Fallo de un fallo

Por Javier Pardo de Santayana

Sabido es que vivimos en un mundo por fin globalizado en el que la información de cuanto ocurre es inmediata y el mal llamado móvil está al alcance de cualquiera, desde los ancianos a los niños. Así que cualquiera puede expresarse como quiera en lo que se ha dado en llamar “redes sociales”, donde el control de cualquier noticia, sea ésta real o amañada, se ha hecho algo poco menos que imposible.

Así corrió y se consolidó en su día la noticia de un hecho muy desagradable: la supuesta venta de bebés robados. Naturalmente la reacción sería espectacular, y la indignación se expresaría en forma de pancartas, pareados, manifestaciones masivas, camisetas, y comentarios en los medios. El interés se centraría, sobre todo, en un doctor y en una religiosa del hospital en donde éste trabajaba. Y en un caso concreto promovido por una de las supuestas víctimas, que habiendo sido dada en adopción pretendía conocer el nombre y el rostro de su madre. Por lo cual, como era de esperar, el resultado llevaría a aquel galeno hasta las puertas de la cárcel tras un largo proceso de cuyo resultado tan sólo le salvó la prescripción del hecho.

Mas la noticia de hoy es diferente, pues ya sabemos con la mayor seguridad que el fallo judicial fue un error craso. Y ahora diré por qué: la propia demandante, a la que interesaba sobre todo localizar a quien la dio la vida, seguiría interesada la investigación del caso hasta que ésta la llevó a darse con un primo segundo suyo cuyo ADN se guardaba en un banco de datos estadounidense; razón que justifica claramente por qué tardó tanto la cosa en aclararse. Luego, tirando ya del hilo, el Ministerio Público acabaría contactando con los hermanos biológicos de la mujer interesada, todos los cuales reconocerían que su progenitora había decidido por razones estrictamente personales – su condición de soltera, según dijo – donar en adopción a su bebé aún sin saber siquiera si sería niño o niña; que incluso este dato significativo se conoce ahora. Así que había ya una versión fundamental que volvería el caso del revés hasta poner en una situación desagradable a quienes intervinieron en la causa.

O sea que la supuesta víctima de aquel supuesto robo habría relatado a su familia norteamericana la decisión que tomó en su día y la razón que la movía a hacerlo, cosa que fue tomada después por los suyos con la mayor naturalidad según parece. Y así al final todos contentos excepto por la circunstancia de que la demandante no llegaría a tiempo para dar un fuerte abrazo a quien buscaba ya que ésta falleció también.

Naturalmente, los que debieran sorprenderse serían quienes, movidos por las noticias y los comentarios oídos o leídos, habían puesto su foco en un profesional de la salud ya fallecido que, al igual que la citada religiosa, se iría al otro mundo con el estigma de haber creado una supuesta trama de la que obtendría pingües beneficios.

Así que ahora se plantea la pregunta de quién podría resarcir de los daños morales causados en su día al difunto doctor y a su familia, porque ya de entrada dudo de que la noticia del fallo de aquel fallo llegue a ser conocida por suficiente gente como para lograrlo borrar de la memoria colectiva.

PS: Desconozco si el lamentable caso de los “bebés robados” seguirá o no existiendo pese al chasco al que me vengo refiriendo, pero una cosa es a todas luces evidente: que la gran convulsión que disparó la indignación de muchos ciudadanos españoles ha resultado ser, como ahora dicen nuestros entusiastas anglicistas, una “fake news”: una noticia falsa. Y, por supuesto, una ocasión urgente y obligada para que alguien dé explicaciones convincentes por su fallo.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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