Exposición “Miradas”, de Báez Mezquita

Por José María Arévalo

( Mogarraz. 2017. Acuarela de Báez Mezquita. 56 x 76) (*)

El Museo de la Universidad de Valladolid (MUVa) presenta, en su sala de exposiciones del Edificio Rector Tejerina (Plaza de Santa Cruz) una muestra que recoge la obra pictórica de Juan Báez Mezquita con el título “Miradas (2010-2019)” que se puede visitar hasta el 30 de julio. Con esta exposición, el doctor arquitecto zamorano, afincado en Valladolid, vuelve a confirmar su magisterio en la pintura, demostrando un dominio absoluto de las técnicas del dibujo, la acuarela y el óleo.

Tenía mucho interés en esta exposición porque solo conocía las acuarelas de mi paisano y colega en la acuarela – lo digo pidiendo disculpas, dado su muy superior nivel- a través de algunas fotos que vi en su día de extraordinarias versiones de los barrios zamoranos y del cimborrio de la Catedral. Ya me habían parecido un tanto abigarradas, pero la perfección con que estaban realizadas y una elección bastante insólita de los temas –como el predominio de encuadres de tejados en el paisaje urbano- me había atraído mucho. Ahora, con esta exposición, he entendido mejor su enfoque del arte de la acuarela. Veamos.

Creo observar una cierta evolución –que me gusta mucho- en sus acuarelas más recientes, al desdibujar el paisaje urbano incorporando una luz más tenue a los temas, de forma que los detalles, aunque siguen abundando, quedan más difuminados. Se suele decir a los que empiezan a pintar que no deben poder contarse los ladrillos o las tejas en el cuadro, pero cuando se consigue detallar sin que el conjunto resulte excesivamente minucioso el resultado es más meritorio. Hay quien avanza en su arte abstrayendo y quien lo consigue pasando de una factura impresionista a un mayor realismo, incluso hiperrealismo.

( Torremormojón. Acuarela de Báez Mezquita.105×111 ) (*)

Yo creo que el realismo o si se quiere cuasi hiperrealismo de Báez Mezquita está muy conseguido en sus acuarelas, las de ahora y las de antaño. En cambio –siento decirlo- no me parece tan logrado en sus óleos, que me recuerdan al realismo fotográfico que ha predominado estos años en buena parte de la pintura, y que he criticado al comentar las exposiciones de los premios anuales de ACOR, el certamen de pintura mejor dotado de nuestra comunidad. No obstante, a veces, gracias a un acierto en la composición y el color, Báez Mezquita consigue un resultado excepcional, también en óleo, como en el caso de su obra de 2012 “Dulce sueño”, en la exposición. En sus óleos me parece ha seguido la evolución inversa a la que creemos descubrir en sus acuarelas, hacia un mayor hiperrealismo y acentuación de lo que es detalles, llenando de estos sus nuevas obras. Pero bueno, cada uno tiene sus gustos.

( Calle Balborraz, Zamora. Dibujo de Báez Mezquita que no está en la exposición) (*)

De lo que no cabe duda es de que el éxito de Báez Mezquita radica en su habilidad para el dibujo. Como me parece importante para apreciar su obra, y en la actual exposición del MUVa no aparece ninguno de ellos, he tomado para ilustrar este artículo una foto de su web baezmezquita.com, un dibujo de la Calle Balborraz, una de las más bellas y singulares de Zamora que tantas veces he intentado interpretar sin éxito, lo que él ha conseguido en cuatro trazos.

Por lo demás, en la muestra se puede ver una selección de la obra pictórica que ha desarrollado en estos últimos nueve años, elaborada con las técnicas de óleo y acuarela, en la que se puede ver su particular manera de ver el mundo que aglutina tanto paisajes, espacios arquitectónicos, así como figuras humanas en espacios domésticos. Además se ve una muestra de una de sus grandes pasiones pictóricas, el estudio y dibujo del Coliseo Romano, del que se pueden ver dos acuarelas al mismo dedicadas.

(Un día más. 2015. Óleo sobre tabla de Báez Mezquita.121×121) (*)

Las demás fotos que incluyo de la exposición están tomadas del magnífico catálogo que se ofrece en ella, gratis para los amigos del MUVa, lo que puede conseguirse suscribiendo en el acto una solicitud, lo que aconsejo pues no comporta mayor carga económica. Aunque he publicado en estas páginas numerosos artículos sobre exposiciones del MUVa no me había incorporado a este colectivo hasta ahora, y me alegro de haberlo hecho porque con ello recibiré información puntual del museo. Por cierto que se han hecho en él, en los últimos años, cambios a los que espero dedicar otro artículo este verano.

El catálogo, además de estupendas fotos de todas las obras expuestas, incorpora un artículo del Director del Museo y otro del propio autor, que creo de interés recoger ahora, así como información sobre la trayectoria de éste y libros que tiene publicados.

( Colegiata de Toro. 2018, Acuarela de Báez Mezquita. 105×75) (*)

LO COTIDIANO CONVERTIDO EN SUBLIME

Escribe Daniel Villalobos Alonso, Director del Museo de la Universidad de Valladolid:

“Ver estas pinturas del artista y doctor arquitecto Juan Báez es encontrarte de frente con la realidad, la exactitud y la sinceridad, supone una muestra plástica, sin tapujos, del mundo que le rodea y conmueve, lo cotidiano convertido en sublime y lo sublime expuesto como cotidiano. Es encontrarte con el disfrute por los valores más intensos que ofrece la vida, y con sus mayores fascinaciones, las arquitecturas que desbordan con asombro y admiración su mirada de artista arquitecto.

Cuadros que ofrecen a los espectadores visitantes la intensidad creativa que ha guiado la obra de Juan Báez, una incesable muestra de la labor de los últimos nueve años. “Miradas” que hacen saltar, en el plano estético, ese resorte que provoca la sensación plástica y también el disfrute con la arquitectura como arte.

( Coliseo. 2018. Acuarela de Báez Mezquita. 11 x 54,5) (*)

La obra expuesta se enmarca por derecho propio en esta sala de exposiciones del MUVa -Museo de la Universidad de Valladolid-, es la obra de un artista, pero a su vez la expresión del extremado dominio plástico y saber arquitectónico de Juan Báez Mezquita como profesor. Titular de Análisis de Formas Arquitectónicas, desde hace más de tres décadas trasmite sus conocimientos a los alumnos de la Universidad de Valladolid en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, dentro del Departamento de Urbanismo y Representación de la Arquitectura. Saber también reconocido fuera de España, especialmente en su Cátedra de Dibujo de la Universidade Lusiada de Porto.

Esta exposición, así, está vinculada directamente a su actividad docente, en una enseñanza que no sólo trasmite conocimientos, el saber, sino actitudes hacia una profesión donde la técnica es importante, sí, como también el arte.

Hay otra consideración sobre esta exposición inherente a la propia condición del Museo de la UVa, es expresar de modo público el resultado fructífero de su intensa actividad académica en sus estancias de estudio en el extranjero. Becado por la Universidad de Valladolid estudia los dibujos de arquitectura del “Gabinetto Disegni e Stampe degli Uffizi” en Florencia, y con beca obtenida por la Provincia de Salerno, también en Italia, para el estudio y dibujo de los restos arqueológicos de Paestum.

( Dulce sueño. 2012. Óleo sobre lienzo de Báez Mezquita. 130 x 130 ) (*)

No podría dejar pasar esta presentación sin evocar el recuerdo de una apasionante experiencia común. Fue el uno de abril de mil novecientos ochenta y ocho -hace más de treinta y un años-, cuando un grupo de entonces jóvenes arquitectos guiados por un historiador, Ramón R. Llera, nos sentimos viajeros románticos en Italia al encontramos por vez primera con las ruinas de unos templos que marcaron el origen de la arquitectura clásica, Paestum. Estaba cayendo el día, un atardecer cargado con nubes de tormenta que pesaban grises sobre esas piedras convertidas en el recuerdo de su perdido esplendor, y el final de la tarde y la lluvia apenas nos dejó tiempo para dibujar la fascinación que supuso su visita. Juan Báez y yo compartimos la misma necesidad, volver de nuevo. Él se reencontró con esos templos con el tiempo necesario para dejar sobre el papel la memoria, su primera sorpresa y la emoción por esa arquitectura imponente. Si todas sus obras son evocadoras, estos dibujos, especialmente para mí que compartí aquella experiencia, provocan emoción, la impresión que trasmiten todos sus trabajos.

SOBRE SÍ MISMO

El Día de Zamora publicaba con este subtítulo, el 22 de Junio de 2018, una reflexión del propio Báez Mezquita en torno a su exposición –con parecido título a la actual en el MUVa- “Miradas. Dibujos y pinturas 1975-2018″ que tuvo lugar en la Sala del Hospital de la Encarnación de Zamora por aquellas fechas, “una exposición que no era una retrospectiva, sino que recogía un grupo de pinturas y dibujos realizados en un período muy amplio de tiempo en el que trataba de mostrar la forma en que el pintor se ha aproximado o mirado a distintos temas a lo largo de su trayectoria artística”.

( El príncipe javalí. 2014. Óleo sobre tabla de Báez Mezquita.130×130) (*)

En el catálogo de la exposición del MUVa escribe también ahora Báez Mezquita un artículo distinto, aunque en la misma línea de explicar su trayectoria, que figura encabezando: Juan Manuel Báez Mezquita (La Habana, Cuba, 7955) Doctor arquitecto. Profesor Titular de Análisis de Formas Arquitectónicas de la E.T.S.A. de Valladolid:

“`MIRADAS´ reúne una muestra significativa de mi trabajo pictórico, el de un arquitecto de formación que ha convertido la pintura en su medio para mirar el mundo, para investigar y comprender la realidad, para expresar sus emociones ante la vida que le rodea.

Hubo un tiempo en que la formación pluridisciplinar de los artistas les dotaba de una mirada de similar cualidad y que, además, alcanzaba amplios registros: el «taller renacentista» atendía a encargos de arquitectura, de escultura, de pintura y de otras artes, pues de todo sabía y a todo daba respuesta el maestro que lo regentaba. La especialización de las disciplinas, a la que asistimos desde hace ya siglos, ha hecho que se diversifiquen las miradas de los diversos tipos de artistas: en la actualidad la distinta formación que reciben pintores y arquitectos, que parte de anhelos y experiencias muy distintos, provoca necesariamente que también difiera su visión de la realidad. En la historia del arte son muchos los pintores que, desde su específica formación pictórica, se han acercado a la arquitectura y la han convertido en motivo absoluto de sus trabajos, alcanzando cotas altísimas de calidad en sus representaciones; en estos casos, su obra ha estado dedicada a representar desde el conjunto de la ciudad, sus calles, sus arquitecturas más significativas o los interiores de las iglesias, hasta el mundo íntimo del hogar. Con sus trabajos podría trazarse una historia completa de la arquitectura. Sin embargo, mucho menos numerosos son los arquitectos que han desarrollado su actividad en el campo pictórico dado que en ellos históricamente ha tenido más peso la expresión dibujada que la pintada. Mientras que el pintor ha podido trabajar libremente la arquitectura, ya que forma parte del mundo visible al que puede acercarse, el arquitecto, cuando se expresa pictóricamente, parece que actúa como un intruso que se adentra en un mundo ajeno, al que no pertenece. Evidentemente no es así y su peculiar visión en el campo pictórico es algo que debemos revindicar, pues en el plural mundo actual todas las miradas tienen cabida, incluso son necesarias, ya que cada una aporta un modo particular de abordar la realidad, de mirar el entorno, que, al diferenciarse del de los demás, consigue enriquecerlos.

(Campo y ciudad. 2014. Óleo sobre tabla de Báez Mezquita. 90×146) (*)

La formación gráfica del arquitecto le lleva siempre a establecer una relación biunívoca con la realidad: su dibujo debe hacer referencia a un objeto de un modo certero, claro y explicito en sus formas. Un arquitecto o un escultor pueden ser muy abstractos en las formas que crean, pero no pueden serio en los dibujos preparatorios de tales creaciones; parece obvio que, si sus bocetos pierden el vínculo con la realidad que quieren evocar, dejan de tener sentido y utilidad, ya que la obra final debe construirse siguiendo los datos en ellos contenidos. Así pues, el vínculo con la realidad es tan fuerte y necesario en la expresión gráfica arquitectónica que condiciona toda la actividad gráfica de los arquitectos, y pocos renuncian a él cuando se adentran en otros caminos artísticos. Esta fidelidad naturalista sería la primera característica de la formación arquitectónica. La segunda tiene que ver con nuestro entorno, pues los objetos, las construcciones, están en el espacio y a su vez están constituidos de espacio, que es la esencia de la composición arquitectónica y, por tanto, de la visión de los arquitectos. La fidelidad a la realidad y al espacio físico donde ésta se inserta son los dos valores en los que se asienta la representación arquitectónica. El tercer valor, en el que coinciden plenamente la visión arquitectónica y la pictórica, es la sensibilidad hacia la luz que nos envuelve, en la que vivimos y nos movemos, que nos hace ver y sentir las cosas, que matiza los espacios y las profundidades, y llena de emoción nuestra percepción de la realidad.

Sirva este preámbulo para reconocer que, en mi caso particular, tales principios son la base de mi trabajo pictórico: fidelidad a la realidad y atención a la representación del espacio, intangible, transparente, envolvente, y de la luz que lo hace perceptible. No sólo no puedo evitar la influencia de estos tres principios, sino que los persigo apasionadamente. Hay un lema que condiciona mis decisiones: «puedo permanecer en silencio, puedo no dibujar o pintar algo, no tengo obligación de hacerla, pero si lo hago, si hablo, si represento realidades, lo que no puedo hacer es mentir»; es decir, tiene que haber una exactitud y un rigor en la representación de los objetos que aparecen en el cuadro. Los detalles son los grandes desveladores de la realidad, pueden ayudarnos en nuestra construcción fidedigna o, por el contrario, provocar que la imagen que elaboramos resulte extraña o ajena al modelo. Por ello, en todos mis trabajos, independientemente del tema tratado, domina la visión arquitectónica; siempre es pintura, pero es un arquitecto quién pinta. Son, por tanto, miradas arquitectónicas.

Las MIRADAS que reúne esta muestra tienen por objeto algunos de los temas recurrentes en mis trabajos de los últimos años y están realizadas en las técnicas que más utilizo: óleo, acuarela, tinta y una mezcla de dibujo a pluma o grafito y acuarela.

( Tarde romana. 2017. Acuarela de Báez Mezquita. 77 x 77) (*)

Los árboles son uno de los motivos a los que durante años he dedicado muchos esfuerzos, tanto con acuarela como con óleo. Dado que yo no sé inventar un árbol, cuando los represento, intento comprenderlo; humildemente sigo las ramas del modelo imitándolas lo mejor que puedo. Entiendo que éste es el único camino para conseguir la credibilidad a la que aspiro, aunque también soy muy consciente de que una representación que imite la totalidad de las ramas es imposible, por el desmesurado número de ellas y por la minúscula dimensión de algunas. El reto es alcanzar el porcentaje de realidad más alto posible, tanto en las ramas principales como en las secundarias, pues es el único modo de «retratar» el modelo; únicamente en las partes más pequeñas, donde la fidelidad ya es imposible, la representación busca crear una imagen creíble, que recuerde o evoque la forma original. Esta actitud ha condicionado mi mirada en “Camino del faro”, “El príncipe jabalí”, “Lady Godiva” e incluso en “Tarde romana”.

Otro de mis temas predilectos es el paisaje. A él me enfrento con igual actitud, para captar su geometría, su estructura y los diversos elementos que lo componen. El paisaje es un enorme espacio frente al que no me mantengo indiferente; siento la necesidad de adentrarme visualmente en él, de seguir sus ondulaciones, de atender a la piel que la tierra ofrece como límite frente a la atmósfera. Además, el paisaje está lleno de elementos individuales, como rocas, árboles o cultivos, que necesitan de una cuidada atención para que resulten correctamente caracterizados en su forma, pero también en su posición espacial, donde la distancia y la luz se convierten en elementos decisivos. Resultado de tal mirada sobre el espacio natural son las obras “Amanecer”, “Campo y ciudad” y “Velliza”, a las que se pueden sumar las dos “Sombras”, en las que la luz y la profundidad son absolutas protagonistas.

Y, por supuesto, no podía faltar la arquitectura. Ante ella mi actitud se vuelve todavía más radical y exigente. ¿Qué sentido tiene dibujar un edificio, ya sea histórico o actual, famoso o desconocido, si las proporciones de nuestra imagen no se corresponden con la realidad? Sería una falsedad, un engaño al observador. Lo mismo podemos argumentar para los diversos elementos compositivos, para los materiales de la construcción, para sus roturas y desgastes, para las coloraciones…, todos ellos constituyentes del edificio y de su historia. Podemos simplificar y sintetizar la representación, pero siempre atentos a la correcta proporción de las partes, pues son ellas las que nos van a dar la clave para entender las proporciones y la escala del edificio. En mi trabajo el objetivo es siempre que las arquitecturas sean inteligibles, que estén razonablemente construidas, pero a su vez sometidas a la luz y a la profundidad del espacio donde se localizan.

Dentro del tema arquitectónico, el dibujo de los enclaves arqueológicos es una de mis pasiones. Uno de los que más me ha interesado ha sido el de la ciudad de Paestum, situado en Italia, en la costa del mar Tirreno, a unos doscientos kilómetros al sur de Nápoles. Como otros muchos asentamientos del sur de la península itálica y de Sicilia, Paestum fue una colonia griega, que más tarde se romanizó, para ser finalmente abandonada completamente. A mediados del siglo XVIII fue descubierta para la historia del arte; la mayor parte de sus construcciones habían desaparecido completamente, pero, milagrosamente, se conservaban en pie tres templos griegos de orden dórico pertenecientes a la primera época de la ciudad: dos de ellos bastante mutilados, La Basílica y el templo de Ceres; pero el tercero, adscrito al nombre de Neptuno, mantenía en pie bastantes de sus estructuras. Su reaparición produjo una auténtica conmoción en la historia de la arquitectura, influyendo decisivamente en el desarrollo de una corriente arquitectónica neogriega en las décadas siguientes. Mi interés por la arquitectura dórica griega me ha llevado a realizar varios viajes de estudio a este enclave, el último en el año 2010 gracias a una beca de la provincia de Salerno. En tal estancia, que se prolongó durante cuatro meses, acudía diariamente a dibujar los templos y realicé una colección de treinta y un dibujos en técnica mixta, que contienen miradas sobre los diversos aspectos de los templos. Tres de estos trabajos pueden contemplarse en la presente exposición: uno del exterior del templo de Neptuno en una visión diagonal, que es la que mejor muestra estos edificios; otro de su interior, desde el peristilo, puesto que la ausencia del muro de la cella permite ver los pórticos de dos pisos de columnas que dividían el interior en tres naves; el tercero corresponde a la parte romana de la ciudad y representa, en primer plano, el Comitium o edificio de la asamblea, a su derecha aparece la base del desaparecido templo romano de la Paz y, a continuación, los restos del foro, mientras al fondo se vislumbra el templo griego de Neptuno.

Otra de mis grandes pasiones es el Coliseo de Roma, objeto de diversos viajes para su estudio y dibujo. La exposición recoge dos acuarelas dedicadas a él: una con el detalle de parte de su fachada exterior, donde se muestra claramente la sucesión de sus pisos y arcos; la segunda lo representa dentro del espacio urbano donde se inserta, en una visión del mismo desde la ladera del monte Palatino, con el Arco de Tito y los característicos pinos de Roma en primer plano.

Pero también me he interesado por el pasado cultural de nuestra región. De hecho, la arquitectura monumental e histórica de Castilla y León es uno de mis proyectos más recientes, en el que aún estoy trabajando y que me ha llevado a buscar, admirar e interpretar con mi pintura hermosos edificios religiosos como la Colegiata de Toro en Zamora, impresionantes castillos como el de Monleón (Salamanca) y conjuntos urbanos como los de Ampudia (Palencia) con la espectacular torre de su iglesia, Mogarraz (Salamanca) surgiendo de la niebla, Velliza (Valladolid) bajo la intensa luz del atardecer y Torremormojón (Palencia) con su iglesia románica recortada sobre un paisaje de tierras infinitas.

Mi vocación por la arquitectura y la ciudad me ha llevado a posar la mirada sobre algunas urbes, como es el caso de Oporto, a la que he dedicado muchos trabajos, entre ellos la acuarela Praça Almeida Garret donde se muestra el collage generado por la superposición de arquitecturas de diversos estilos y épocas, y la luz atlántica que lo envuelve.

La figura humana es igualmente objeto permanente de mi mirada, bien independiente, como en “Dulce sueño”, con la mujer sumergida en la espiral que dibuja su propio cuerpo; o inmersa en el paisaje, como ocurre en las pinturas “Lady Godiva” y “El príncipe jabalí”, donde la magia de la fábula ha calado en el realismo de la representación. Especial interés tiene para mí la figura en el entorno doméstico, formando parte de historias cotidianas, en las que está rodeada de objetos que condicionan la escena. Son miradas íntimas, como las que recogen los óleos “Un día más”, “Las 10:53” y “Ciao cara”. Es éste también un proyecto en el que aún sigo trabajando.

La pintura “Arquitectura pintada” mantiene el foco en el espacio interior, pero no doméstico, sino público. Está ambientada en la logia «Sedile Dominova» de Sorrento, decorada con unos magníficos frescos del siglo XVIII; en ella, los ancianos, sentados, contrastan con el maravilloso fresco de la pared, que simula una arquitectura inventada. Las miradas perdidas, ausentes y la actividad lúdica de unos hombres que ya han recorrido una vida de trabajo se contraponen al pasado esplendor que representa la pintura de la pared, a su vez tan desgastada como ellos. El inexorable paso del tiempo ha marcado por igual la fantasía arquitectónica y los rostros humanos. La luz lateral, que penetra por uno de los arcos, que no vemos, funde pasado y presente, ilusión y realidad. Es el juego de la pintura dentro de la pintura; en ella se establecen tres niveles: la pared doblemente pintada, en la realidad y en el cuadro; las figuras que, en la narración pictórica, son reales frente a la arquitectura del fondo, y el conjunto del cuadro, todo él una ilusión gráfica. La composición rememora muchas obras clásicas, que representaban el mudo terrenal en su parte inferior, mientras en la parte superior el espacio celestial se poblaba de divinidades. De la misma forma en la obra está presente la oposición entre dos mundos, fabuloso el uno y cotidiano el otro.

Finalmente, la pintura “Llanto por Adán” es una mirada onírica sobre la violencia, el amor, el odio, el dolor y la soledad humanos, surgidos desde el mismo instante de la expulsión del Paraíso, la gran esfera de luz que aparece al fondo. Desde entonces, la humanidad deambula, la mayoría de las veces con pasos perdidos, intentando vanamente emular en sus construcciones la transcendencia del añorado espacio paradisiaco. Adán ha muerto y el mundo que queda tras él es convulso. Las mujeres que en el primer plano de la composición lloran y rezan con actitud serena serán las encargadas de trazar el futuro camino.

Las miradas que encierran todas estas obras, a pesar de su variedad temática y técnica, son consecuencia de una misma curiosidad inquisitiva y resultado de la misma vocación de fijar y documentar. Todas ellas dejan traslucir la atracción por la vida en sus diversas manifestaciones y momentos, y algunas de ellas incluso se atreven a soñar. Esta muestra reúne, pues, un caleidoscopio de MIRADAS que intentan atrapar inquietudes y sentimientos, convirtiendo un instante en una sugerente historia de eternidad.”

(*) Para ver las fotos que ilustran este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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