Desde la habitación 116

Por Javier Pardo de Santayana

( Cantabria. Acuarela de Tomás Campuzano y Aguirre, en pintura.aut.org. 20 x 30) (*)

Escribo este artículo desde el mismo lugar en el que redacté, hace ya años, aquél que titulé “Cuidado con los panchitos”, y también, si mal no recuerdo, el que encabezaría con el número de mi habitación del hospital: doscientos once. El motivo fue entonces el ingreso de urgencia con una presunta apendicitis que me pilló en el final del veraneo y que al instante se convertiría nada menos que en peritonitis el día de la Batalla de Flores de Laredo. Ahora se trataría de otra cosa, Pero la situación también coincidiría con un ambiente tan popular como festivo: un sábado de Carnaval, cuando todo está ya de bote en bote y es imposible hasta aparcar el coche. Por otra parte, ambos sucesos se producirían lejos de mi domicilio habitual, cual si el escenario de mis desgracias se alejara necesariamente por algún motivo de la Baja Campiña guadalajareña. Y aún esta coincidencia se produciría cuando no pensábamos siquiera en ir a la montaña y si lo decidimos fue en el último minuto. En fin, las bromas del destino…

Esta vez la culpa no la tendrían como en la primera los panchitos sino una apetitosa morcilla tipo Burgos adquirida en el mercadillo santoñés. y que sería la base de una cena que demostró caer como una piedra sobre mi páncreas. Así que tuve que guardar un riguroso ayuno de tres días seguido de comidas blandas y sucesivamente algo más serias.

En esta tesitura se acumularían las casualidades ya iniciadas. Por ejemplo, mi compañero de desgracias, y naturalmente, todos sus hermanos y parientes – saben, supongo, que una habitación de hospital es algo así como un casino en el que las familias se reúnen por las tardes – compartían mi propio primer apellido, es decir, el de Pardo, y vivían en un lugar del valle de Ruesga, cercano al de Soba y a la localidad de Santayana y foco de nacimiento de antiguos miembros de mi familia. Y don José, el fraile trinitario de La Bien Aparecida que desempeña la función de capellán de este Hospital ligado ya a mi vida para siempre, contesta a mi pregunta sobre su lugar de nacimiento diciendo que procede del pueblo de Gama y más exactamente del barrio de la Bodega, donde destaca la antigua casona de los López-Vázquez y Garnica: allá donde se crió mi abuela materna y que hoy es referencia familiar conocida por el ayuntamiento como Palacio de Rugama.

Luego, apenas asentados en la rutina hospitalaria, la sorpresa: cruza el pasillo la esposa de nuestro antiguo médico – aquél que se ocupó de la salud de la familia durante muchos años en nuestros veranos de Cícero – ahora en su nueva condición de enfermo. Le han ingresado dos puertas más allá, así que estaremos en comunicación durante toda la semana. Y tendremos también ocasión de intensificar una amistad no interrumpida con ellos y sus hijos y sus nueras.

Cambio de compañero: el nuevo vive en Limpias y su familia se reparte entre esta población y la de Ampuero, que recordarán por el descenso del Asón y por su encierro. Y resulta que el enfermo y sus hermanos, todos ellos mayores, fueron alumnos del padre y de la madre de nuestro amigo el médico… Y aún la joven esposa de uno de sus sobrinos, éste también turno de noche, me dice que ella es natural de Gama y del citado Barrio de la Bodega, por lo cual conoce perfectamente a la señora que cuidó a mis tías.

Así que todos cuantos pasaban cerca y llegaban al hospital – o acompañaban a sus deudos o se conocían mutuamente de una u otra forma – o habían nacido en un mismo lugar del mapa o se habían relacionado en el pasado.

Y es que, en mi humilde experiencia, basta con detenerse a conversar con las personas para encontrar casualidades aparentes que suelen parecernos asombrosas.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://farm8.staticflickr.com/7852/47300686972_20ce87c5af_b.jpg

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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