Carmen, me has mirado a los ojos…

Por Carlos de Bustamante

 

(Carmen y Carlos en un baile en el salón de la hípica española de Tetuán)

Estoy seguro, mis amigos, que me vais a perdonar que vuelva una y otra vez sobre el mismo tema: mi queridísima esposa Carmen recientemente fallecida de forma tan fulminante como inesperada.

En un artículo publicado en este mismo blog y que titulé MI CARMEN, creo que como necesario desahogo os hice una cronología detallada de los días previos al fallecimiento de la que, durante 63 años de absoluta fidelidad y entrega total – “en la riqueza y en la pobreza; en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida” …-, fue mi queridísima esposa.

Os decía, amigos míos pacientísimos, que, cuando el viernes -día 30- venía de comulgar para ocupar su lugar de asiento junto a mí, le hice el gesto de besos con los labios… Ella me miró de una forma muy especial. Hoy que con dolor tristemente alegre recuerdo esa mirada, no dejo de preguntarme lo que me dijo, o me quiso decir, con ella. Durante los 63 años referidos más otros 5-6 de noviazgo, sin contar los de vernos y mirarnos en el `paseo´-calle Santiago -Acera de Recoletos-, nunca su mirada fue así. Es verdad que cuando se recibe al Señor en la Comunión, todo el ser de la persona que lo recibe, se endiosa; sucede entonces que el endiosamiento de saberse hijo de Dios, el que mora en el cuerpo, alma, corazón, mente, ojos… se trasluce en quien acaba de recibirlo. Pero es que aquella mirada, si lo sabré yo, fue diferente. Recogida, sí, como corresponde cuando se acaba de recibir al Señor; al Amor de los amores. Pues con ese recogimiento, Carmen me miró.  ¿Qué decían sus ojos…? ¿Eran de cariño en correspondencia a los gestos de mis besos enviados…? ¿Eran de agradecimiento al amor limpio que nos teníamos…? ¿Eran besos en su mirada en momento tan poco oportuno, cuando se habla con Dios tan cercano…? De verdad, y aunque sólo sea yo el interesado, no lo sé.

¿Sería, me pregunto, una premonición de lo que pronto iba a suceder? ¿Una despedida tal vez? ¿Pero qué premonición ni que…?

Ahora lo tengo claro.  Ahora caigo. Su mirada fue de amor. Y por llevar al Señor en su cuerpo y alma, fue de Amor.  Esos ojos limpios que miran con total limpieza cuando se tiene el alma en gracia (de Dios); e igual quien recibe el mensaje. ¿No fue ésta la mejor despedida que nadie puede desear? ¿No es éste suficiente motivo para estar tristemente alegre? Fue después, cuando tras una pausada Acción de gracias;(la que nos permite el buen sacristán José Antonio, que sus razones tendrá para cerrar enseguida las puertas de la Iglesia), cuando acompañó a su casa a una amiga nonagenaria que vive lejos. Le fue contando las excelencias de nuestra estancia en el balneario Abadía de los Templarios y detalladamente luego la alegría vivida en la boda de nuestra nieta en Santander. Nada hacía presagiar el fulminante desenlace del día siguiente, a las pocas horas, en la madrugada del sábado.

Para recuerdo de muchos y conocimiento de otros, transcribo la letra de la canción que tanto le gustaba a Carmen y que le viene pintiparada a lo referido en el presente artículo:

 

“Señor, me has mirado a los ojos”:

 

Tú has venido a la orilla,

no has buscado ni a sabios ni a ricos.

Tan sólo quieres que yo te siga.

Señor, me has mirado a los ojos,

sonriendo has dicho mi nombre.

En la arena he dejado mi barca:

junto a Ti buscaré otro mar.

Tú sabes bien lo que tengo,

en mi barca no hay oro ni espada,

tan sólo redes y mi trabajo.

Señor, me has mirado a los ojos,

sonriendo has dicho mi nombre.

En la arena he dejado mi barca:

junto a Ti buscaré otro mar.

Tú necesitas mis manos,

mi cansancio que a otros descanse,

amor que quiera seguir amando.

Señor, me has mirado a los ojos,

sonriendo has dicho mi nombre.

En la…”.

Creo, en fin, que mis amigos ya sabéis conmigo lo que significa una mirada silenciosa a la persona que se ama cuando el amor humano, tan fundamental para el cristiano como son las básicas virtudes humanas -naturales-para vivir las sobrenaturales.  Así fue la mirada de mi queridísima Carmen: amor humano que, con el Señor acabado de recibir, fue a la vez humano -natural- y divino -sobrenatural-. ¿Se puede recibir un adiós mejor que éste?

Supongo que nuestro querido organizador de este blog ilustrará el presente artículo con una fotografía.  Es, sí, la nuestra durante el baile en el salón de la hípica española de Tetuán. Conmemorábamos la despedida de un año en los azarosos vividos allí antes, durante y después de la independencia del que fuera protectorado español de Marruecos.  Podéis, mis amigos, ver, para finalizar, cómo era y fue la mirada de amor humano, aún con espinas, durante los 63 años de matrimonio, expresados más y mejor en la mirada penetrante a mis ojos del Amor de Carmen después de comulgar el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo el día anterior del seguro tránsito al Cielo.

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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