundar´. Por último, Pablo Casado aseguró que la inmigración debe enfocarse al mercado laboral: `Lo único que les preguntamos es si quieren trabajar, si quieren formar parte de ese código de valores y principios de la sociedad española, que al final son los que mejor les van a ellos y a sus familias´”.

Creo que esta línea de propuestas positivas es la más acertada para combatir la demagogia de la izquierda. Me recuerda el manido tema de las riquezas de la Iglesia. En un artículo de Pablo Cabellos sobre “Erradicar la pobreza”, en la web opusdei.org, se desvela así la falacia: “Esos edificios, objetos sagrados, etc. son para el culto y para el disfrute cultural de los ciudadanos. La Iglesia las mantiene con esfuerzo y a duras penas. Se habla de venderlas para que coman los pobres, cuando se sabe que serían pan para hoy y hambre para mañana. Pero, además, ¿por qué no se dice que venda el Estado los museos o grandes edificios que posee? ¿Por qué no se pide a los presuntos compradores de las obras de la Iglesia que las vendan también y, así sucesivamente, en una cadena interminable?

Todo el mundo sabe que la Iglesia, a través de sus plurales instituciones, es la entidad que más trabaja por los necesitados -de maneras muy diversas- en el mundo entero.
Esa pobreza de la Iglesia, y del mismo Opus Dei -que es una parte de la Iglesia-, es la que no debemos erradicar: la de mucha gente que se quita de lo propio para dar a otros, la de tantos héroes anónimos que dan vida a una escuela en África, a un hospital para enfermos terminales, a un asilo para ancianos sin fortuna, a mil entidades diversas que acogen el dolor, la pobreza y la marginación. Y también otras -universidades, escuelas de negocios, colegios, etc.- que pretenden formar hombres y mujeres solidarios, dispuestos a erradicar la otra pobreza, la sangrante, la que no debe ser ajena a nadie.”

No vale echar las culpas a los demás, a la sociedad y a los políticos. Si no llegamos a más, todos tenemos un arma eficaz, el voto en las elecciones, cuando no la acción política más o menos directa, y el apoyo a uno u otro partido o movimiento. «Que cada uno se examine –pedía Pablo VI en la Carta `Octogésima adveniens´– para ver lo que ha hecho hasta aquí y lo que debe hacer todavía. No basta recordar principios generales, manifestar propósitos, condenar las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética; todo esto no tendrá peso real si no va acompañado en cada hombre por una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva. Resulta demasiado fácil echar sobre los demás la responsabilidad de las presentes injusticias, si al mismo tiempo no nos damos cuenta de que todos somos también responsables, y que, por tanto, la conversión personal es la primera exigencia.»

Son bien conocidas las alarmas que el papa Francisco ha publicado ante el drama de la emigración agravado en los últimos años, y sus llamadas a las conciencias de todos. Incluso se le ha llegado a acusar de sostener un “discurso angelista” sobre la inmigración, al defender el derecho a la migración –por ejemplo en el artículo que publicábamos el lunes 31.12.18 “La Iglesia y la inmigración” de Francisco José Contreras-. Pero lo cierto es que la Iglesia, y este papa también, ha defendido también el derecho a la no emigración. Quiero resaltar especialmente un texto suyo, de su Mensaje de 17 de enero de 2016 para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado: “La Iglesia apoya a todos los que se esfuerzan por defender los derechos de todos a vivir con dignidad, sobre todo ejerciendo el derecho a no tener que emigrar para contribuir al desarrollo del país de origen. Este proceso debería incluir, en su primer nivel, la necesidad de ayudar a los países de los cuales salen los emigrantes y los prófugos”. Aquí está la clave del problema.

Y añadía el papa Francisco: “Así se confirma que la solidaridad, la cooperación, la interdependencia internacional y la ecua distribución de los bienes de la tierra son elementos fundamentales para actuar en profundidad y de manera incisiva sobre todo en las áreas de donde parten los flujos migratorios, de tal manera que cesen las necesidades que inducen a las personas, de forma individual o colectiva, a abandonar el propio ambiente natural y cultural. En todo caso, es necesario evitar, posiblemente ya en su origen, la huida de los prófugos y los éxodos provocados por la pobreza, por la violencia y por la persecución”.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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