Los antimodernos: De Renoir a Torres García, en La Pasión

Por José María Arévalo

( Dos amigas.1900. Óleo de Antonio Utrillo, Barcelona 1867-1944. 55×41) (*)

“Los antimodernos” no es una categoría reconocida en la creación pictórica, aunque Helena Alonso, comisaria de la exposición “Los antimodernos: De Renoir a Torres García”, que puede verse en la vallisoletana sala de la Pasión hasta el próximo 31 de marzo, la ha tomado de la novela de Antoine Compagnon, uno de los principales historiadores de la literatura francesa, que se remonta a la Revolución Francesa y narra un ciclo que da comienzo en 1789 y termina en 1989 en el que incluye a los contra–ilustrados, que en la literatura francesa, reúne a Balzac, a Ballanche, a Baudelaire, a Bloy, a Bourget, a Brunètiere, a Barrès, a Bataille, a Barbey d’Aurevilly y a Blanchot.

( Descanso de los ciclistas. 1896. Óleo de Ramón Casas Barcelona 1866-1932. 90 x 140) (*)

De ahí una cierta confusión, pues la muestra recoge como “antimodernos” pintores modernistas como Ramón Casas y Santiago Rusiñol, “grandes nombres del Modernismo –explica el folleto de mano de la exposición- en España”. Precisamente el Modernismo fue un movimiento contrario al academicismo pero también al impresionismo. Y sin embargo la mayoría de los antimodernos que incluye estaban influidos por el naciente impresionismo: Joaquín Sorolla, Anglada Camarasa, Isidre Nonell, Antonio Utrillo, Joaquín Mir y Torres García, entre otros artistas. En definitiva, más que antimodernos pienso que esta muestra recoge el antiacademicismo del periodo entre los siglos XIX y XX que habían hecho estallar antes los impresionistas.


( Desnudo en el diván amarillo. 1912. Óleo de Joaquín Sorolla Valencia 1863-Cercedilla 1923. 100,5x 150,5) (*)

Precisamente la pintura de Ramón Casas y Rusiñol de la época de su exposición en la Sala Parés, en 1890, se encontraba a medio camino entre el estilo académico y el de los impresionistas franceses. Este estilo, que llegó a conocerse como modernismo, aún no estaba del todo desarrollado pero los artistas empezaban a conocerse unos a otros. El modernismo catalán estableció su centro de operaciones en Els Quatre Gats, un bar al estilo de Le Chat Noir de París. Casas financió este bar, situado en los bajos de la Casa Martí, edificio del arquitecto Josep Puig i Cadafalch situado en la calle Montsió en el centro de Barcelona; se inauguró el mes de junio de 1897 y estuvo abierto durante seis años (se reconstruyó en 1978). Sus compañeros de empresa fueron Pere Romeu, Rusiñol y Miquel Utrillo. En el bar se desarrollaban tertulias y exposiciones de arte, incluyendo una de las primeras de Pablo Picasso. Al igual que Le Chat noir, Els 4 Gats mantuvo su propia revista literaria en la que Casas contribuyó de forma destacada. Tuvo una vida corta pero fue seguida de Pel i Ploma y Forma en las que también contribuyó Casas. Pel i Ploma patrocinó diversas exposiciones de arte incluyendo la primera exposición en solitario de Casas (1899 en la Sala Parés).

( El Barberillo de Puigcerda. 1890 Santiago Rusiñol Barcelona 1861-Aranjuez 1931. 99×137) (*)

El Modernismo en pintura surgió en contraposición tanto al academicismo como al impresionismo, abandonaba los temas cotidianos por los contenidos simbólicos y conceptuales, entre los que destaca la mujer, con un tratamiento a veces muy erótico. Técnicamente se insiste en la pureza de la línea (lo que le da un carácter bidimensional) y la expresividad del dibujo (se ha considerado precedente del expresionismo posterior), ambas cosas ya presentes en autores postimpresionistas, especialmente en Toulouse-Lautrec. Las formas orgánicas, especialmente vegetales curvilíneos y espirales (flores, hojas, tallos retorcidos), que rellenan todo el espacio (horror vacui, a veces llegando a la teselación) ya presentes en movimientos ingleses anteriores (prerrafaelismo y arts and crafts), se convierten en un leit motiv paralelo a las formas decorativas de las artes gráficas, con las que están estrechamente identificadas, así como con el cartelismo y la reproducción litográfica. Los formatos preferidos son los apaisados y alargados (como el que la muestra presenta, 178,5 x 50, de Ramón Casas, “Invierno”, de 1914).

( Invierno. 1914. Óleo de Ramón Casas Barcelona 1866-1932. 178,5 x 50) (*)

Poco tiene que ver con ello la mayoría de la obras expuestas. En la rueda de prensa previa a la inauguración de la exposición, su comisaria, Helena Alonso, explicó el hilo conductor de las 35 obras de la muestra en la que sobresale un cuadro del genio del impresionismo francés, Pierre-Auguste Renoir. Todos los representados son precursores de un cambio de tendencia pictórica, de esencia antiacadémica, que supuso una ruptura con las formas claras y pinceladas suaves características del Realismo y que «dejaba atrás para siempre los modelos propuestos por la razón».

( Las comparsas. Plaza de Vilanova, 1926. Óleo de Joaquín Mir Barcelona 1873-1940. 90×115) (*)

Esta ruptura con las formas académicas la catapultó uno de los maestros del Impresionismo, Renoir, presente en esta exposición con su obra ‘Femme et jeune fille dans un paysage’ (1916). Obra que Renoir pintó tres años antes de morir, aquejado por su enfermedad degenerativa, que le obligaba a sostener los pinceles mediante vendas en sus manos mientras guardaba acomodo en su silla de ruedas.

( Mariano Fortuny Reus 1838.Roma 1874. Desnudo masculino, 1855, Lápiz. 57×44) (*)

El recorrido expositivo se abre con las obras de Fortuny anunciando la incipiente transformación estética que se avecina. Las obras de Mariano Fortuny ofrecen el germen decimonónico del incipiente cambio, presente ya en su pincelada, aportación técnica al estudio de la luz sobre la que investigaban también los “macchiaioli” con su renovación antiacadémica de la pintura italiana, así como los primeros impresionistas franceses. El arte español seguía estos caminos, como se observa en la composición del desnudo de Sorolla presente en esta exposición, o en la pareja de amigas de Antonio Utrillo, nacido en Barcelona pero de formación estética parisina, amigo de Ramón Casas y Santiago Rusiñol.

( Mariano Fortuny Reus 1838.Roma 1874. Paisaje del Atlas, 1860, Óleo. 39,5,5×72) (*)

En el nuevo siglo, el espíritu de ruptura de los ismos del XIX eclosionará en las Vanguardias, epílogos de la Modernidad. La obra de Torres García de 1912 que aquí se muestra es un claro ejemplo de transición. Cinco años después Torres García expone en la galería barcelonesa Dalmau, mientras en la misma ciudad se estrena la ya centenaria “Parade” creada por Serguéi Diáguilev, Erik Satie, Jean Cocteau y Pablo Picasso y, a la vez, Francis Picabia comenzaba a editar, también en Barcelona, la Revista “391”.

( Femme et jeune fille dans un paisaje. 1916. Óleo de Pierre-Auguste Renoir) (*)

Sobre la obra de Joaquín Sorolla “Desnudo en el diván amarillo”, en la que representa a una mujer «borracha o prostituta», explicó Helena Alonso que constituye uno de los varios ejemplos de composiciones en torno al mundo femenino que muestra «cómo cada artista mostró una forma diferente de acercarse al creciente protagonismo de las mujeres en aquella época».

( Sin título. 1918. Óleo de Joaquín Sorolla Valencia 1863-Cercedilla 1923. 59,5 x 43,5) (*)

La sala superior de La Pasión aglutina una mayoría de óleos que exhiben esa disparidad de interpretaciones en torno al mundo femenino, desde la visión más tradicional de Francisco Massiera con vestimentas y poses tradicionales, a los retratos de la España negra de Isidre Nonell o la sofisticación de las modelos de Ramón Casas. La feminidad se expone en estos trazos pictóricos desde los diversos puntos de vista de sus coetáneos, influenciados por corrientes misóginas postuladas por pensadores como Schopenhauer o Nietzsche, que se transformó en representaciones femeninas de carácter frágil o de dudosa moral.

La crisis del 1900 –comentaba también la comisaria, Helena Alonso-, profundizada en España por un sentimiento de desapego provocado por conflictos como la pérdida colonial tras la Guerra de Cuba, se tradujo en un «agotamiento de los valores y las esperanzas tradicionales», que tuvieron su eco en la forma en la que los artistas pictóricos trazaban su realidad.

( Vendimia.1920. Óleo de Arcadi más i Fontdevila Barcelona 1852-Sitges 1934, 57×80) (*)

Como focos de las corrientes antimodernas, las ciudades de París y Roma se convirtieron en las cunas de un estilo que se introdujo en España a través de las escuelas pictóricas que comenzaban a nacer en Barcelona, como la de Sitges, con autores como Ramón Casas, que inspirarán con el tiempo a un joven Pablo Picasso.

En la presentación estuvo presente Jorge Compins, miembro del Patronato de la Fundación Fran Daurel, a la que pertenecen las obras expuestas, y que resaltó que el arte es un «potente dinamizador» capaz de unir «sinergias» entre ciudades como Madrid o Barcelona, sedes de la Fundación Daurel, o Valladolid, que hoy acoge esta exposición dedicada a los antimodernos, con un total de 20 artistas:

Pierre-Auguste Renoir; Mariano Fortuny; Joaquim Mir; Hermen Anglada I Camarasa; Francesc Miralles; Alejandro De Cabanyes; Isidre Nonell; Santiago Rusiñol; Ramon Casas; Ramon Marti I Alsina; Joaquín Sorolla; Joaquim Sunyer;Arcadi Mas I Fontdevila; Lluís Mas Riera I Rosés; Modest Teixidor; Joaquín Torres García; Segundo Matilla; Antonio Utrillo; Ellseu Meifren y Francesc Masriera Manovens.


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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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