Por Javier Pardo de Santayana

( Playa en Gerona, acuarela de Castagnet)

Así, con “i”, y con la “ge» de siempre pero no pronunciada en español, sino como en francés o en inglés, es como por lo visto debemos referirnos de ahora en adelante a la ciudad catalana que siempre conocimos por “Gerona”. No sé quien nos lo ha impuesto, pero sí sé que ha calado con la velocidad del rayo, porque aquí nos cuesta aceptar lo razonable pero no si tiene visos de extranjero. Así por lo que veo, a lo de decir “Girona” sólo nos resistimos Carlos Herrera y un servidor de ustedes* porque, para empezar, “Gerona” ha sido siempre el nombre utilizado, y el respetado además por la Academia. ¿A qué viene entonces el cambiarlo? ¿La presión del independentismo o la manía del cambio por el cambio?

El caso es que si siguiésemos el infantil razonamiento de que los naturales del lugar lo llaman de esa forma, para decir París tendríamos que decir algo así como “paguí”, lo que estimula sin poderlo evitar la risa floja. Y tendríamos que decir “Barselona” en vez de “Barcelona”. Por otra parte, no parece que la alternativa pudiera consistir en pronunciar “Girona» con el sonido de la “ge” española porque ya nadie lo pronuncia de esa guisa. Así que a ver cómo explicamos a nuestros alumnos de primaria tal particularidad aislada del idioma. Conclusión: que el batiburrillo organizado no es natural sino que debe provenir de un nuevo ataque de la imposición política.

En realidad, la aceptación de esta evidente sinrazón sería ya iniciada por los vascos con aquello de dar un doble nombre a los lugares de su geografía. Por ejemplo, añadiendo “Gasteiz” al nombre de Vitoria, que es algo innecesario; al menos yo nunca lo vi utilizado durante mis muchos años de estudio y estancia en las orillas del Zadorra. Así que no puede ser otra cosa en cuanto a origen que una parida interesada como la de cambiar el nombre de Fuenterrabía por el de “Hondarribia”, que no sé a qué santo viene si no es con la intención de marcar absurdas diferencias. Por eso no sería de extrañar que la maniobrita de “Girona” fuera una imposición del independentismo que trata de avanzar continuamente a base de pequeños pasos que en el fondo suponen avances significativos.

En todo caso está muy claro que los sufridos españoles recibimos estas cosas que no se sabe a cuento de qué vienen con una predisposición a tragar digna de mejor causa:  como cuestiones pendientes de toda la vida pero que ahora encajarían donde deben. Algo como lo que ha ocurrido con la rendición hispana ante las camisetas en inglés o la entusiasta adopción de términos anglosajones. Y ahí tienen sin ir más lejos a una prestigiosa meteoróloga refiriéndose a Mahón como Maó.

Da la impresión de que las actuales generaciones españolas están dispuestas a enmendar la plana a sus predecesores añadiendo algo más de confusión a un panorama de por sí complejo, y que lo hacen convirtiendo buena parte del vocabulario en basurero de palabras en desuso; la prueba es que en los programas en que entran en juego cuestiones idiomáticas nadie sabe ya qué significan determinadas expresiones y palabras de uso corriente cuando yo era joven. Y sin embargo aceptamos como si fuera agua de mayo que los norteamericanos nos hagan olvidar lo nuestro con términos y frases de la cultura anglosajona.

No es de extrañar por tanto que algunos estemos esperando la ilustrada opinión de la Real Academia de la Lengua, conscientes como somos de que ésta parece estar dispuesta a aceptar al final lo que la echen. La explicación está en que, como sabemos que todo tiene un límite y que algún día nos daremos de bruces con algún desafuero de su competencia, imaginamos que alguna vez se sentirá obligada a no aceptarlo. Por ejemplo, al ver como se intenta incorporar sin más a la fonética española un sonido hasta ahora inexistente para aplicarlo a una única palabra, como es el triste caso de Gerona.

Si no, dígame usted cómo demonios explicamos estas situaciones tan estúpidas a unos niños a los que supongo tratamos de educar en los principios del sentido común y de la lógica.

* Por lo que a mí respecta, ya anuncio que no cederé ni aunque me apunten con una pistola.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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