Por José María Arévalo
(Silos. Claustro y ciprés )
Como ya les conté el pasado 19 de octubre, en artículo que titulaba “Las Edades del Hombre de Lerma”, la visita que organiza todos los años la asociación de jubilados a la que pertenezco, Amsafa, de Renault, a las Edades del Hombre comenzó con una visita, primero, al desfiladero de la Yecla, y después fuimos a Silos, donde vimos el imponente claustro del Monasterio de Santo Domingo y una exposición temporal de Antonio López en la sacristía, estupenda colección de rosas pintadas hace unos años, en formato pequeño, por el maestro del actual realismo. Dejé contarles esta primera andadura, que mereció también la pena, para otro artículo, así que la recojo ahora.
Ya les decía que en el desfiladero de la Yecla me encontré una importante ampliación de la pasarela que permite ver mucho más de lo que hace más de 40 años visité con mis hijos, entonces pequeños. Gran sorpresa, y bellísimo lo que ahora puede recorrerse.
Pero, ya que de las Edades de Lerma hice una descripción muy trabajada, mejor recojo ahora, de esta primera parte de la excursión, como he hecho de otros viajes, y por ser más conocida, el comienzo del artículo que ha publicado en la revista de nuestra Asociación, “El Mirador”, mi compañero José Ignacio Morillo, y volveré a pronunciarme personalmente sobre la exposición de Antonio López al final ya que fue lo último que vimos antes de Las Edades de Lerma.
( La Yecla)
“Este desfiladero tiene la belleza de las gargantas erosionadas por la violencia de los elementos, el agua del río, los vientos, las heladas, etc. y sirve como refugio de una gran colonia de buitres leonados que dominan desde las alturas todo el territorio de su influencia. El despliegue en vuelo de estas grandes aves es de una belleza excepcional que en determinados momentos, pueblan el cielo en grupos de más de 20 ejemplares. Con una envergadura próxima a los 3 metros, se cuelgan materialmente del viento girando alrededor de un punto para tener bajo vigilancia una gran extensión de terreno. La visita la iniciamos por la bajada que está después del segundo túnel de la carretera de ahí la necesidad de la prudencia para no tener problemas.
El recorrido es sencillo y sin especiales problemas de esfuerzo, además se ha realizado un voladizo de hormigón con vallas de protección que permite el paseo tranquilo y sin contratiempos. En algunos tramos, para las personas «grandes» y «altas» se requiere el correspondiente «encogimiento»… Ponerse de perfil o agachar la cerviz y ser humildes. Al final del trayecto nos dimos la vuelta y por el mismo precio vimos el desfiladero a la inversa. Se trataba de evitar la subida de 132 escalones de esa salida hacia la carretera y no tener que pasar por dos túneles a oscuras y con tráfico. Antes de subir al autobús, nueva observación de la naturaleza y el majestuoso vuelo de los buitres leonados. Desde el desfiladero enseguida llegamos a Santo Domingo de Silos en donde nos esperaba nuestra guía para explicarnos el claustro y dependencias del monasterio benedictino. Os hago una breve reseña histórica del monasterio y de las explicaciones sobre el claustro y otras dependencias.
Los orígenes del monasterio se remontan a la época visigótica, pero fue en la edad media, durante el periodo en que el conde Fernán González gobierna en Castilla (930-970), cuando vuelve a resurgir la comunidad monástica alcanzando una pujante actividad, que nuevamente decae bajo las razias de Almanzor. Desaparecido éste en 1002 y recobrado Domingo, prior del monasterio de San Millán de la Cogolla, se refugia en Castilla huyendo del rey de Navarra; allí es bien recibido por el monarca leonés Fernando I que le confía la misión de restablecer el antiguo esplendor y dar nuevo auge al monasterio de Silos puesto bajo la advocación de San Sebastián. Con el decidido impulso de Santo Domingo como abad del cenobio se erigió la iglesia románica, magnífico templo de tres naves y cinco ábsides, consagrado en 1088 por el abad Fortunio, el claustro que aún perdura, y el resto de las dependencias monacales. A la muerte del santo, el monasterio toma su patrocinio y pasa a denominarse Santo Domingo de Silos. En el siglo XIX se deja sentir la necesidad de ampliar las instalaciones, principalmente la capacidad de la iglesia. Se encomienda al arquitecto Ventura Rodríguez llevar a cabo las debidas reformas. Se derribó el templo románico para sustituirlo por otro de planta de cruz griega inscrita en un cuadrado (planta claramente barroca), que es el que hoy existe. Del primitivo queda como vestigio el ala sur del transepto y la Puerta de las Vírgenes que abre al claustro. La falta de recursos económicos hizo que el propio claustro no tuviera un mismo final que la iglesia. El 17 de noviembre de 1835 la vida monástica de Silos se interrumpe por la desamortización de Mendizábal, que implicó la pérdida por expolio de parte de sus riquezas artísticas y documentales. Por fin, el 18 de diciembre de 1880 se establece una nueva comunidad de monjes benedictinos.
(Silos.Cara interior de una las cuatro pilastras que forman los ángulos de la galería)
En una visita al monasterio, el poeta Gerardo Diego compuso el famoso soneto “El ciprés de Silos”, considerado como uno de los mejores sonetos de la literatura española. El claustro de Silos es de doble planta, siendo la inferior la más antigua y la de mayor mérito. Forma un cuadrilátero de lados ligeramente desiguales, de los que el menor mide 30 m y el mayor 33,12 m. Los lados norte y sur constan de 16 arcos, mientras que los lados este y oeste de sólo 14. Como las parejas de lados opuestos no son de igual dimensión a pesar de tener el mismo número de arcos, las luces de éstos tampoco son idénticas, variando entre 1,00 y 1,15 m.
Los arcos son de medio punto y descansan sobre capiteles que, a su vez, lo hacen sobre columnas de doble fuste monolítico de 1,15 m de longitud; sólo los soportes centrales de cada galería están formados por fustes quíntuples, salvo uno de ellos, el del lado norte, que es cuádruple y torsado. Toda la arquería va montada sobre un podio corrido con una abertura para acceder al jardín interior. El claustro inferior debió levantarse entre la segunda mitad del siglo XI y primera del XII, mientras que el claustro superior se construyó en los últimos años de ese mismo siglo. En el inferior se perciben claramente dos fases de ejecución: durante la primera, que corresponde a las últimas décadas del siglo XI, se llevaron a cabo las galerías norte y este; la segunda se desarrolló en el siguiente siglo y en ella se ejecutaron las galerías sur y oeste. Cada fase refleja una forma de hacer y un estilo diferentes atribuibles a dos maestros distintos que emplearon sus propios talleres. Como rasgos diferenciadores, los fustes de las columnas de la primera etapa están más separados y presentan mayor éntasis, y las tallas son de poco relieve y escaso movimiento.
Las figuras del segundo taller son más realistas y poseen mayor volumen. En el plano artístico lo más destacable es la colección de los 64 capiteles de que consta el claustro bajo y los relieves que ornamentan las caras interiores de las cuatro pilastras que forman los ángulos de la galería. Al primer maestro serían asignables seis de los relieves con las siguientes escenas: • Ángulo sudeste: La ascensión y Pentecostés. • Ángulo noreste: El sepulcro y El descendimiento. • Ángulo noroeste: Los discípulos de Emaús y La duda de Santo Tomás. El segundo maestro sería el autor de los dos relieves restantes: • Ángulo sudoeste: La anunciación a María y El árbol de Jesé.
El conjunto es magnífico y transmite una paz que es necesaria para todas las actividades de los monjes. El jardín interior está sumamente cuidado y en una de las esquinas se encuentra el célebre ciprés de Silos. Os transmito una anécdota que me contó Moretón [otro compañero] sobre el ciprés. La poda en la parte alta la realizaba el abad subiendo y atándose con una cadena, quitando los frutos que con su peso desfiguraban la forma de pirulí del ciprés. Actualmente como no se llega a la copa (creemos que la edad del abad tiene la culpa) el ciprés ha ido perdiendo parte de su forma.
(Antonio López. Rosas de Ávila)
Después pasamos a hacer la visita al laboratorio de farmacia y a la farmacia que tuvo el monasterio en el siglo XVIII y a la sala del museo que conserva el cáliz con el que oficiaba Santo Domingo de Silos. Además pudimos disfrutar de una exposición de obras de la escuela de Antonio López, exposición temporal de clara tendencia realista y de motivos florales en su gran mayoría. A partir de este momento pudimos disfrutar de un rato de tiempo libre para hacer una visita rápida al pueblo o el célebre tiro al blanco que practica con gran acierto la mayoría. A las 13h 45m el que quiso, pues ya sabéis que gozamos de libertad, asistió a la oración de la sexta (nada que ver con la cadena de televisión, faltaría más) en la iglesia con los monjes y en total recogimiento. Puedo informar que nunca he visto a los viajeros más serios y formales”.
Con esta tan completa descripción ya solo queda comentar algo más la estupenda exposición de Antonio López que se ve al final del recorrido por el monasterio. Pueden verse, además de las que aportamos aquí, más fotos de las obras expuestas en https://images.app.goo.gl/pcaKqeTENZbH9gBF6
La muestra de Antonio López en Silos se clausuró ya el pasado día 13 de octubre y dice la prensa que ha tenido 53.000 visitas. Compuesta por 22 obras, destaca la serie pictórica ‘Rosa de Ávila’ y las dos grandes esculturas en el exterior del monasterio, ‘Carmen dormida’ y ‘Carmen despierta’.
Organizada por la Fundación Las Edades del Hombre, dentro del proyecto de comarcalización de la muestra ‘Angelis’‘ de Lerma, se inauguró el 26 de abril, con la presencia del propio López, el entonces presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera y buena parte del mundo de la cultura y sociedad de la provincia.
No hay ninguna obra específica para la exposición, y yo me preguntaba el por qué ha elegido estas obras que presenta ligadas a las Edades. Dice la prensa que el propio artista insistió en que lo importante es la selección que ha realizado entre sus obras más espirituales, la mayoría cuadros de flores y pequeñas esculturas de cabezas. Entre las pinturas, la más antigua es de 1965, aunque ha insistido en que para él se trata de obras recientes, dado que lleva pintando desde los 13 años, hace prácticamente setenta.
«Enlazan con la naturaleza, el día y la noche, no es fácil de explicar, porque el arte es un hecho espiritual», insistió en la inauguración Antonio López. Además, completa su obra en Silos con tres pinturas de su mujer María Moreno sobre paisajes urbanos.
(Antonio López. Rosas de Ávila)
De la serie ‘Rosas del Ávila’, que es, para mi gusto el motivo central de la muestra, en la exposición pudimos comprar un catálogo que presté a un amigo y no cuento ahora con él; cuando me lo devuelva quizá valga la pena dedicarle otro artículo. El pintor –dicen los cronistas sobre esta serie- reflexiona sobre el paso del tiempo y la decadencia.
La colección de pinturas de rosas
Aunque sus obras más reconocidas son aquellas que retratan espacios, los cuerpos humanos y las flores son también un tema recurrente en la trayectoria de López. “Estos dos elementos son, de hecho, lo que mejor representan el eje central de la obra del artista: el paso del tiempo”, explicaba en 2017 la presentación de su primer libro de artista: «Cuerpos y flores», una selección personal de sus obras más representativas en una edición de lujo. Una obra de arte en sí misma del pintor realista y la editorial Artika que recoge en setenta obras la relación de López con el tiempo, la condición humana y su vínculo con la naturaleza. De edición limitada, solo salieron a la venta 2.998 ejemplares, fabricados de forma artesanal y con supervisión del mismo artista; se podría decir que una obra más de Antonio López. El libro contiene una reproducción exclusiva de Rosas de Ávila, “una de las obras que mejor reflejan el estilo de Antonio López”.
(Antonio López. Rosas de Ávila )
Parece, pues, que estos cuadros de rosas de la exposición en Silos son muy significativos en la obra del pintor, que fue nombrado en 2011 Doctor Honoris Causa por la Universidad de Navarra, como reseñamos en nuestro artículo, en estas mismas páginas, de 13.11.11, en el que dábamos una amplia biografía del mismo.
Desde luego, la extraordinaria pincelada realista de Antonio López se aprecia muy bien en estas “Rosas de Ávila”, en las que la sutileza y transparencia atraen la vista, tanto en las formas con que plasma las flores como en el diseño de los tarros en los que presenta muchas de ellas. Son obras maestras que no podemos menos que admirar.
En fin una muestra que ha valido mucho, muchísimo, la pena contemplar.