A ver si se dan cuenta alguna vez

Por Javier Pardo de Santayana

( Footing. Acuarela de Solarseven en es.123rf.com/photo) (*)

No es la primera vez que salgo al paso de la invasión del idioma inglés, hacia el cual, naturalmente, no siento animadversión en absoluto. Y por si alguno lo dudara recordaré que mis cuatro nietos tienen la doble nacionalidad, así que oficialmente son a la vez españoles y británicos. Además he vivido varios años en Estados Unidos, país que he recorrido de norte a sur y de este a oeste y en el que siempre me he sentido a gusto: a veces bastante más que aquí. Allí he vivido largas temporadas con y sin mi familia y me he formado en mi carrera. Nadie piense mal, por tanto, respecto a las intenciones que me mueven; es más, si alguien hubiera culpable de lo que expongo somos los propios españoles, demasiado propensos a admirar lo ajeno y a despreciar lo suyo.

Con esta premisa, el caso que me ocupa es ver que nadie mueve un dedo para poner las cosas en su sitio en lo que respecta al abuso del inglés. La inacción de nuestras autoridades culturales y políticas pasa, en efecto, del castaño oscuro, y coincide en falta de sensibilidad con la de los omnipresentes periodistas, que, siempre atentos a las excentricidades del idioma, apoyan, seguramente sin caer en la cuenta de lo que hacen, la popularidad de palabras y expresiones ajenas generalmente innecesarias.

Hasta tal punto es esto cierto que se diría que la poderosa lengua de Cervantes se ha quedado inmensamente corta para expresar lo que sentimos y pensamos quienes vivimos ya en el siglo XXI, anomalía que no sólo parece atribuible a la abundancia de inventos provenientes del ámbito cultural inglés o norteamericano; un problema que considero subsanable a partir de mi experiencia personal como pionero en la incorporación de los misiles al arsenal del Ejército Español, cuando precisamente conseguimos que no se produjeran los excesos que ahora me estoy permitiendo criticar.

Y lo hago porque la invasión actual es tan abrumadora que llega ya al ridículo. Hoy leo lo siguiente en unos “Outlets” (o sea, “Saldos”) a los que acudo en las proximidades de Madrid: “Nos estamos poniendo guapos para volver pronto con más “style”. Pues cualquiera diría que los españoles carecemos de “estilo” o consideramos que el “style” inglés es más estilo que el de los españoles…En suma, complejazo.

Y nadie dice ya “horario” sino “timimg” o “planeamiento” sino “planning”, y para decir “salía a andar” o “a correr”- o “andaba” o “corría” simplemente – diremos que hacía “footing” o “running” como si nadie hubiera hecho esas cosas aquí en toda la vida. Y nos parecerá algo nuevo lo de llamar “spoilers” a los que te revientan la novela o la película de intriga contándote quién es el asesino: algo que nosotros asimilamos a “chafarnos”, o sea que bien podríamos llamar “chafón” a quien lo hace. O empezamos a conocer gente a la que llamaremos “influencers” como si nunca hubiera habido “gente influyente» en nuestra historia, Y en los anuncios de automóviles inventaremos un nuevo “palabro» para que se nos quede en la memoria animándonos a ser “unos crossovers”. O a leer un libro de economía para “followers”.

Pobrecitos los españoles, que sólo gracias a los ingleses y norteamericanos podemos entendernos en este siglo XXI. Luego dicen que el castellano es el idioma más hablado después del chino – supongo que mandarín – en todo el mundo, y que cada vez se estudia más por todas partes en estos tiempos de globalización intensa.

Y, sin embargo, poco esfuerzo hacen nuestras autoridades culturales y políticas por prestigiar lo que es uno de nuestros legados más potentes, mientras los periodistas, tan audaces e imaginativos, consagran de un día para otro cada término inglés o norteamericano que surge en las desaforadas redes sociales, tan excesivas como incultas, pues no lo piensan dos veces sino que sin la menor necesidad dan el marchamo de popularidad inmediata a cualquier término nuevo y detonante. Y no creo que su bendición proceda tan sólo de la pereza que les da buscar su traducción al castellano, ya que más bien parece que eso de intercalar palabras en inglés lo incorporan como un procedimiento para marcarse un tanto como de gente al día y a la moda; así que se comportan como sus compañeros publicistas. Basta con darse cuenta de cuán frecuente suele ser en éstos el hacer cosas aparentemente estúpidas como escribir alguna letra del revés para llamar de alguna forma la atención, que todo vale en este campo del “marketig on line” aunque pueda uno cargarse poco a poco nuestro idioma.

No estaría nada mal, por tanto – digo yo – que quienes escriben diariamente e intentan hacer llegar al respetable público español sus reportajes y noticias sintieran la responsabilidad de respetar una de nuestras más eficaces bazas como nación histórica evitando así suplantar por estupidez o por desidia conceptos y términos existentes desde siempre en nuestro diccionario.

Y algo podría hacer también – digo yo – nuestra Real Academia de la Lengua – a la que no parecía molestar demasiado la inclusión de “business” siempre que se escribiera como “bisnis” – y, por supuesto, a nuestros gobernantes, tan remisos y poco dispuestos, por lo que parece, a la hora de defender nuestro legado y de no permitir minar nuestro prestigio.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://live.staticflickr.com/65535/48139726033_8923f4f365_b.jpg

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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