Lo que no es normal, tiene nombre

Por Carlos de Bustamante

( Acuarela de Victor Barba en victor_barba.ztuka.com) (*)

Como Juan Palomo, “yo me lo guiso y yo me lo como”. Quiere esto decir tras el enunciado, que, a mis preguntas, seré yo quien a veces – casi siempre- las conteste. Como enfrente no tengo quien las discuta o diga su acuerdo o desacuerdo, sé que juego con ventaja. Así pues, vuelvo a mi título tantas veces usado en este blog de “el Rezongón”. Para finalizar como entonces: “y conste que no pretendo aconsejar; yo…, digo, nada más”.

Unas consideraciones previas nos situarán en el nada fácil campo del enunciado:
Algunos criterios convencionales. Un criterio para “anormalidad” que se utiliza en el caso de comportamiento anormal es su baja ocurrencia estadística. Esto sin embargo posee una falla obvia; la persona extremadamente inteligente, honesta, o feliz son tan anormales como las personas que poseen las características opuestas. “Por esta razón, se consideran comportamientos individuales anormales a aquellos que son estadísticamente raros y además indeseables”.

La ocurrencia de algún tipo de comportamiento anormal no es inusual. Por ejemplo, aproximadamente un 25 por ciento de la población de los Estados Unidos, se cree cumplen los criterios de algún tipo de desorden mental. Por definición, los desórdenes mentales, comprenden comportamientos raros o con baja frecuencia estadística.

Un criterio más refinado es la existencia de ansiedad. Una persona que manifiesta niveles elevados de depresión, ansiedad, infelicidad, etc. se considera que posee un comportamiento anormal porque su propio comportamiento la perturba. Desafortunadamente muchas personas no se percatan de su propio estado mental y aunque podrían beneficiarse con ayuda, no ven la necesidad de buscar apoyo.
Otro criterio es la moralidad. Este presenta muchas dificultades, porque es imposible acordar un único conjunto de reglas morales que puedan ser utilizadas para el diagnóstico.

Por último, Tellenbach sugirió que existía un “endón” en el ser humano, un ámbito interno donde se verifican procesos rítmicos, de maduración, y que tienen un carácter globalizador, de conjunción cósmica-natural, de corte antropológico-existencial. Históricamente, por lo tanto, lo “endógeno” denominó una etiología, una psicopatología y, por último, un adjetivo. Su intención es poner de manifiesto el hecho fundamental que los procesos psicopatológicos esenciales se desarrollan al interior del ser psíquico humano individual, y también el hecho de que no existe un origen biográfico u orgánico definido. Indica por otro lado un origen más o menos misterioso, que surge de la interioridad antropológica del ser humano (el “endón”). Sin embargo, la denominación ha tendido a perder vigor por el notable desarrollo en la comprensión de los factores que se vinculan al origen de la esquizofrenia. La misma denominación “psicosis” es controvertida, dado que el sufijo “osis” indica en medicina un trastorno degenerativo (como en “artrosis”), y existe actualmente un debate en torno a la consideración de la esquizofrenia como “enfermedad”. “De ahí que suele preferirse hablar de “trastorno”, que tiene una connotación ligeramente más neutral”.

Si acudimos a la RAE, encontramos la definición o significados de “normal-izar:
normalizar. De normal -izar. 1. tr. “Regularizar o poner en orden lo que no lo estaba”. 2. tr. Hacer que algo se estabilice en la normalidad. Normalizar políticamente un país.3. tr. tipificar ( ajustar a un tipo o norma).

Con lo referido por quien sabe del lenguaje y significado de las palabras en nuestro riquísimo idioma, no creo aventurado decir que lo normal es estándar, corriente, uniforme, estereotipado…ordenado. Y por ello, lo que no es estándar, corriente, estereotipado…ordenado, en definitiva: desordenado, infrecuente, no corriente… es, “anormal”.

¿Podemos, pues, decir anormal a lo que no es normal? Si lo referido fuera cierto, parece que es razonable al menos decir que lo desordenado es anormal como lo es su antónimo: normal, a lo que es ordenado, estándar…Que es lo más habitual o corriente, o que reúne las características comunes a la mayoría…” Calidad estándar”. “Medidas estándar”. “Resolución estándar”. “Lenguaje estándar”, etc,etc, : normal, normal, normal.

Dados tantos “arrodeos”, se me ocurre darlos una aplicación humana. Es decir, qué es normal en el ser humano; y qué es en él lo anormal. “U sea sé”, que lo que no es normal, tiene nombre: anormal. ¿O no…? Aunque complicado llegar a las conclusiones que quiero razonadas, lo intentaré, aunque me alargue “una miaja”.

Si un ser humano nace hombre, lo normal es, que, por su composición y constitución externa e interna, se comporte como hombre. ¿Sería pues anormal que se comportara como mujer? Aunque lo pregunto, personalmente lo afirmo. ¿Por qué…? Sencillamente, porque son distintos y complementarios. Lo mismo si nace mujer. Y las anomalías no son discriminatorios si tuvieran vedadas algunas profesiones.
Aunque no sean precisas muchas explicaciones, pondré una, que, por ser personal, no molesto ni ofendo a nadie. Ni siquiera a mí mismo, puesto que lo tengo más que asumido.

Tenía cuarenta y nueve años cuando, siendo gobernador militar accidental de Palencia, me trasladé a Valladolid para realizar las pruebas físicas de evaluación anual y obligatoria (PAEF); un somero reconocimiento médico dio el vº bº para realizarlas. En perfectas condiciones físicas y de salud, quise obtener, como de costumbre, la máxima calificación. Con 38º de temperatura no era el día idóneo para realizar las cinco pruebas con el estrés de realizarlas al máximo de esfuerzo, para conseguir la mejor evaluación. “Deportista de oficio, más fuerte que un toro y más tonto que picio”, no hice caso a síntomas extraños al realizarla carrera de fondo.

No sin algún encontronazo en el coche al encerrarlo en el garaje, logré subir a casa. Durante la comida, caí como fulminado. No perdí el conocimiento. Hasta llegar al hospital militar, no supe qué había sucedido: ictus cerebral por el estrés y esfuerzo con temperatura prohibitiva para semejante esfuerzo. Por la hemiplejia irreversible, ingresé en el Benemérito Cuerpo de Mutilados por la Patria en Acto de Servicio. Declarado el Cuerpo “a extinguir”, pasé a Retirado por la anomalía de la parálisis. Con una anormalidad semejante, el retiro que no me correspondía por edad, era inapelable con la profesión. El coronel que fue, no correspondía al coronel que era. Sencillamente, había dejado la normalidad anterior, para situarme en la anormalidad actual. Sin duda no hubiera pasado un reconocimiento médico para ejercer la profesión en las FF.AA.

Y es que las anomalías son excluyentes. Excluyentes son, por ejemplo, los pies planos o cavos; cierto número de dioptrías; no dar la talla; no superar unas pruebas físicas…
¿Qué me dicen, pues, de manifestar ser mujer siendo en realidad hombre? ¿Y lo contrario? ¿Y de la anomalía de atracción por el mismo sexo (no género)?

Si me dijeran que es normal y que no hay en ello anormalidad alguna, “apaga y vámonos”. Protestaría enérgicamente por la injusticia cometida conmigo.
No mareo más la perdiz; con lo dicho, ya vale. ¿O no?


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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