Pues estamos buenos

Por Javier Pardo de Santayana

( Retrato de Juan Ramón Jiménez, pintado por Joaquín Sorolla) (*)

Repetidamente he señalado la necesidad imperiosa de tomarse en serio el respeto debido a nuestra Historia, hoy mancillada no sólo por quienes fueron históricamente competidores nuestros, sino desgraciadamente, también y sobre todo, por los nuestros.

Tuvimos la gran ocasión de enderezar el rumbo de estas cosas en los tiempos de euforia: por ejemplo, cuando con nuestra transición vino el prestigio; cuando nos esforzamos por cumplir como gente capaz e inteligente; bien formada. Y los Juegos de Barcelona y la Exposición Universal que hubo en Sevilla demostraron el arte, el buen saber y la categoría de nuestros organizadores. Incluso los atletas brillaron como nunca. Eran los tiempos de nuestra incorporación a las instituciones – y las iniciativas – internacionales.

Mas dicen que “más dura será la caída” cuando se decepciona luego, y ese está siendo nuestro caso, no sólo por estar como estamos ahora despreciando nuestro propio esfuerzo, sino también y sobre todo por la obsesión que tenemos por autodestruirnos, una pulsión fatal que al parecer es liderada por nuestros propios gobernantes.

Y no creo exagerar. Fíjense ustedes que para empezar han desmantelado ya el programa más directamente relacionado con nuestro prestigio: el de la llamada “Marca España”. Y me pregunto: ¿se puede imaginar mayor desfachatez que ésta que digo de cortar de raíz todo el esfuerzo y la ilusión de quién lo había dirigido hasta la fecha? Un hombre preparado, ilusionado y entusiasta que, según tengo oído, ni siquiera cobraba una peseta. ¿Y conciben ustedes mayor burrada y felonía que suprimir de un plumazo la clave del esfuerzo realizado y, por supuesto, de la tarea pendiente por hacer? Desde luego es difícil admitir que alguien se atreva ni tan siquiera a plantearlo.

Nuestro gozo en un pozo. Ahora no sólo no avanzaremos, sino que nos hemos cargado ya el invento, lo cual demuestra que el prestigio de España trae totalmente al pairo a nuestros gobernantes. Es más, la posibilidad misma de lograrlo les fastidia: algo. Increíble, pero, según parece, cierto.

Luego, por si esto fuera poco, puestos ya a la tarea de tergiversar definitivamente nuestra Historia, se dedican de hoz y coz a falsear los hechos, para lo cual hay que reconocer que tienen especial habilidad y una asombrosa caradura. Y una escasez de escrúpulos que no respeta ni el ridículo: ahí entra, por ejemplo, la manipulación de determinados personajes, como Antonio Machado, al hacer ver que fue defenestrado de los planes de estudio por ser hombre de izquierdas. Pues les diré a ustedes que yo estudié casi todo mi bachillerato en el Instituto Español de Lisboa, así que estoy en condición de atestiguar por experiencia propia que mis profesores de Lengua y Literatura me enseñaron la mayor parte de su poesía tal como también hicieron con las de Alberti y las de Miguel Hernández… Y aún soy capaz de declamarlas. Conste que el director del Instituto era un gran intelectual que había militado en la Falange.

Como nos engañan haciendo ver que determinados personajes públicos se exiliaron el año 39, al terminar la guerra. En efecto, como nos ha recordado Fernando Suárez, que es hombre de palabra, muchos de ellos huyeron espantados de la situación a la que nos había conducido la República o porque temían por su vida. O por estar decepcionados por la situación creada por ésta cuando, entre otras lindezas de su autoría se cargó al jefe de la oposición después de amenazarle de muerte en el Congreso, y además trucó las elecciones en favor de un “Frente Popular” que persiguió con saña a quien no fuera de su cuerda. Y que consintió, si no impulsó, la quema y expoliación de los templos y la eliminación definitiva de quienes no comulgaban con sus ideas revolucionarias. En efecto, hay una larga lista de hombres y mujeres que abandonaron España por eso precisamente: por huir de todo aquel espanto. Ahí tienen a Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Ramón Carande, Ortega y Gasset, García Morente, Marañón y Clara Campoamor; todos ellos entre los muchos que optaron por “abandonar aquella pesadilla”, aquel “infierno de Madrid”, aquel orden legal en peligro, aquel “peligro constante”, aquella “olla de grillos rabiosos”, o “aquel régimen absolutamente soviético” “cuya destrucción era el fin proclamado de las propagandas marxistas”; expresiones todas ellas contenidas en las hemerotecas.

Pues por si esto pudiera a ustedes parecerles poco, ahí tienen la operación propagandística de quien se adjudica el papel de paladín de una mirada misericordiosa hacia los perdedores sin caer en la cuenta que gestos más eficaces y sentidos que los suyos ya los hizo y con mayor predicamento nuestro Rey y Jefe del Estado, con la ventaja de haberlo hecho antes y con la intención de unir y no de dividir con ello.

Mas lo que alcanza ya la calificación de estupidez y perversión moral es el apoyo oficial a una exposición realizada en Francia que es pura bazofia para el consumo de los odiadores de nuestra cultura. Una especie de basura más que de arte en la que abundan la manipulación y el peor gusto: una torpe exhibición de nada en que se muestran “cosas” tan soeces y sobre todo estúpidas como la figura de un Franco en la nevera de refrescos, que dígame usted a que santo viene eso sino a demostrar la nula gracia del inexistente “artista”. Y la utilización una vez más de la figura de Picasso ¡en su dimensión moral! que ya no sé cómo se atreven: basta con recordar lo que Arrabal nos reveló con un cúmulo de datos sobre aquel cuadro en blanco y negro al que acabaron titulando nada menos que “Guernica” (ver el artículo que titulé “Nada de nada” sobre el tema, el 04.03.18).

Y, para rematar el bodrio, otra “cosa” dirigida contra el supuesto “genocidio de Colón”; algo que no demuestra sino hasta qué extremo llega en algunas ocasiones la ignorancia.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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