Ojo, que esto es serio

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Tomás Serrano en El Español el pasado día 15) (*)

Bueno, pues se celebraron ya las elecciones y he de decir que el resultado es lamentable, no ya porque ganaran unos u otros sino por el cómo. Negociaciones “matemáticas” con nocturnidad y alevosía en las que hubo de todo: descalificaciones que acabarían en transacciones vergonzantes, “yo te doy esto si tú me das aquello; un “no quiero saber nada de ti” pero acabar diciendo un “ahora sí, porque me cuadra”, y toda otra suerte de “arreglos” de conveniencia aderezados con prisas y sorpresas; todo un desbarajuste de convicciones, pactos y promesas que producirán tal desengaño en los votantes que me temo muy mucho que una buena parte de ellos deje de votar en la próxima convocatoria de las urnas. Porque ¿cuál acaba siendo el destino de nuestras papeletas? Pues un misterio, desde el punto y hora de que nuestros votos no tienen el destino que esperábamos, sino que pasan a ser, en manos de nuestros políticos, materia para el trapicheo de unos números cuya aplicación para la vida poco tendrá que ver con nuestras intenciones.

Quiero decir que la decepción de los votantes puede engendrar unos problemas de seria gravedad. De entrada es muy probable que se acabe por perder la fe en la democracia. ¿Para qué voy a pedir esto o lo otro con mi voto – dirá la mayoría de la gente – si luego lo utilizan para, sin mi consentimiento, hacer unos tejemanejes por su cuenta que probablemente contradigan mis deseos y precauciones esenciales? ¿No acabarán causando efectos contraproducentes para lo que yo pretendía conseguir?

Y esto no es cosa baladí. Recuerdo que cuando recalé de joven en Vitoria algunos de mis compañeros de estudios que vivían allí de siempre hablaron en alguna ocasión de un extranjero afincado en la ciudad hacia ya tiempo que presentaba en su currículo la poco frecuente circunstancia de haber pertenecido a las SS. Ya era uno más, según parece, pero a alguien que se le ocurrió preguntarle lo que le motivó para enrolarse, le respondió que fue el escándalo que en su momento le produjo la asistencia a un debate del parlamento. Quiero decir con esto que contemplar un ambiente de discusión política fuera del interés general y del respeto mutuo en el que la prioridad consistía en destruir al adversario, y ver que los políticos utilizan las arcas del estado en beneficio propio o se aferraban a las prebendas de los cargos, puede acabar moviendo los espíritus a buscar soluciones radicales. O sea que cuidado con lo que está empezando a sucedernos.

¿Recuerdan ustedes aquellos días en que los españoles encontrábamos ejemplo, siquiera con un punto de humor, en el gobierno suizo? Admitíamos, desde luego, que el sistema sería poco menos que aburrido, pero envidiábamos la buena educación y el temple de ánimo de quienes eran capaces de ponerse de acuerdo sin la necesidad del exabrupto, sin poner al vecino como chupa de dómine, sin mentar a la familia, y sin exhibir artefactos estúpidos o mensajes serigrafiados. Y eso que en el país alpino se utilizan y son oficiales nada menos que cuatro idiomas diferentes – tres de ellos de proyección internacional: el alemán, el francés, el italiano y el romanche. Y no es que la solución esté en el hecho de pertenecer a una nación confederada, porque ¿imaginan ustedes lo que sería para nosotros partir nuestra nación en trozos tan pequeños como aquéllos para asociarlos luego en un proceso inverso que iría en contra de una Historia fraguada por los siglos? Pues una jaula de grillos, simplemente.

Un poco de seriedad, señores. A ver si nos ponemos a tono con la gravedad del caso y con el lenguaje de las ”viejas piedras” entre las que les hemos encerrado: que la nobleza y el empaque del lugar es ya en sí exigente y lo debieran respetar tomando en serio sus palabras.

O sea, dando ejemplo. Tengan en cuenta que hay menores que pueden escandalizarse aunque no sea mas que al contemplar su pinta de desgarramantas y sus maneras de matones, o al escuchar unos insultos que son tan sólo propios de rufianes, Y que preguntarán a sus progenitores A y B cómo es que aún les seguimos pagando esos sueldos tan jugosos, siendo así que, además, los hay que trabajan para el Estado pero no para hacerlo funcionar mejor sino para cargárselo.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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